SOLIDARIDAD CON UGANDA

Los que se trabajan la buena voluntad

Lo más habitual es que, si está en una reunión oficial, la ropa se la haya prestado una amiga. Esperanza Belmonte se enfrenta a los custodios del dinero público con ropa ajena pero con devastadoras armas propias: mirada derrite-burócratas, sonrisa eterna y una carpeta llena de razones inapelables sobre la necesidad de dar dinero para un determinado tema.

Tiene 30 años y ya ha peleado en mil batallas (la ex Yugoslavia, Kurdistán, trabajos entre burócratas en Ginebra... ) y ahora encarna en sí misma a la delegación de España con ACNUR en Andalucía. Y es que el dinero sale del contr...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Lo más habitual es que, si está en una reunión oficial, la ropa se la haya prestado una amiga. Esperanza Belmonte se enfrenta a los custodios del dinero público con ropa ajena pero con devastadoras armas propias: mirada derrite-burócratas, sonrisa eterna y una carpeta llena de razones inapelables sobre la necesidad de dar dinero para un determinado tema.

Tiene 30 años y ya ha peleado en mil batallas (la ex Yugoslavia, Kurdistán, trabajos entre burócratas en Ginebra... ) y ahora encarna en sí misma a la delegación de España con ACNUR en Andalucía. Y es que el dinero sale del contribuyente y lo administra el político, pero se lo trabaja el solidario, el comprometido, y los hay de todas clases y tipos.

Más información

Por ejemplo, el presidente de España con ACNUR, Joaquín García-Quirós, proviene de otro planeta del de Belmonte. Fue un empresario de éxito a escala internacional. Un día, le remendaron el corazón hasta cinco veces. Después, se fue a Guatemala durante dos años con la ONG Fe y Esperanza. El pasado año, asumió la presidencia de España con ACNUR y a principios de diciembre desafió razón y salud para ver lo que se había hecho con el dinero recaudado y así poder pedir más.

Estas dos personas se juntaron en los campos de refugiados de Arúa con Adi Gerstl, de la agencia de cooperación alemana. Lleva tres años en los campos de Uganda, tras pasar por Brasil o India. Siempre con una sonrisa, aunque el arcoiris de pulseras masai de su antebrazo no pueda ocultar que haya pasado la malaria. Gente a la que pocas veces se reconoce, pero que, cuando salen de casa de un amigo con ropa prestada, es para que alguien, muy lejos, pueda vivir mejor.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Archivado En