Editorial:

Ertzaintza y realidad

Cuatro días después del atentado que costó la vida a dos agentes que regulaban el tráfico en Beasain, la Consejería de Interior del Gobierno vasco y los sindicatos de la Ertzaintza acordaron ayer, tras 15 horas de reunión, una serie de medidas tendentes a reforzar la seguridad de los agentes. Son medidas que van en la línea de las que los sindicatos venían reclamando desde que se hizo evidente en la práctica (cinco agentes asesinados y varios más heridos) lo que venían anunciando los boletines internos de ETA tras la ruptura de la tregua: que los policías autonómicos, 'desde sus mandos hasta e...

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Cuatro días después del atentado que costó la vida a dos agentes que regulaban el tráfico en Beasain, la Consejería de Interior del Gobierno vasco y los sindicatos de la Ertzaintza acordaron ayer, tras 15 horas de reunión, una serie de medidas tendentes a reforzar la seguridad de los agentes. Son medidas que van en la línea de las que los sindicatos venían reclamando desde que se hizo evidente en la práctica (cinco agentes asesinados y varios más heridos) lo que venían anunciando los boletines internos de ETA tras la ruptura de la tregua: que los policías autonómicos, 'desde sus mandos hasta el último policía', figuraban entre sus objetivos preferentes.

El consejero de Interior, Javier Balza, admitió ante los sindicatos que la prioridad de su departamento es la derrota policial de ETA. No siempre ha sido ése el criterio; incluso se daba por bueno el principio opuesto, defendido por algunos dirigentes nacionalistas e interiorizado por algunos mandos de la policía vasca: el de que no era posible, ni siquiera deseable, la derrota policial de ETA. La Ertzaintza, convertida por los terroristas en uno de sus objetivos prioritarios, no ha tenido más remedio que adaptarse a las nuevas circunstancias y abandonar las ilusiones de que, por ser de aquí, sus miembros serían respetados por ETA. Algo en cierto modo similar está ocurriendo en Francia: por segunda vez en 15 días un gendarme fue tiroteado ayer por supuestos pistoleros etarras. Si había dudas, ETA deja claro que no distingue entre uniformes.

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Las nuevas medidas materiales y organizativas (chalecos antibalas, coches blindados, ruptura de la rutina en los servicios, contravigilancia en los domicilios familiares y otras muchas) son similares a las que en su día se vieron obligados a adoptar los miembros de las fuerzas de seguridad del Estado en el País Vasco. Pero también será necesario un cambio de mentalidad: bastantes ertzainas han seguido considerándose hasta hace poco fuera del campo de las víctimas potenciales: porque sabían euskera, habían participado en movilizaciones por los presos o tenían carnet de un sindicato nacionalista. Esa forma de pensar se ha revelado poco realista.

Otros ertzainas sí son conscientes del peligro, y de ahí que sean numerosos los que, como uno de los asesinados el pasado viernes, tengan su domicilio en localidades de Burgos o Cantabria cercanas al País Vasco. Durante años se consideró que una esencial ventaja comparativa de la Ertzaintza para combatir a ETA era precisamente su enraizamiento social, lo que le permitiría un acceso más directo a la información. La experiencia ha demostrado que esa ventaja se ve oscurecida por una mayor vulnerabilidad frente a las amenazas del entorno de los terroristas: 'Sabemos dónde vives'. Un policía nacional o un guardia civil amenazado o que sospecha que está siendo vigilado por los confidentes de ETA puede trasladarse a muchos otros lugares de España. De hecho, muchos de ellos ya llegaron al País Vasco con la idea de permanecer algunos años y cambiar luego de destino. Los ertzainas no tienen esa posibilidad.

Balza rechazó las peticiones de cese de varios mandos a los que los sindicatos acusan de incompetencia y falta de profesionalidad. Se comprende que el consejero no ceda en este punto, aunque no les falta razón a los sindicalistas, que sostienen que hay una cierta incoherencia en que la lucha para derrotar a ETA sea dirigida por quienes entraron en sus puestos bajo la bandera de Lizarra: la que proclamaba la inutilidad de la vía policial frente a ETA.

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