Reportaje:

Teatro para espectadores distraídos

Más de 2.000 niños autistas, con síndrome de Down u otras minusvalías disfrutan con una obra de Mozart

Hay compañías teatrales que no buscan un público complaciente para sus espectáculos. Más aún, hay grupos dispuestos a surcar caminos artísticos poco explorados con tal de que esa audacia proporcione 'un poco de felicidad' a los espectadores. Por ejemplo, la compañía El Globo Rojo, gracias a la cual más de 2.000 niños con minusvalías psíquicas diversas, desde chavales autistas a pequeños con síndrome de Down, han sentido el placer del arte y han tenido ocasión de experimentar las sensaciones de los niños normales.

La Campaña de Teatro en Centros de Educación Especial es una iniciativa de...

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Hay compañías teatrales que no buscan un público complaciente para sus espectáculos. Más aún, hay grupos dispuestos a surcar caminos artísticos poco explorados con tal de que esa audacia proporcione 'un poco de felicidad' a los espectadores. Por ejemplo, la compañía El Globo Rojo, gracias a la cual más de 2.000 niños con minusvalías psíquicas diversas, desde chavales autistas a pequeños con síndrome de Down, han sentido el placer del arte y han tenido ocasión de experimentar las sensaciones de los niños normales.

La Campaña de Teatro en Centros de Educación Especial es una iniciativa del Ayuntamiento de Madrid, va por la sexta edición y este mes ha llegado a 2.297 alumnos discapacitados de 32 colegios. 'Es una labor hermosísima, porque da opción a que nuestros chavales, que tienen minusvalías psíquicas o físicas con trastornos sensoriales asociados, se relacionen', comenta Sara Peiró, directora del centro de educación especial Princesa Sofía. Precisamente, para trabar contacto, los 82 alumnos del Princesa Sofía compartieron el gozo teatral con otros tantos niños de dos a cuatro años, procedentes de la escuela infantil El Carmen, en la representación del pasado viernes.

'Esas sensaciones y percepciones les sirven para favorecer su desarrollo posterior'

'Notamos que los chicos disfrutan, por sus expresiones, porque estas obras son muy sensoriales', explica Peiró, emocionada. Los alumnos autistas, por ejemplo, aplauden al tiempo que los demás, 'lo que es una señal de que lo están pasando muy bien', apostilla. 'Hay autistas tan metidos en sí mismos que es imposible conseguir que atiendan', reconoce, 'y seguro que el contenido del cuento no lo entienden, pero perciben los efectos de la luz y del sonido'.

La flauta mágica, de Mozart, fue este año la elegida para el ensalmo. En ediciones anteriores fueron Romeo y Julieta, La Cenicienta y El mago Merlín, entre otros, los escogidos para bucear en la sensibilidad de los niños que más problemas tienen para transmitir lo que sienten.

'El objetivo es que todos los chavales tengan derecho a las mismas oportunidades educativas, con independencia de que capten más o menos. El hecho de que no lo entiendan todo no es pretexto para que no tengan acceso a una representación teatral', manifiesta la responsable del departamento de Educación Especial del Ayuntamiento de Madrid, Rosa Mozota. A su juicio, lo que hay que valorar es 'el esfuerzo que estos chicos hacen por comprender' y que 'esas percepciones y sensaciones les sirven para favorecer su desarrollo posterior en clase'. De ahí el doble propósito de la campaña municipal: 'Por un lado, queremos acostumbrar a los niños con minusvalías a que vean cosas nuevas y, por otro, a que no renuncien a los beneficios de una actividad artística', remarca Mozota.

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En definitiva, tratan de demostrar que el arte no tiene fronteras, que ópera y autismo no siempre se repelen. Claro que la compañía El Globo Rojo no ofrece a los niños una obra de Wagner de varias horas de duración, sino que elige piezas más o menos fáciles y las adapta. 'Ni que decir tiene que nuestra Flauta mágica no es la de Mozart, y aunque tiene música todo el tiempo, a veces es de Mozart y a veces no', afirma la directora del grupo, Nené Fischtel.

'Es un montaje muy corporal, hay trozos con danza y los trajes son muy vistosos, metemos poco texto para que el que no entienda al menos sienta y lo viva', añade.

No les hacen falta efectos especiales de última generación: una máquina de fabricar burbujas y otra para hacer viento o humo causan sensación en todos los colegios por los que pasa la compañía. 'Las obras para este tipo de alumnos no se basan en el lenguaje y cobran más fuerza otros recursos para atraer la atención, como la luz, el sonido, las canciones y un ritmo más lento de la trama', explica la responsable de Educación Especial del Ayuntamiento de Madrid. 'Cuidamos con mucho esmero la pronunciación y usamos la figura del doble personaje, que hace de mendigo y narrador. El mendigo mira la función e interpela al público: '¡Huy, aparece la reina de la noche!', cuenta la directora de El Globo Rojo.

Los espectáculos teatrales son también una ayuda para los profesores de estos centros especiales, que utilizan los montajes como un incentivo, como un premio. ¿Y las familias? Los padres de los chavales consideran 'muy positivo' que los niños vayan al teatro, según Rosa Mozota, salvo en casos excepcionales. 'Algunos piensan que esto no compensa, pero es que son familias que ya de por sí tienen poco hábito de ir al teatro', justifica la representante del Consistorio.

La compañía teatral El Globo Rojo lleva 16 años actuando para niños en los colegios. Sus 14 integrantes han tenido tiempo suficiente para saber que preparar montajes para espectadores infantiles es muy arriesgado, y un tanto enigmático si, además, los pequeños tienen minusvalías psíquicas.

La directora del grupo, Nené Fischtel, no ha podido olvidar aún la primera función: 'Fue terrible, porque nos dio la impresión de que ningún niño se había enterado de nada'. Por suerte, una profesora la sacó pronto del error. 'Nos aclaró que los chavales habían disfrutado porque ninguno se había movido ni había dicho nada y que eso era síntoma de que les gustaba', recuerda.

Rosa Mozota también se acuerda de aquel día: 'Fue una función para un centro de paralíticos cerebrales y los de la compañía terminaron deprimidos; sin embargo, los educadores les aclararon que los chavales habían disfrutado mucho porque se quedaron muy quietos', recalca.

Las caras, los nombres y los colegios de los espectadores varían, pero las dificultades son siempre las mismas: los chavales tienen problemas de concentración, se distraen con facilidad y no exteriorizan lo que sienten. 'A veces no ven y, además, tienen parálisis cerebral', apunta Fischtel. 'Los de síndrome de Down siguen muy bien el espectáculo, participan y lo agradecen; es una delicia trabajar con ellos', subraya. En general, la gente de El Globo Rojo sabe que el éxito es difícil, pero que las satisfacciones son innumerables. 'No ofrecemos a los niños cultura ni teatro, sino un momento de felicidad en sus vidas'.

Actuación de El Globo Rojo en el colegio Princesa Sofía, el pasado viernes.BERNARDO PÉREZ

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