Editorial:

Bogotá: fin de partida

Andrés Pastrana asumió la presidencia de Colombia en 1998, en medio de una febril exaltación de paz y un objetivo muy definido de negociaciones con la guerrilla de las FARC. Metido ya en el último año de su mandato, de aquel proceso negociador sólo queda una cadena de asesinatos, cuyo último eslabón ha sido la ex ministra de Cultura Consuelo Araujo, que había sido secuestrada por las FARC el pasado día 24 y cuyo cuerpo fue hallado el domingo cerca de Valledupar.

Ya el 7 de agosto, el presidente conservador, en un discurso gravemente premonitorio, advertía a la guerrilla de que, después ...

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Andrés Pastrana asumió la presidencia de Colombia en 1998, en medio de una febril exaltación de paz y un objetivo muy definido de negociaciones con la guerrilla de las FARC. Metido ya en el último año de su mandato, de aquel proceso negociador sólo queda una cadena de asesinatos, cuyo último eslabón ha sido la ex ministra de Cultura Consuelo Araujo, que había sido secuestrada por las FARC el pasado día 24 y cuyo cuerpo fue hallado el domingo cerca de Valledupar.

Ya el 7 de agosto, el presidente conservador, en un discurso gravemente premonitorio, advertía a la guerrilla de que, después del fracaso de una prenegociación que dura ya más de dos años y en la que las FARC han rechazado una tras otra todas las iniciativas de diálogo del Gobierno, sólo restaba la guerra. Una actitud más agresiva de las fuerzas que manda el general Fernando Tapia, con la noticia de algunos éxitos sobre el terreno, subrayaba un cierto cambio de política. Después de reconocer abiertamente que nunca ha llegado a abrirse una auténtica negociación, Pastrana ha lanzado un ultimátum a las FARC en términos de todo o nada. Ahora, con el respaldo de una maquinaria de guerra reforzada por Estados Unidos a través del Plan Colombia.

Pastrana ha transmitido a las huestes de Marulanda que o declaran una tregua de al menos seis meses de duración o se da por liquidado cualquier esfuerzo pacificador. Si ese mal augurio se cumple, el próximo 7 de octubre Pastrana dará por cancelado el acuerdo de 1998, en virtud del cual el Estado colombiano reconocía a las FARC la libre circulación y práctico dominio de la llamada zona de despeje, una extensión equivalente a Extremadura, donde la guerrilla ejerce desde entonces plena soberanía.

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Si el jefe guerrillero no se aviene a la tregua, a la sociedad colombiana no le quedará más remedio que fajarse para un combate para el que no está preparada y cuyo precio no quiere asumir. Un escenario que aumentará, si cabe, la desesperanza de una ciudadanía que no ha conocido la paz civil en los últimos 35 años. Todo hace pensar que el proyecto de diálogo diseñado por Pastrana toca a su fin.

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