Editorial:

Trascendencia política de un éxito policial

En una entrevista aparecida el pasado domingo, el consejero vasco de Interior, Javier Balza, declaraba que 'mientras haya una actividad delictiva habrá una respuesta policial'. Pasando de las palabras a los hechos, la Ertzaintza detuvo ayer a la totalidad de los miembros de un comando de ETA en Guipúzcoa.

Balza informó que la operación, supervisada por el juez Garzón, había sido comunicada a la Policía Nacional y a la Guardia Civil, y adelantó que su desarrollo y el contenido del material incautado serían analizados en breve en el organismo de coordinación puesto en marcha estos ...

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En una entrevista aparecida el pasado domingo, el consejero vasco de Interior, Javier Balza, declaraba que 'mientras haya una actividad delictiva habrá una respuesta policial'. Pasando de las palabras a los hechos, la Ertzaintza detuvo ayer a la totalidad de los miembros de un comando de ETA en Guipúzcoa.

Balza informó que la operación, supervisada por el juez Garzón, había sido comunicada a la Policía Nacional y a la Guardia Civil, y adelantó que su desarrollo y el contenido del material incautado serían analizados en breve en el organismo de coordinación puesto en marcha estos días. Además, abogó por mantener la lucha contra ETA 'a resguardo del debate político' e hizo un llamamiento en favor de aunar esfuerzos 'frente a la organización terrorista'.

Se trata sin duda de una operación policial importante, sobre todo por la gran cantidad de armamento y explosivos capturada y porque da la impresión de haber afectado al centro en el que los terroristas preparaban y desde el que enviaban sus artefactos mortíferos, incluidos los coches bomba que hacían estallar en cualquier lugar de España. Pero es también trascendente políticamente porque coincide con un momento en el que, por razones que no pueden ser casuales, se están dando pasos hacia la cooperación de la policía vasca con las fuerzas de seguridad del Estado. Algo claramente incompatible con la política de ambigüedad mantenida durante años por el nacionalismo institucional. En este sentido, la operación de ayer podría ser la señal de que se acerca el fin de un ciclo en la política vasca.

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Ese ciclo se inició a mediados de los noventa, cuando convergieron el convencimiento de ETA de que nunca conseguiría imponer una negociación política con el Estado y la necesidad del PNV de agrupar todos los votos nacionalistas, también los de HB, para mantener su mayoría. Son de entonces aquellos mensajes de que había que acabar con la lucha armada, pero 'no por la vía de la rendición' de ETA, que había que 'ceder por ambas partes' y, sobre todo, que había que evitar un enfrentamiento entre nacionalistas. Es evidente que son mensajes muy diferentes a los que definen a ETA como una organización 'fascista y totalitaria', y afirman que la prioridad es combatirla y perseguir 'toda transgresión de los derechos humanos'.

La discusión sobre si durante los últimos años se ha hecho eso o lo contrario es menos importante que la de si es eso lo que se va a hacer en adelante. Lo interesante del momento es que sin la participación del nacionalismo institucional es inviable la estrategia frentista de ETA consistente en ir imponiendo, por la vía de los hechos consumados y bajo la amenaza de la violencia, avances irreversibles hacia la independencia. Y que la evidencia de una violencia sin estrategia no puede dejar de favorecer la aparición en el mundo radical de voces en favor de la renuncia de ETA: como ocurrió en Irlanda entre el Sinn Fein y el IRA, y aquí entre Euskadiko Ezkerra y ETA (político-militar).

Además, si la Ertzaintza se enfrenta a ETA y a la kale borroka, la lógica de la situación le llevará a cooperar con la policía y la Guardia Civil, y a sus responsables políticos a defender la unidad de los demócratas contra el fascismo abertzale. Todo ello es incompatible con los tópicos nacionalistas sobre la contraposición entre medidas políticas y policiales, y también con los intentos de contrarrestar la imagen positiva de la cooperación entre policías mediante mensajes como el de que el Gobierno español, si pudiera, 'disolvería a la Ertzaintza por decreto', como dijo hace poco Joseba Egibar.

Al capturar a esos terroristas e incautar un material destinado a matar a muchas personas, la policía vasca se ha ganado el reconocimiento ciudadano. Pero las detenciones suponen también un importante paso político hacia la recuperación de la confianza entre las instituciones y los partidos democráticos.

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