Langostinos, de primera

'El llangostí de Guardamar es republicà', dice un pescador mientras repasa sus redes sobre la barca en la desembocadura del río Segura, tras recoger la pesquera y mientras unos kilos de caro y exquisito langostino esperan, aún vivos, en un cubo su inminente subasta. La cola o aletas nadatorias de este langostino muestran efectivamente el color rojizo, amarillento y lila de la bandera de la República, y de ahí este dicho que repiten muchos pescadores de la localidad, donde más al sur se habla aún valenciano, entre los autóctonos.

La fama internacional del langostino de Guardamar d...

'El llangostí de Guardamar es republicà', dice un pescador mientras repasa sus redes sobre la barca en la desembocadura del río Segura, tras recoger la pesquera y mientras unos kilos de caro y exquisito langostino esperan, aún vivos, en un cubo su inminente subasta. La cola o aletas nadatorias de este langostino muestran efectivamente el color rojizo, amarillento y lila de la bandera de la República, y de ahí este dicho que repiten muchos pescadores de la localidad, donde más al sur se habla aún valenciano, entre los autóctonos.

La fama internacional del langostino de Guardamar del Segura no viene, sin embargo, de su presunta ideología, sino de su sabor marítimo logrado en las finas arenas que rodean el litoral en torno a la desembocadura del río Segura.

Decenas de turistas suelen agolparse cada día durante el verano en torno a la subasta de langostinos, que en una modesta caseta de Guardamar, cada mañana a las diez realiza la Cofradía de Pescadores, con algunos de los crustáceos de prieta carne y caparazón atigrado aún saltando sobre las cestas de mimbre.

Es una subasta a la baja que suelen rematar los dueños de los mejores restaurantes de la provincia, y estos días tienen que hacerlo pagando precios de unas 15.000 pesetas por kilo o más. Este año hay pocos langostinos, y pescadores y hosteleros saben lo que valen. También algunos particulares se dan el capricho; 'ayer un particular pagó 120.000 pesetas por seis kilos', contó el patrón mayor de la Cofradía de Pescadores, Manuel Ríos Blasco, armador que ostenta ese cargo desde hace 27 años.

Una decena de pequeños barcos tresmalleros con una treintena de pescadores mantienen hoy día la tradición de la pesca del langostino en primavera y verano, mientras el resto del año salen por la sepia o el lenguado; cada embarcación puede conseguir tres o cuatro kilos por noche como mucho, ahora que la pesca va medio bien: hasta julio han estado pescando la mitad que otras temporadas y sólo sacaban un kilo cada barca. 'Creemos que se debe a que el Segura ha traído poco agua este año, y si por el río no baja agua luego hay menos langostinos', señaló Ríos.Así es que el río Segura, con sus mayores o menores aportaciones de nutrientes y de agua potable -las crías del langostino se acercan a la desembocadura en busca de una menor salinidad- determinan que luego se pesque más o menos.

También el Segura, con menores arrastres históricos de fangos que otros ríos mediterráneos, hacen del litoral guardamarenco un lugar especial para darles la merecida fama de calidad que tienen. 'El suelo arenoso y sin fango hace que nuestro langostino depure mejor su organismo y tenga mejor sabor que otros, según nos dicen los expertos', explicó el patrón mayor con legítimo orgullo.

Aunque ahora se pagan a 15.000 pesetas el kilo en la subasta (imagínense luego el precio en restaurante), según los momentos se han pagado de 8.000 a más de 30.000 pesetas, según oferta y demanda. Luego se comen hervidos, a la plancha, con tomate o en la paella, 'pero a mí me gustan a la plancha', dijo el veterano pescador Manuel Ríos, 'vuelta y vuelta y con unas gotas de limón, esto es lo mejor del mundo', aseguró convencido.