CARTAS AL DIRECTOR

Leche de vaca

He descubierto una injusticia y quiero denunciarla. Se me dirá que es una injusticia pequeña. Que si nos entretenemos en remediar estos pequeños desaguisados nunca acabaremos de arreglar el mundo. Pero... ¡sería tan fácil de enmendar! Se trata de que en los cartones de leche de vaca no se dice que sea leche de vaca.

No, no es ninguna idiotez. Entiendo que no es una denuncia espectacular. Pero... un momento, un momento. La cosa es más grave de lo que parece.

Mire usted bien cualquier tetrabrick lácteo. En letras regordetas y claras podrá leer todo tipo de adjetivos dedicados al lí...

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He descubierto una injusticia y quiero denunciarla. Se me dirá que es una injusticia pequeña. Que si nos entretenemos en remediar estos pequeños desaguisados nunca acabaremos de arreglar el mundo. Pero... ¡sería tan fácil de enmendar! Se trata de que en los cartones de leche de vaca no se dice que sea leche de vaca.

No, no es ninguna idiotez. Entiendo que no es una denuncia espectacular. Pero... un momento, un momento. La cosa es más grave de lo que parece.

Mire usted bien cualquier tetrabrick lácteo. En letras regordetas y claras podrá leer todo tipo de adjetivos dedicados al líquido alimento: 'uperisada, entera, desnatada, semidesnatada, vitaminada, homogeneizada'... se dice que es de Galicia, o de Asturias; se dice que tiene calcio, o que no tiene no sé qué... pero no se dice de dónde viene la leche. No se dice la verdad. Día tras día millones de niños desayunan en la más completa ignorancia porque se les oculta la verdad. Se da por hecho. Se da por sabida. Pero hace ya tanto tiempo que nadie se la dice que si hiciésemos una encuesta en los colegios preguntando: '¿Qué es la leche?', exclamaríamos al ver los resultados: '¡Esto es la leche!'.

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Somos unos desagradecidos. No sólo hemos estabulado a las vacas en catacumbas malolientes privándoles del paisaje relajante de los prados. No nos basta con haber inventado sistemas diabólicos de ordeño en los que una máquina succiona la ubre que antes acariciaba con humanidad el vaquero. Era además preciso esconder al pobre animal, borrar su nombre y hasta su imagen. Que no se sepa lo mucho que le debemos. Era necesario eliminar su memoria porque nos recordaba nuestro origen humilde y nos robaba protagonismo.

Protagonismo. ¿A quién le extraña que las vacas se vuelvan locas? Yo creo que se lo hacen. Para llamar la atención.

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