Cartas al director

Aznar, entre los grandes

No me gustan los amigos de Aznar: Bush, Putin y Berlusconi. Está convencido de que codeándose con estos personajes supone estar a su altura. Estos jefes de Estado, cada uno en su estilo, son enemigos declarados del desarrollo de los pueblos. Están de acuerdo en favorecer a los poderes económicos, que son los que les sostienen. Y Aznar, a su lado, parece el bufón que sólo ríe sus gracias. Junto a ellos, jamás resolverá los problemas que tenemos planteados los españoles. Ni dentro ni fuera de España.

El traje del Gobierno le viene grande. Su talla política se ve desbordada cuando trata de...

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No me gustan los amigos de Aznar: Bush, Putin y Berlusconi. Está convencido de que codeándose con estos personajes supone estar a su altura. Estos jefes de Estado, cada uno en su estilo, son enemigos declarados del desarrollo de los pueblos. Están de acuerdo en favorecer a los poderes económicos, que son los que les sostienen. Y Aznar, a su lado, parece el bufón que sólo ríe sus gracias. Junto a ellos, jamás resolverá los problemas que tenemos planteados los españoles. Ni dentro ni fuera de España.

El traje del Gobierno le viene grande. Su talla política se ve desbordada cuando trata de emular a sus amigos. Con sus recetas nunca se solucionarán los problemas de nuestra educación, sanidad, emigración, etcétera. No obstante, Aznar, con amigos y sin amigos de esta índole, sigue siendo el mismo. Un hombre de la tradicional derecha española. En sus planes es difícil que contemple la ayuda al débil. Débiles son los jóvenes con fracaso escolar por la deficiente inversión en la educación pública. Débiles son los trabajadores con contratos basura y parados de larga duración con más de cuarenta años. Débil es un pueblo alejado de la cultura que le hace más libre. En fin, débiles somos todos los que hemos perdido parcelas en el Estado de bienestar. El déficit cero de Aznar se lo ha llevado casi todo: la investigación, las prestaciones sociales, el tratamiento humanitario a los inmigrantes, etcétera.

Por mi parte, aunque suene a perverso, me siento más representado por los manifestantes antiglobalización que por los 15 jefes de Estado que pretenden vendernos la idea de que sólo su política es la buena para nosotros, los ciudadanos de a pie. Los policías suecos han disparado contra los manifestantes, provocando heridos de bala. No obstante, cuando Aznar sea el anfitrión en España, sus 14 colegas, y también los casi seguros manifestantes, pueden estar más tranquilos, porque los cuerpos y fuerzas de seguridad en España son otra cosa. Acaban de demostrarlo en Barcelona.

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Al fin y al cabo, algo se está moviendo en contra de tanto atropello en nombre de la libertad de mercado, nuevo becerro de oro del poder, económico, por supuesto. Aquellas personas que vivimos la época de Mayo del 68, cualquier contestación a la política necia de la globalización no la encontramos mal. Por ahora, el presente nos depara un Aznar luciendo su saber vestir, exhibiendo su impactante corbata y jugando a hombre de Estado entre los grandes del mundo y de Europa.

Pesan demasiado sobre sus espaldas los 13 años de socialismo español, motor de la transformación española, aunque se vea aliviado recordando las conductas corruptas de los socialistas, que le han llevado a sustituir el 'váyase, señor González' por el 'y tú más'.-

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