Editorial:

Europa, a debate

Tras criticar la actitud de Aznar en el curso de la sesión de información en el Congreso sobre el Consejo Europeo de Gotemburgo, el secretario general de los socialistas, Rodríguez Zapatero, ha ofrecido un pacto en materia de integración europea, en contraste con las broncas descalificaciones con las que el presidente del Gobierno recibió el documento socialista sobre el futuro de la UE. No deja de ser insólito que haya sido la oposición la que se haya adelantado al Ejecutivo en la presentación de un marco sobre el futuro europeo. Pero más insólito aún es que no se haya producido un debate en ...

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Tras criticar la actitud de Aznar en el curso de la sesión de información en el Congreso sobre el Consejo Europeo de Gotemburgo, el secretario general de los socialistas, Rodríguez Zapatero, ha ofrecido un pacto en materia de integración europea, en contraste con las broncas descalificaciones con las que el presidente del Gobierno recibió el documento socialista sobre el futuro de la UE. No deja de ser insólito que haya sido la oposición la que se haya adelantado al Ejecutivo en la presentación de un marco sobre el futuro europeo. Pero más insólito aún es que no se haya producido un debate en profundidad en un pleno del Congreso sobre un proceso de integración que afecta a casi todos los aspectos de la vida española. Dado su formato, una sesión de información no basta, como se puso de relieve ayer. Tampoco el debate sobre el estado de la Nación es el marco adecuado.

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Hay intereses objetivos en la política exterior y en la política europea española que deben recibir el más amplio apoyo político y social, y ser objeto de una estrategia lo más común posible. Los ciudadanos están interesados en el éxito de la presidencia española del Consejo de la UE en el primer semestre de 2002. En este contexto resulta acertado que Aznar quiera incorporar al Consejo Europeo de primavera, en Barcelona, a los 12 Estados candidatos a entrar en la UE.

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Este Consejo ha de debatir la estrategia de una Europa competitiva, de progreso social y de defensa del medio ambiente. Pero llegar a un pacto de Estado sobre la integración europea no equivale a sustraer del debate público un conjunto de asuntos como la agricultura, el medio ambiente, el gasto público o la fiscalidad. El contraste de posiciones sobre Europa dentro de cada esfera nacional es no sólo perfectamente normal en países como Francia, Irlanda, Dinamarca, Reino Unido y otros, sino sano desde el punto de vista de las relaciones democráticas entre Gobierno y oposición. Las distintas políticas europeas forman ya parte de las ofertas de los partidos en los Estados de la UE e incluso en algunas regiones o comunidades autónomas. El Tratado de Niza incita a llevar el debate sobre la reforma de la Unión a toda la sociedad, y, desde luego, a los parlamentos nacionales. Si tras ese debate hay coincidencia, mejor; si no la hay, no pasa nada.

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