INMIGRACIÓN

Treinta mujeres inmigrantes evitan la expulsión de España al denunciar a sus proxenetas

La red de trata de blancas obligaba a las extranjeras a prostituirse y a entregar 50.000 pesetas al día

La mayoría de estas inmigrantes irregulares, entre las que se encuentran algunas madres solteras menores de edad, son originarias de zonas deprimidas de Rumanía y Moldavia, donde tienen su origen algunas redes de trata de blancas que captan mujeres de origen humilde bajo la promesa de un trabajo. Sin embargo, después las someten a explotación sexual, generalmente en Madrid, Valencia, Baleares y Canarias.

Las investigaciones policiales fructificaron el pasado febrero con la detención de varios rumanos, entre ellos Ion C., El Ruso, presunto capo de la organización en España, que vi...

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La mayoría de estas inmigrantes irregulares, entre las que se encuentran algunas madres solteras menores de edad, son originarias de zonas deprimidas de Rumanía y Moldavia, donde tienen su origen algunas redes de trata de blancas que captan mujeres de origen humilde bajo la promesa de un trabajo. Sin embargo, después las someten a explotación sexual, generalmente en Madrid, Valencia, Baleares y Canarias.

Las investigaciones policiales fructificaron el pasado febrero con la detención de varios rumanos, entre ellos Ion C., El Ruso, presunto capo de la organización en España, que vivía en Mallorca. Las pesquisas posteriores se han saldado, por ahora, con la captura de un total de 35 individuos acusados de formar parte de una red de tráfico de seres humanos, inmigración ilegal y proxenetismo. Hay otros 50, ya identificados, en busca y captura.

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'Estas mujeres antes tenían miedo y no hablaban, pero ahora cada vez son más jóvenes y saben que si se acogen al artículo 59 de la nueva Ley de Extranjería y a la Ley Orgánica 19/1994 de Protección de Peritos y Testigos, se les regulariza su situación y hasta pueden rehacer sus vidas', aseguran los policías del grupo VI de la UCRIF (Brigada de Extranjería) de Madrid.

La mayoría de estas inmigrantes son jóvenes captadas en Rumanía y Moldavia con falsas promesas de trabajo como camareras y empleadas en lavaderos de coches en España. Tras un penoso viaje, en ocasiones ocultas en falsos techos de los trenes que pasan la frontera entre Rumanía y Hungría, llegan a Madrid. Una vez en esta ciudad, los miembros de la red, de la misma nacionalidad y generalmente con documentos de residencia en regla, pagan a los pasadores (encargados del viaje) 2.500 marcos alemanes (unas 200.000 pesetas) por cada una de las mujeres. A continuación, retiran el pasaporte a las mujeres, a las que encierran en pisos de barrios periféricos, donde son subastadas entre los proxenetas, que pujan por cada una de ellas por cantidades de hasta 20.000 dólares (4.000.000 de pesetas), en función de su físico o su edad. Esta cantidad es la que tendrán que pagar a los capos de la red en España y éstos a los grandes jefes que controlan la banda en Rumanía.

Una vez adjudicadas, las mujeres son violadas y obligadas a practicar el sexo siguiendo las pautas de una serie de vídeos pornográficos que les son exhibidos. Después, las inmigrantes son sometidas a un severo régimen de comida para que adelgacen. Finalmente, los traficantes de seres humanos les compran ropa, les dan un teléfono móvil y les designan una zona y un horario donde son obligadas a ejercer la prostitución, vigiladas de cerca por sus protectores. Entre semana están obligadas a obtener unas 50.000 pesetas al día con la realización de servicios sexuales a razón de 3.000 y 5.000 pesetas, cada uno de ellos de menos de 15 minutos de duración.

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La cifra a obtener sube los jueves y los viernes, hasta las 100.000 pesetas los sábados. Los jefes de la organización consideran los domingos como jornada festiva, aunque la red, que lleva una contabilidad rigurosa, suele emplear a las mujeres para servicios especiales. Pasado un tiempo, si no consiguen huir, cuando ya están 'gastadas' en Madrid son enviadas a la costa valenciana o a Baleares y Canarias para finalmente ser vendidas a redes albanesas, que las explotan en África, según fuentes policiales.

Todas las mujeres que se han acogido a las leyes de Extranjería y de Testigos Protegidos lo hicieron tras lograr escapar de la red. 'Suelen convencer a un cliente para que las deje en algún lugar fuera del control de la organización. Después, cuando vienen a la brigada, están temerosas por las amenazas recibidas. Pero cuando hablan con los policías y con los profesionales de los centros de acogida concertados deciden aceptar el ofrecimiento' de colaborar con la justicia, según un funcionario de la UCRIF.

Tras prestar declaración en los juzgados, las inmigrantes han sido trasladadas a pisos repartidos por toda España, donde se les ayuda a superar el trauma pasado y se les busca trabajo. Tan sólo en algunos casos deciden volver a sus países de origen o a ejercer la prostitución. Algunas, incluso, contraen matrimonio con españoles.

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