Columna

Nacionalistas

Los empresarios valencianos habrán de plantearse seriamente -y no les queda mucho tiempo para hacerlo- si quieren, desde un punto de vista de la generación de negocios y actividades económicas, una comunidad autónoma con capacidad para afrontar diferenciadamente su porvenir y el papel que le corresponde en el contexto europeo.

Los empresarios, saben y han experimentado con toda crudeza que acaban viniendo de fuera para hacer lo que muy bien podíamos hacer los de dentro. Son carreteras o muebles, serán edificaciones y proyectos, incluso, puentes, servicios o la política económica, por su...

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Los empresarios valencianos habrán de plantearse seriamente -y no les queda mucho tiempo para hacerlo- si quieren, desde un punto de vista de la generación de negocios y actividades económicas, una comunidad autónoma con capacidad para afrontar diferenciadamente su porvenir y el papel que le corresponde en el contexto europeo.

Los empresarios, saben y han experimentado con toda crudeza que acaban viniendo de fuera para hacer lo que muy bien podíamos hacer los de dentro. Son carreteras o muebles, serán edificaciones y proyectos, incluso, puentes, servicios o la política económica, por supuesto, que nos conviene para que la Comunidad Valenciana refuerce. Y esto pasa por que se intensifique el pulso que, desde siempre, mantienen los de dentro con respecto a los que mandan fuera. No hace mucho asistí a un acto en el que Juan Roig -mister Mercadona- se declaraba empresario, valenciano y nacionalista. En estos tiempos, cuando casi todos evitan autodefinirse, por si acaso, es insólito que uno de los personajes más poderosos e influyentes de la Comunidad Valenciana nos dé pistas para que podamos saber por dónde va.

No es fácil ser nacionalista en la Comunidad Valenciana y mucho más duro darlo a conocer. Bien es cierto que Juan Roig, por razones obvias, tiene pocos motivos para que le asuste algo o alguien. Los valencianos, a determinados niveles, sentimos como una sombra todopoderosa que nos tutela, vigila o embiste según la posición en que nos situemos. Más de uno puede mostrar las cicatrices y las secuelas de sus lances frente al sistema, que va más allá de cualquier sigla política y que muchas veces cambia de posición, pero no de protagonistas.

El nacionalismo cotiza a la baja, sobre todo después de la que cae en el País Vasco, en coincidencia con las horas más negras del nacionalismo catalán, desde que se puso en marcha el mecanismo de la transición.

El problema de los términos y los conceptos es que se deterioran con su uso. Los empresarios valencianos han de decidir su futuro al margen de las modas y los quiebros políticos. Sucursal o centro de decisión. Juan Roig, que es uno de los valores empresariales con mayores posibilidades y realidades, no es sensible a estos derrotes. Y en cambio conoce cuál es la postura que le conviene adoptar.

Existe una tradición nacionalista en el empresariado valenciano. Posiciones definidas como la de Ignacio Villalonga, Joaquín Reig, Francisco Domingo, Luis Suñer, Joaquín Maldonado, Vicente Iborra, José María Simó o Manuel Broseta marcan hitos decisivos. La Feria, la CEV, las Cámaras, Cierval, Bancaixa, la CAM, el Impiva o las Sociedades de Garantías Reciprocas son, entre otros, los principales eslabones de una cadena de plataformas económico-empresariales, de cuya adecuada combinación depende el futuro autonómico de la Comunidad Valenciana. No es posible renunciar a bazas estratégicas, sin que resulte afectado el porvenir del entramado empresarial. Ser nacionalista y actuar en consecuencia, puede ser arriesgado, pero renunciar a un posicionamiento estrictamente valenciano en algunos aspectos cruciales, es suicida.

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