Cien días de vecindad con los acampados

Residentes y comerciantes comparten penas y esperanzas con los empleados de Sintel instalados en la Castellana

Ana Pérez, vecina del paseo de la Castellana, 168, explicaba ayer que la mayor molestia que causa la Acampada de la esperanza de los trabajadores de Sintel es puramente paisajística. 'Molestar, no molestan. Es el tener que verlos ahí delante todos los días, en esas condiciones, viviendo en esas tiendas de campaña y esos chamizos... Pasando frío. ¡Vamos, como molestar, molestan mucho más las obras que los de Sintel! Que si hoy abren una zanja los del gas, que si mañana la cierran; que a los dos días vienen los de la Telefónica y la vuelven a abrir y que si la vuelven a cerrar... Y el ru...

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Ana Pérez, vecina del paseo de la Castellana, 168, explicaba ayer que la mayor molestia que causa la Acampada de la esperanza de los trabajadores de Sintel es puramente paisajística. 'Molestar, no molestan. Es el tener que verlos ahí delante todos los días, en esas condiciones, viviendo en esas tiendas de campaña y esos chamizos... Pasando frío. ¡Vamos, como molestar, molestan mucho más las obras que los de Sintel! Que si hoy abren una zanja los del gas, que si mañana la cierran; que a los dos días vienen los de la Telefónica y la vuelven a abrir y que si la vuelven a cerrar... Y el ruido que hacen y el polvo que levantan, y la excavadora en la acera y las máquinas que aplastan la tierra y el estruendo del taladro que pica el asfalto...', relataba la vecina.

'La acampada nos ha hecho perder clientes, pero entendemos su problema', dice un vendedor
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La acampada-protesta de los trabajadores de la empresa de instalación y mantenimiento de material telefónico Sintel, en suspensión de pagos desde el pasado junio, cumplió ayer 100 días y 100 noches. Surgió el 29 de enero, frente al Ministerio de Economía y Hacienda, con apenas una decena de tiendas de lona en uno de los laterales del paseo de la Castellana. Aquellos trabajadores protestaban porque la empresa cerró sin hacerse cargo de la situación económica en la que dejaba a sus empleados, a los que adeuda diez nóminas. Ahora son ya 1.500 los currantes del chubasquero azul y gris que se han mudado a la Castellana, improvisando su hogar en el interior de una tienda de campaña o en un chabolo de madera. La mayoría de los vecinos, comerciantes y demás trabajadores de la zona conviven con los manifestantes en armoniosa solidaridad.

Carlos Masó, director de una agencia de viajes del paseo de la Castellana, 176, asoma la cabeza por entre los carteles del escaparate, donde se ofertan viajes al Caribe. Donde antes había un paseo con chopos, ahora sólo ve un horizonte de tiendas de campaña adornadas con banderitas rojas de los distintos sindicatos y con carteles de protesta contra Telefónica y el Gobierno del PP. 'No, no... Los de Sintel no me han comprado ningún viaje exótico. Ni siquiera uno en autobús a alguna provincia. No me valen como clientes, aunque sí les he hecho algún que otro favor', bromea Masó. 'Alguna vez les he dejado pasar al lavabo de la agencia para su aseo personal o enviar un fax con sus documentos', precisa.

Masó se ajusta el nudo de la corbata cuando habla, convencido de que la presencia de las tiendas de campaña de Sintel ha sido perjudicial para su negocio. 'Creo que su llegada, tanto para mí como para otros comerciantes, nos ha hecho perder clientela. La razón no es otra que ésta: donde ahora crece el asentamiento, antes había un paseo por el que transitaban amas de casa con sus niños y otros clientes potenciales que entraban en la tienda a preguntar precios y curiosear, y al final acababan comprando viajes', explica.

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Eligio Cantoriño, gallego de 46 años, que regenta un puesto de venta de flores en la plaza de Cuzco, comenta: 'A todos los comerciantes nos perjudica un poco, porque hay gente que prefiere no pasar por los alrededores de las tiendas... Aun así, entendemos su problema [el de los acampados]. ¡Nueve meses sin cobrar son muchos meses! Hay muchas familias perjudicadas y muchas bocas que alimentar', añade Cantoriño.

Los trabajadores de Sintel han reclamado la intervención y ayuda del Gobierno para cobrar lo que se les debe. Entre los funcionarios del propio Ministerio de Economía y Hacienda hay muchos que piden una actuación inmediata a favor de los empleados acampados en la Castellana.

'Salimos a manifestarnos un puñadito de funcionarios todos los viernes por la mañana, y, aunque somos cuatro, les sirve de apoyo. También pegamos carteles de protesta dentro del ministerio para reclamar ayuda y mostrar nuestra solidaridad hacia este colectivo', explica Carmen, funcionaria de 44 años. Cien días de acampada 'son muchos días'. Los trabajadores aseguran que seguirán otro tanto si es necesario.

Un trabajador de Sintel fregaba ayer una cacerola en el campamento del paseo de la Castellana.ULY MARTÍN

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