OPINIÓN DEL LECTOR

El discurso del Rey en el Cervantes

El Rey leyó un discurso en el que aseguró que el idioma español no ha sido impuesto a nadie.

Evidentemente, contradijo la historia de varios continentes, de muchas naciones y de muchos millones de personas.

Hay que tener en cuenta que, pese a que todos sabemos que el Rey lee los discursos que le preparan en el Gobierno, no es un simple locutor. Por tanto, tiene la responsabilidad y el derecho de discrepar de lo que le entregan (no es la primera vez que su discurso araña) y negarse a leerlo. Desde el momento en que no lo ha hecho ni ha habido un comentario diplomáticamente negativ...

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El Rey leyó un discurso en el que aseguró que el idioma español no ha sido impuesto a nadie.

Evidentemente, contradijo la historia de varios continentes, de muchas naciones y de muchos millones de personas.

Hay que tener en cuenta que, pese a que todos sabemos que el Rey lee los discursos que le preparan en el Gobierno, no es un simple locutor. Por tanto, tiene la responsabilidad y el derecho de discrepar de lo que le entregan (no es la primera vez que su discurso araña) y negarse a leerlo. Desde el momento en que no lo ha hecho ni ha habido un comentario diplomáticamente negativo desde la Zarzuela, se ha convertido en parte del problema.

El propio Rey fue educado fuera de estas fronteras, habla desde la infancia varios idiomas y ha recibido una formación infinitamente más intensa y pluridisciplinar que cualquiera de nosotros. A estas alturas, prestarse a decir como opinión propia que el castellano no ha sido impuesto parece una cesión excesiva al partido en el poder.

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Por ceder a los castellanos en el poder ha herido a los que también somos sus súbditos, desde Galicia, Asturias, País Vasco o Cataluña, y a los que le miraban con respeto y con admiración por su buen hacer desde lugares como Latinoamérica, el Sáhara o Filipinas.

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Lo hecho ya no tiene remedio, pero rectificar es de sabios y poner las cosas en su sitio es un simple acto de valentía pública y de reconocimiento de la realidad que honra a quienes lo practican, independientemente del sillón que ocupen. Un saludo.-

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