Un grupo de expertos pide a Bush más coherencia en su política exterior

Cada vez que George W. Bush pide consejo a sus asesores en su punto más débil (la política internacional), el presidente de EE UU recibe dos respuestas discordantes. A medida que su Gobierno va haciéndose con el poder, el Pentágono y el Departamento de Estado parecen haber tomado caminos diferentes: mientras la institución militar mantiene sus criterios conservadores, los responsables de la diplomacia optan por una visión más templada de las cuestiones más polémicas.

A la falta de un criterio unánime se unen los consejos no pedidos, como el que acaba de ofrecerle a Bush un grupo de casi...

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Cada vez que George W. Bush pide consejo a sus asesores en su punto más débil (la política internacional), el presidente de EE UU recibe dos respuestas discordantes. A medida que su Gobierno va haciéndose con el poder, el Pentágono y el Departamento de Estado parecen haber tomado caminos diferentes: mientras la institución militar mantiene sus criterios conservadores, los responsables de la diplomacia optan por una visión más templada de las cuestiones más polémicas.

A la falta de un criterio unánime se unen los consejos no pedidos, como el que acaba de ofrecerle a Bush un grupo de casi 30 expertos en política exterior (republicanos y demócratas), que le recomienda en una carta revisar el precario acuerdo nuclear con Corea del Norte para asegurarse de que este país cumple su promesa sobre el bloqueo de su programa nuclear. En ese acuerdo, firmado en 1994, Pyongyang se comprometía a frenar el desarrollo de su arsenal a cambio de ayudas económicas para la construcción de reactores nucleares de uso eléctrico.

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Pero a los expertos les inquietan también otros temas de la acción exterior de Bush como la elevación del tono con China, la dureza con Rusia, el rechazo a firmar el tratado sobre el Cambio Climático o el sistema de defensa antimisiles.

En cuestiones de política exterior, Bush suple su falta de experiencia con un abultado equipo de asesores de larga experiencia. Sin embargo, los primeros movimientos de los dos máximos responsables con poder de decisión, el secretario de Estado, Colin Powell, y el de Defensa, Donald Rumsfeld, anticipa un debate político continuo. Rumsfeld ha escogido para los máximos cargos del Pentágono a antiguos colaboradores de Ronald Reagan e incluso a miembros del Centro Richard Nixon. Con ellos comparte las aproximaciones más conservadoras a los conflictos. Rumsfeld no oculta su displicencia hacia la creación de una fuerza de intervención rápida en Europa que actúe de forma paralela a la OTAN, y es partidario de proporcionar armas a la oposición iraquí para acabar con Sadam Husein.

Powell, en cambio, ha seleccionado como mano derecha a Richard Haass, que defiende la reforma de las sanciones a Irak (como hizo Powell hace algunas semanas) y se opone a la idea de armar a la oposición al régimen de Bagdad. Según un alto cargo del Gobierno citado por The New York Times, con el paso del tiempo 'llegará un momento en el que el presidente tenga que decidir cuál es la política exterior que desea, porque en muchas cuestiones va a obtener opiniones divergentes'.

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Falta por saber de qué lado se inclina el vicepresidente, Dick Cheney, que fue secretario de Defensa con Bush padre. Aunque el Departamento de Estado ve a Cheney como un socio del Pentágono, el vicepresidente puede adoptar un papel de mediador que ayude a unificar los criterios. En esa posición se encuentra Condoleezza Rice, consejera de Seguridad Nacional y aparentemente una de las personas de confianza del presidente.

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