Reportaje:

Un refugio para las mujeres de riesgo

Vida interior de una casa de acogida de Valencia para las víctimas de la violencia doméstica

Podría ser un piso corriente de cualquier edificio de la ciudad, pero en él no vive una familia convencional. En estos momentos conviven ocho mujeres y cuatro niños, pero mañana pueden haber cambiado sus inquilinos. Se trata de la única casa donde las mujeres maltratadas pueden estar con sus hijos pequeños, y la integridad de las mujeres acogidas obliga a mantener oculta su dirección. Está gestionada por el Ayuntamiento de Valencia, la Generalitat y Tyrius, una asociación de amas de casa sin ánimo de lucro.

Paqui Broseta es la educadora social del centro y cree que 'lo peor es que llega...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Podría ser un piso corriente de cualquier edificio de la ciudad, pero en él no vive una familia convencional. En estos momentos conviven ocho mujeres y cuatro niños, pero mañana pueden haber cambiado sus inquilinos. Se trata de la única casa donde las mujeres maltratadas pueden estar con sus hijos pequeños, y la integridad de las mujeres acogidas obliga a mantener oculta su dirección. Está gestionada por el Ayuntamiento de Valencia, la Generalitat y Tyrius, una asociación de amas de casa sin ánimo de lucro.

Paqui Broseta es la educadora social del centro y cree que 'lo peor es que llegan con una doble frustración'. 'Por un lado', explica, 'arrastran la desilusión de no haber podido cambiar al marido: aceptar que es una batalla perdida resulta muy duro para ellas. Por otro, el propio marido se ha encargado de humillarlas, de maltratarlas hasta el punto que se sienten culpables y disculpan sus palizas porque, al fin y al cabo, creen que se lo merecían por no saber complacerle', relata.

Más información

El problema es que hay que cambiar su escala de valores porque suelen proceder 'de familias desestructuradas, con poco poder adquisitivo, con la idea de que el marido es lo primero y principal'. Romper esa dependencia, tanto emocional como económica, supone una tarea fundamental para conseguir que sigan adelante.

Entre las mujeres de esta casa de acogida está Teresa, que lleva once meses. 'Estuve once años soportando a ése sujeto [nombre que utiliza para referirse a su marido]', expone, 'y en esos años pasé por todas las humillaciones imaginables y me agarré a la botella por pura desesperación'.

Alcohólica y destrozada física y psíquicamente, Teresa tardó un mes en empezar a reaccionar. 'Llegué tan mal que me encerré en mí misma y por mucho que las compañeras intentaban ayudarme, me costó', indica. 'Poco a poco me fui adaptando y ahora creo que ya estoy preparada para empezar a buscar trabajo'.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Laura Martínez, junto con cuatro educadoras más, se encarga de que las mujeres no se sientan solas. Conviven con ellas por turnos las 24 horas del día. 'Nosotras observamos su evolución, entramos en sus conversaciones y nos damos cuenta de cómo van cambiando su manera de ver las cosas, sus expresiones, incluso la cara', explica.

Un dato importante para Laura 'es ver cómo al principio no quieren ni salir a la calle porque les da pánico la posibilidad de encontrarse con el marido'. 'Muchas tardan unos días, otras tienen que salir acompañadas. Pero con el paso del tiempo empiezan a preocuparse por su aseo personal, se arreglan y eso significa que ya se sienten mejor', ilustra.

La relación entre ellas suele ser buena 'Hay los problemas típicos de convivencia, como en cualquier otra casa', comenta Laura Martínez. Y áñade: 'Distribuimos las tareas y ellas se encargan de limpiar y hacer la comida. Así personalizamos objetivos y cambiamos sus hábitos y costumbres'.

Tienen que vivir en la clandestinidad, pueden ver a su familia, quedar con ellos, pero nadie debe saber dónde está el piso por razones de seguridad. 'Son mujeres de riesgo, es decir, se han ido de casa, pero eso no significa que el marido no las busque, incluso alguna vez las han encontrado. La forma de evitar el peligro es ocultar donde está la casa', observa Laura Martínez.

Sonia llegó a la casa hace un mes con sus dos hijos de tres y seis años. 'Cuando pienso en los ocho años que pasé con mi marido todavía siento angustia y si no lloro, me pongo enferma, me ahogo. Cuando la policía me dijo que viniera aquí con mis niños le di gracias a Dios', manifiesta.

Paqui Broseta tiene muy claro que los pequeños 'son los más perjudicados porque no tienen la culpa de nada y, sin embargo, algunos tienen tan interiorizado los palos que, en cuanto creen que tú eres su enemigo, te levantan la mano. Pero, al mismo tiempo, cuando ven que han hecho algo mal y no les pegas les deja desconcertados, y si les haces alguna caricia ya te los has ganado. Los malos tratos son un problema de educación y si no viven otra cosa, los niños reproducirán en un futuro los esquemas que han vivido'. explica.

La casa de acogida se fundó en 1999. Desde entonces hasta hoy han pasado alrededor de 100 mujeres, un 20% aproximadamente han vuelto con el marido. 'Para nosotras', define Paqui Broseta, 'significa un fracaso porque, a pesar de las promesas que puedan hacer ellos, tarde o temprano volverán a las andadas'.

La estancia en la casa es temporal, depende del tiempo que tarden en recuperase. La finalidad es que las mujeres empiecen a valerse por sí mismas. 'Nuestro objetivo es que las mujeres consigan la independencia económica y afectiva y la libertad de poder elegir', concluye.

Elena Puchol es la psicóloga que presta ayuda a las mujeres de la casa de acogida. 'A consecuencia de la violencia y del temor contenido que han sufrido durante años, muchas de ellas al llegar a la casa reproducen alguna enfermedad psicosomática como crisis de ansiedad y estrés postraumatico. Pero no podemos generalizar porque depende de que hayan sido maltratadas psíquica, físicamente o violadas', asegura.

También resulta difícil hacer un perfil del agresor, puesto que depende mucho de cómo se establezca la relación de pareja. 'En algunos casos', explica la psicóloga, 'pueden llevar a prostitutas o a otras mujeres a casa para humillar a la mujer. En otros, el alcohol y las drogas o el tipo de trabajo que tengan suele ser un condicionante importante'.

La abogada, Alicia Carrera, se encarga de asesorar a las mujeres en los asuntos legales y a las madres, para conseguir la custodia de los hijos. Pero denunciar no es una condición indispensable para estar en el piso de acogida. 'Si la mujer duda', advierte Alicia Carrera, 'no tiene obligación de llevar adelante los tramites legales. Lo importante es que aquí se sientan tranquilas y puedan decidir qué es lo que quieren'.

Un paso importante ha sido la sensibilización, tanto de la policía, y de los hospitales como de los juzgados, donde, el propio juez intenta, en muchos casos, que el agresor no pueda encontrarse ni con la madre ni con los hijos, sobre todo, si han tenido que declarar contra el padre. La casa de acogida se convierte a menudo en lo más aproximado a un hogar, y algunas de las mujeres, aunque superen el problema, quedan vinculadas a ella.

Archivado En