De la guerra vista como 'cruzada'

300.000 mártires, 300.000 millones de pesetas. La cuenta la hizo en 1972 el muy católico y apostólico almirante Luis Carrero Blanco, con datos realizados, apenas terminada la guerra incivil, por Ramón Serrano Suñer, el primer ministro de Asuntos Exteriores de su cuñado, el general Franco. Según Carrero, resultaba intolerable que la Iglesia católica permitiese que miles de curas se rebelasen ahora contra una dictadura que les había tratado a cuerpo de rey hasta sumar, sólo en dinero, esos 300.000 millones en sueldos, subvenciones y otras muchas regalías.

Contó más tarde el cardenal Taran...

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300.000 mártires, 300.000 millones de pesetas. La cuenta la hizo en 1972 el muy católico y apostólico almirante Luis Carrero Blanco, con datos realizados, apenas terminada la guerra incivil, por Ramón Serrano Suñer, el primer ministro de Asuntos Exteriores de su cuñado, el general Franco. Según Carrero, resultaba intolerable que la Iglesia católica permitiese que miles de curas se rebelasen ahora contra una dictadura que les había tratado a cuerpo de rey hasta sumar, sólo en dinero, esos 300.000 millones en sueldos, subvenciones y otras muchas regalías.

Contó más tarde el cardenal Tarancón que ese 'pasar factura' de Carrero le irritó tanto que mandó al presidente del Gobierno una carta de protesta. 'Lo que más le dolió es que enviase copia a Franco, que, impresionado, algo le dijo a Carrero. Y éste me escribió una carta humildísima en la que decía que le había dado el mayor disgusto de su vida, porque para él ser hijo de la Iglesia era mucho más importante que ser presidente del Gobierno', relató el ya mítico prelado.

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La insatisfacción de Carrero venía de muy lejos, en realidad de 1939. Aquel año los jerarcas de la Iglesia, al mando del cardenal Isidro Gomá, habían reclamado al papa Pío XII, de acuerdo con Franco, una especie de beatificación colectiva de todos los mártires de la guerra, los 300.000 que había calculado para la ocasión el ministro Serrano Suñer.

Tamaña generosidad papal hubiera sido la consecuencia lógica de un golpe militar y una guerra presentados por Gomá como 'cruzada', con su consecuencia de 'caídos por Dios y por la Patria', pero Pío XII, convencido de la exageración de la propuesta, dio largas al asunto, lo mismo que sus sucesores, Juan XXIII y Pablo VI. Es más, Juan XXIII llegó a prohibir que se pronunciara la palabra cruzada en su presencia.

Juan Pablo II, en cambio, parece dispuesto ahora a compensar con creces la espera de unos obispos que creen que la II República maquinó para 'aniquilar a la Iglesia católica' y que en la guerra civil -consecuencia de un golpe de Estado apoyado por la jerarquía católica- se produjo 'un holocausto sin precendentes del clero y de los católicos'.

Lo cierto es que España acapara de forma apabullante el catálogo de mártires del siglo XX realizado el año pasado por Roma -10.000 son españoles, de un total de 13.000 registrados en todo el mundo-, y que Juan Pablo II parece dispuesto a beatificarlos a puñados. Los 233 de mañana son una mínima parte que hay que añadir a una cosecha -471 beatificaciones desde 1987- que sólo concluirá, probablemente, con la muerte o la jubilación de un Pontífice cuya vocación santificadora -el grado superior a la beatitud- es también superdotada: en 21 años ha canonizado nada menos que a 296 santos, casi la mitad de los 592 canonizados desde finales del siglo XVI.

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