Columna

24-F

Vivimos un día después que dura ya 20 años. Y aún vamos a seguir descubriendo siquiera minúsculas partes del gran iceberg que permanece sumergido en las heladas aguas de la desinformación y el olvido interesado. Golpistas entre barrotes hubo pocos, y ya no quedan. En cambio, tal como denunciara entonces la Unió de Periodistes, ¡cuántos tupidos velos siguen corridos sobre reacciones y palabras, ausencias y presencias, brindis y titubeos!

Hablamos en la Universitat de Valencia del papel de los medios en aquella noche aciaga, y quedan expuestas publicaciones y vídeos que muchos sólo conocí...

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Vivimos un día después que dura ya 20 años. Y aún vamos a seguir descubriendo siquiera minúsculas partes del gran iceberg que permanece sumergido en las heladas aguas de la desinformación y el olvido interesado. Golpistas entre barrotes hubo pocos, y ya no quedan. En cambio, tal como denunciara entonces la Unió de Periodistes, ¡cuántos tupidos velos siguen corridos sobre reacciones y palabras, ausencias y presencias, brindis y titubeos!

Hablamos en la Universitat de Valencia del papel de los medios en aquella noche aciaga, y quedan expuestas publicaciones y vídeos que muchos sólo conocían de referencia (los estudiantes de hoy ni siquiera habían nacido).

El rigor histórico lo dejamos a nuestros anfitriones, a quienes notamos también muy interesados por las fuentes directas. Para los periodistas se trató, pasadas dos décadas, de una primera puesta en común de memorias y reflexiones acerca de un asunto nada baladí. Porque una vez que lo peor hubo pasado todos éramos muy democrátas y nos queríamos un mazo. Pero tras las felicitaciones a los informadores por el papel jugado a favor de la democracia, siempre cabrá la duda de qué hubiera ocurrido si en la prensa, la radio y la televisión las cosas hubieran sucedido de diferente manera. Si, (conjuguemos en subjuntivo) TVE no hubiera podido salvar para las ondas el mensaje del Rey; si los micrófonos hubieran estado desconectados durante el asalto de Tejero; si las cámaras no hubieran registrado la ignominia en el hemiciclo; sin las fotos de EFE; si éste y otros periódicos no hubieran madrugado con ediciones antigolpistas; sin la SER a pie de Congreso; si COPE y EFE en Valencia hubieran enmudecido; si el técnico de Aitana no hubiera filmado la invasión de blindados...si Gabilondo no hubiera anunciado desde la pantalla, de madrugada, que Milans se estaba envainando los cañones...

Nada habría sido igual, seguro: tampoco el recuerdo. Por eso, cuando Aníbal Giménez relata aquel miedo a ser descubierto blandiendo la cámara 'porque el objetivo parecía un bazuca', tiene razón: contra las dictaduras y las dictablandas no hay mejor arma que la luz y los taquígrafos.

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