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Manuel Marulanda, 'Tirofijo'

Han pasado más de cincuenta años desde que el comandante guerrillero colombiano tomó su fusil. Hoy dirige un ejército irregular de 15.000 hombres con setenta frentes por todo el país.

Alzarse en armas era la única manera de sobrevivir'. Así, con su manera simple de hablar, contó Manuel Marulanda, Tirofijo, a Arturo Alape -periodista y escritor- el porqué dejó de ser un muchacho campesino y se lanzó a la aventura, junto a sus 14 primos, de formar una guerrilla en medio de un país encendido por la violencia que desgarró a Colombia a partir de 1948.

Fue primero una guerrilla liberal, luego se convirtió en comunista y en el germen de las FARC que nació en l966. Han pasado más de cincuenta años desde que Marulanda tomó un fusil; hoy, convertido en el guerrillero má...

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Alzarse en armas era la única manera de sobrevivir'. Así, con su manera simple de hablar, contó Manuel Marulanda, Tirofijo, a Arturo Alape -periodista y escritor- el porqué dejó de ser un muchacho campesino y se lanzó a la aventura, junto a sus 14 primos, de formar una guerrilla en medio de un país encendido por la violencia que desgarró a Colombia a partir de 1948.

Fue primero una guerrilla liberal, luego se convirtió en comunista y en el germen de las FARC que nació en l966. Han pasado más de cincuenta años desde que Marulanda tomó un fusil; hoy, convertido en el guerrillero más viejo del mundo, comanda un ejército irregular de casi 15.000 hombres, con 70 frentes regados por todo el país. Es también el insurgente con más órdenes de captura vigentes: más de treinta.

Pedro Antonio Marín es el verdadero nombre de este comandante de mirada astuta, que de niño jugaba al trompo y tocaba violín en Génova, su pueblo cafetero encaramado en las montañas de la cordillera central. Ya muchacho, recorría veredas y caseríos, vendiendo cachivaches que transportaba en dos mulas.

Se ganó el apodo de Tirofijo por su puntería para cazar aves de monte; en l953, cuando hizo suyas las ideas comunistas, hizo suyo también el nombre de un sindicalista del partido asesinado a golpes por agentes del Gobierno: Manuel Marulanda Vélez. Su sueño -le contó a Alape- era que el nuevo nombre hiciera olvidar el apodo de Tirofijo.

Alberto Rojas Puyo, ex senador y militante marxista por más de cuarenta años, recuerda la primera impresión que sintió cuando vio a Marulanda hace ya más de dos décadas: 'La fuerza tranquila. Es un hombre inteligente, un guerrero impresionante, de gran modestia en su actitud personal, nunca habla de sus hazañas, es reservado', contó a este periódico.

Y es un hábil negociador. Tiene una gran capacidad para penetrar en los adentros de su interlocutor. Oye mucho, observa, reflexiona, saca conclusiones. 'Y es la cautela total. ¡Por algo está vivo!', concluye Rojas Puyo.

Los gestos y actitudes de Marulanda reflejan su origen campesino. Es extremadamente malicioso y nunca ha abandonado la costumbre que adquirió siendo joven de llevar sobre el hombro una toalla que le sirve para limpiarse del rostro lluvia y sudor.

Siempre se ha hablado del interés del viejo comandante por los temas de guerra. 'No hay en el país un lector más atento a la literatura del Ejército colombiano que él', dicen quienes conocen de cerca de este hombre, que no pasó de la escuela básica primaria.

Para Tirofijo, la escuela de cuadros guerrilleros es como 'la pupila de sus ojos'. Siempre está pendiente, no permite que esté en manos de hombres que no sean de su extrema confianza. 'Va, hace cursos, saca lecciones de los combates que han tenido su combatientes'.

La impresión que deja a los periodistas que cubren el proceso de paz es la de un hombre calmado, un hombre que maneja otros tiempos, como los campesinos. No se altera: mientras Alfonso Cano, el ideólogo, el comandante que dirige los hilos del clandestino Partido Bolivariano, se desesperó por el desorden que armó la prensa el pasado jueves, Tirofijo y su ministro de guerra, Jorge Briceño, el temido Mono Jojoy, avanzaban despreocupados, hombro a hombro con el presidente Pastrana, sonrientes, en medio del enjambre de periodistas, guardaespaldas -guerrilleros y policías-, de cables y micrófonos. Nada parecía incomodarle al legendario comandante.

Una de las leyendas que se han tejido alrededor suyo es la de ser un hombre de pocas palabras, inseguro para hablar en público. Esto, dicen, explicaría por qué es poco dado a las entrevistas. En las escasas que ha dado -casi siempre a periódicos de izquierda- ha dejando en claro que la meta de este proceso de paz no será ni la desmovilización ni el desarme. 'Las armas no se silenciarán. Mantendrán vigencia hasta tanto se logre la paz con justicia social'.

Y habla de una lucha hasta la victoria por un sistema socialista que recoja experiencias anteriores: 'Las FARC no pueden repetir errores que otros han cometido'.

Últimamente se le ve más relajado y se deja 'bombardear a preguntas' cuando los periodistas lo abordan en manada. Y sus declaraciones siempre sorprenden. 'Nosotros no secuestramos; llamamos a personas con capital superior a un millón de dólares y les pedimos una contribución', dijo, tan campante, recientemente. El país entero sabe que esto no es verdad. La guerrilla fue la culpable de la mayoría de los 3.000 secuestros que se dieron el año pasado; muchos de ellos de hombres, mujeres y niños del común. Y justificó también la utilización de cilindros de gas repletos de pólvora con los que arrasan pueblos enteros: '¿Qué diferencia hay entre un cilindro que tiene una arroba o dos de pólvora y una bomba que lanza un OV-10 o un Mirage del Ejército?'.

Y si Tirofijo es reservado, lo es aún más al hablar de su vida privada. Rehúye las preguntas sobre el tema. Hace poco conoció el país que la mujer joven que siempre lo acompaña, la que maneja la camioneta último modelo en la que llega el comandante en Villa Nueva Colombia, escenario de este nuevo intento de lograr la paz, es su mujer. Ha tenido, al menos, otra mujer y varios hijos.

Una caricia captada por una cámara de televisión dejó al descubierto el romance de la joven, que no llega a los 30 años, con el guerrillero que, en mayo próximo, cumple 73. Se llama Sandra, y fue la que el pasado jueves corrió detrás del presidente Andrés Pastrana cuando lo sorprendió la lluvia en mitad del recorrido por Villa Nueva Colombia al lado del comandante de las FARC. Lo alcanzó para entregarle un plástico de los que usa el Ejército rebelde para protegerse de los aguaceros. Fue un preámbulo de estos dos días del cara a cara Pastrana-Tirofijo en los que el acuerdo humanitario, que permitirá el intercambio de soldados secuestrados por guerrilleros presos -para las FARC, en ambos casos, prisioneros de guerra-, fue tema central. Lo había advertido Marulanda hace dos años cuando empezó este nuevo intento de paz: 'Del canje se ocupa mi persona'. Y cuando dice esto, se sabe, deja muy en claro cuáles son sus prioridades.

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