Columna

Memoria

Cada año que comienza supone el olvido del que se fue. Las penas y los malos momentos tienden a desaparecer en la desmemoria, nos olvidamos de su influencia y su efecto precisamente por el mal que nos causó. Es normal, sólo nos interesa rescatar y recordar los hechos y momentos felices. Brindamos porque la vida y la fortuna nos dure, mientras que enterramos la desventura y los pesares. Es una forma de sobrevivir ante la fuerza de las ruinas que nos rodean.

No se trata de amargar este comienzo de año, de siglo y de milenio. Bastante peso tenemos ya con lo de iniciar eso del tercer mileni...

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Cada año que comienza supone el olvido del que se fue. Las penas y los malos momentos tienden a desaparecer en la desmemoria, nos olvidamos de su influencia y su efecto precisamente por el mal que nos causó. Es normal, sólo nos interesa rescatar y recordar los hechos y momentos felices. Brindamos porque la vida y la fortuna nos dure, mientras que enterramos la desventura y los pesares. Es una forma de sobrevivir ante la fuerza de las ruinas que nos rodean.

No se trata de amargar este comienzo de año, de siglo y de milenio. Bastante peso tenemos ya con lo de iniciar eso del tercer milenio para que pretendamos abrumar con las catástrofes diarias. Como humanos imperfectos que somos, miremos el futuro con cierta relatividad y afrontémoslo con bastantes dosis de voluntad. Atrás nos hemos dejado algunas cuestiones pendientes que seguirán llamando a la puerta de Andalucía. La inmigración desde el norte de África exigirá de los responsables políticos acciones y decisiones que tendrán que ir más allá de los gestos de propaganda o de coyuntura. Una empresa, Boliden, se irá de esta tierra, dejará un negocio con serios problemas de viabilidad y unas tierras contaminadas. Ante eso ningún juez ni jurado popular podrá al menos someterla a juicio por sus posibles reponsabilidades. Nuestro litoral, todo él sometido a la presión turística, continuará soportando alcaldes que miran más al inversor sin escrúpulos que al ciudadano votante y seguirá, por eso, necesitando criterios coherentes y políticos firmes que salven los muebles que quedan de nuestro medio ambiente. La televisión andaluza seguirá marcando la pauta respecto de un modelo tópico y cateto de Andalucía en vez de representar precisamente la avanzadilla cultural e imaginativa.

Pero, sobre todo, es posible que sigamos levantándonos por la mañana con la noticia de que algún coche bomba podría haber estallado en alguna ciudad andaluza. Y esa posibilidad exige que todos los partidos democráticos, aquellos que tienen por obligación y funda-mento la convivencia civil, se afirmen en torno al mínimo pacto conseguido pero con la vista puesta en consolidar y ampliar la vías que puedan acabar con el terror. Brindemos por ello.

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