Caminante en la vía Heraclea

Esta es la historia de la obsesión por una línea. Pero no por una línea cualquiera, sino por la que en los evanescentes mapas de la más vieja memoria histórica marcan un tramo perdido de una ruta legendaria: la vía Heraclea. Fue la primera gran vía de comunicación que atravesaba lo que hoy es Cataluña y llevaba desde Cádiz hasta Roma uniendo los puertos del Mediterráneo occidental. La usó Aníbal en su marcha sobre Italia y la recorrieron luego en sentido inverso numerosos ejércitos romanos. El tramo al que nos referimos es el que unía Empúries (Emporiae) y Colliure (Caucoliberis). Y quien se h...

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Esta es la historia de la obsesión por una línea. Pero no por una línea cualquiera, sino por la que en los evanescentes mapas de la más vieja memoria histórica marcan un tramo perdido de una ruta legendaria: la vía Heraclea. Fue la primera gran vía de comunicación que atravesaba lo que hoy es Cataluña y llevaba desde Cádiz hasta Roma uniendo los puertos del Mediterráneo occidental. La usó Aníbal en su marcha sobre Italia y la recorrieron luego en sentido inverso numerosos ejércitos romanos. El tramo al que nos referimos es el que unía Empúries (Emporiae) y Colliure (Caucoliberis). Y quien se ha obsesionado por volver a colocarlo en el mapa tras siglos de olvido -ese tramo quedó en desuso al desviarse la posterior vía Augusta (que seguía en gran parte la vía Heraclea), hacia el interior, por La Jonquera- es Amadeu Cuito, un investigador aficionado barcelonés que ha consagrado a ese empeño ocho años, buceando en las fuentes clásicas y, sobre todo, pateando el terreno. Si hay un esfuerzo emanado de la llamada sociedad civil que merezca ser contado, ese es sin duda el de este maduro economista apasionado de Proust que sin otros recursos que su entusiasmo, su esfuerzo y su tiempo -y el apoyo de un puñado de colaboradores- ha vuelto a trazar sobre el espacio cartográfico la línea perdida."Tenemos una idea bastante precisa de por dónde discurría la vía Augusta, pero faltaba la carretera de la costa, aquella a la que alude Polibio y que unía los diferentes puertos griegos, Empúries, Colliure, Roses", explica Cuito tomando un té entre mapas en su casa de Barcelona. Un casco griego de bronce del tipo corintio y un fragmento de pie de una escultura egipcia de madera de la Dinastía V, adquiridos en subastas, son sólo algunas de las maravillas que atesora este hombre y que corroboran su fascinación por la antigüedad. "Con mi primo Víctor Hurtado decidimos rastrear el tramo que iba de Colliure a Empúries. Empezamos por vaciar los clásicos grecolatinos. Y luego nos pusimos a investigar detalladamente sobre el terreno, algo para lo que no suelen tener tiempo los historiadores. Victor localizó entretanto un documento de 1936 en el que el obispo de Girona daba un dictamen sobre el límite de la abadía de Sant Quirze de Colera y situaba ese límite en la strata de Delfià a Rabós; una strata es un camino acondicionado por los romanos, así que fuimos, y tuvimos suerte: lo hallamos". Cuito y Hurtado, dice el primero, dieron ahí con un trozo de la ruta romana, con un ancho de dos metros y restos de pavimentación, y a lo largo del recorrido encontraron otros vestigios del trazado. Amadeu Cuito rememora la investigación y su dedo sobre el mapa muestra los tanteos y avances, excursión tras excursión, año tras año, sobre las poblaciones y los accidentes geográficos de la zona. "Pelacalç, un topónimo que nos indica que por ahí pasaba la calzada, Saldet, La Bomba, Ruimors, Fortià... Desde el Coll de Belitres se ve bien el trazado. En Mas Corbera saltó la duda: ¿Seguía la ruta hacia Coll de Banyuls? La subida es fácil, pero la bajada muy abrupta. Es más lógico ir por Mas Freixe y luego por el Coll de les Eres. De allí a Torreneules y Colliure. De Roses (Rhode) salía otro ramal que seguramente está tapado por la carretera actual; iba a conectar con el de Empúries en Pla de les Carreteres". Cuito, que ha escrito dos textos sobre su investigación, uno de tono erudito y el otro una emotiva justificación de su pasión por los caminos antiguos y el paisaje, apunta con modestia: "Era consciente de que me metía en el terreno de los profesionales y de que yo sólo soy un aficionado, pero he enviado mis resultados a especialistas como el latinista Marc Mayer y la arqueóloga Isabel Rodà, a ver qué opina la academia". (La academia aplaude el esfuezo, según expresó Rodà a este diario. La estudiosa subrayó que una investigación así aporta sin duda datos valiosos y recordó que las vías romanas "hace falta caminarlas").

La investigación tiene de momento una bella concreción: un libro objeto compuesto por los dos opúsculos de Cuito, los mapas trazados por Hurtado, una serie de litografías de dibujos de la ruta realizados por la artista alemana Anke Blaue y un conjunto de fotos históricas de J. Esquirol y J. Donadeu. Se han editado 75 ejemplares de esta primorosa obra que junta investigación, arte y literatura; quien esté interesado en ella puede dirigirse a la galería Anna Ricart (calle de Alfons XII, Barcelona), donde ha permanecido expuesta.

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