La Rosilla se desmantela hoy con el derribo de las dos últimas casas bajas

El poblado marginal de La Rosilla pasa hoy a la historia. La Comunidad tirará esta mañana las dos últimas casas bajas de este barrio de realojamiento para chabolistas gitanos levantado en 1992 y ampliado en 1997. Sus 164 familias han sido trasladadas a pisos sociales. Con este derribo y el de La Celsa (ejecutado en julio), los vallecanos se han librado de dos hipermercados de la droga. Pero el problema, lejos de desaparecer, se ha trasladado un par de kilómetros más allá, a la favela de Las Barranquillas.

La Rosilla se convirtió en un híper de la droga en 1997. En el núcleo ya e...

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El poblado marginal de La Rosilla pasa hoy a la historia. La Comunidad tirará esta mañana las dos últimas casas bajas de este barrio de realojamiento para chabolistas gitanos levantado en 1992 y ampliado en 1997. Sus 164 familias han sido trasladadas a pisos sociales. Con este derribo y el de La Celsa (ejecutado en julio), los vallecanos se han librado de dos hipermercados de la droga. Pero el problema, lejos de desaparecer, se ha trasladado un par de kilómetros más allá, a la favela de Las Barranquillas.

La Rosilla se convirtió en un híper de la droga en 1997. En el núcleo ya existía trapicheo de estupefacientes, porque algunos de sus moradores procedían de poblados chabolistas como el de Pies Negros, donde la venta de heroína y cocaína estaba a la orden del día.Pero el derribo de otro punto caliente, el poblado chabolista de Los Focos, en San Blas, en el verano de 1997, incrementó el mercadeo en este asentamiento de Vallecas Villa. Además, como el desmantelamiento de Los Focos urgía para levantar 11.000 viviendas y un centro comercial, 49 familias de ese barrio fueron trasladadas a La Rosilla. Si ya había problemas de marginalidad con 88 familias, la llegada de otras 49 convirtió en un polvorín este gueto aislado en la carretera de Villaverde a Vallecas.

Los vendedores de drogas fueron haciéndose fuertes en algunas casas. Unos porque ya vivían allí y otros porque compraron las viviendas de forma ilegal a sus antiguos moradores. Aquellos vecinos que no participaban en el trapicheo vivían atrapados entre el miedo y el estigma social que suponía habitar en ese núcleo.

Cada día, miles de toxicómanos se acercaban a este asentamiento a comprar sus dosis de heroína y cocaína. Un centenar de ellos llegó a malvivir en él durmiendo en tiendas de campaña y haciendo de machacas (siervos) de los traficantes.

El gran deterioro físico y social de muchos de estos drogodependientes, con niveles de VIH y tuberculosis propios del Tercer Mundo, obligó a abrir un centro de emergencia donde pudieran comer, ducharse, lavar la ropa y recibir atención sanitaria y social. Tras los derribos de hoy, este centro, en el que cada noche se cobija un centenar de toxicómanos, es la única edificación que sigue en pie en La Rosilla hasta que la Agencia Antidroga busque otra ubicación para él.

Ante este panorama, las manifestaciones vecinales pidiendo el derribo de este barrio se sucedieron durante un año. Además, el poblado estaba sitiado por los planes urbanísticos, que prevén levantar 20.000 pisos en el erial que lo rodea.

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Los vecinos pedían desmantelar la barriada y el Gobierno regional replicaba que eso supondría tirar los más de 1.000 millones que costó y recordaba que las últimas 49 viviendas habían sido levantadas sólo unos meses antes. Pero en marzo de 1999, el presidente regional, Alberto Ruiz-Gallardón, se comprometió ante la Asamblea de Madrid a derribar, en un año, los barrios de La Celsa y La Rosilla. La Celsa dejó de existir en julio, y La Rosilla, ayer.

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