La situación en el País Vasco

"Mis hijos jugaban a policías y terroristas"

"Cuando mis hijos jugaban con sus amigos a policías y terroristas, todos querían ser etarras". Lo que sigue es el testimonio de una madre que tuvo que educar a sus hijos en Hernani, un pueblo de Guipúzcoa donde el ambiente de apoyo a ETA se hace presente en las paredes llenas de pintadas y en los documentos municipales -timbrados con el anagrama por el acercamiento de los presos-; en las tiendas y en los bares del centro, donde se recolecta dinero para los presos con la venta de camisetas o pegatinas alusivas al conflicto; en los balcones desde donde decenas de banderolas recuerdan a los terro...

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"Cuando mis hijos jugaban con sus amigos a policías y terroristas, todos querían ser etarras". Lo que sigue es el testimonio de una madre que tuvo que educar a sus hijos en Hernani, un pueblo de Guipúzcoa donde el ambiente de apoyo a ETA se hace presente en las paredes llenas de pintadas y en los documentos municipales -timbrados con el anagrama por el acercamiento de los presos-; en las tiendas y en los bares del centro, donde se recolecta dinero para los presos con la venta de camisetas o pegatinas alusivas al conflicto; en los balcones desde donde decenas de banderolas recuerdan a los terroristas encarcelados lejos de Euskadi; también en la escuela.Su testimonio pone en evidencia que la "red de control social" que apoya a ETA no nace de forma espontánea, sino que es el fruto de muchos años de adoctrinamiento. "Yo he visto cómo jóvenes militantes de Jarrai venían a recoger a mis hijos para llevarlos a manifestaciones. Era la diversión de cada fin de semana. Una manifestación recorría el pueblo y luego entraban en acción los encapuchados. Quemaban cajeros y cabinas telefónicas, se enfrentaban a la Ertzaintza... Tuve que inculcarles desde muy pequeños el derecho a la vida y a la palabra, deseando que algo de aquello se les quedara, pero era tan difícil... Venían de la calle totalmente intoxicados y entonces yo tenía dos opciones: o callarme y dejar que los adoctrinaran impunemente o intentar contrarrestar, pero entonces todo lo impregnaba el monotema".

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No hablar de política

"Un día", continúa, "al sospechar que uno de mis hijos se estaba adentrando en un grupo violento, espié sus papeles. Me daba vergüenza hacerlo, iba contra mis principios, pero encontré un documento donde se le aleccionaba de cómo tenían que comportarse en casa: si tus padres están en contra de tus ideas -decía aquel panfleto- evita hablar con ellos de política. ¡Y lo peor es que hacían caso de aquellas consignas! Muy a regañadientes, debí sacarlos de aquí para salvarlos de un ambiente tan asfixiante, los mandé fuera por un tiempo para que conocieran amigos nuevos. Aquí los valores están pervertidos. Hace unos meses, sin ir más lejos, cuando la Audiencia Nacional dejó en libertad a unos menores de edad del pueblo acusados de participar en actos de violencia callejera, la alcaldesa de Herri Batasuna les organizó un gran recibimiento. De madrugada y en el balcón del Ayuntamiento de Hernani. Allí arriba estaban los héroes, y allí abajo sus padres, encantados, aplaudiéndoles por quemar cajeros en vez de darles una buena reprimenda. Aquí el conflicto lo pervierte todo".

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