Reportaje:

Congreso de los Diputados, pasen y vean

La Cámara convoca tres jornadas de puertas abiertas con un recorrido por la urdimbre de la sede parlamentaria

Todavía está a tiempo. Aún puede visitar uno de los edificios de Madrid más cargados de actualidad, y de historia: el Congreso de los Diputados, en la Carrera de San Jerónimo. La semana de puertas abiertas iniciada en el Palacio de las Cortes ayer, bajo la lluvia, abarca la jornada de hoy, desde las nueve de la mañana hasta las siete de la tarde, más la mañana del domingo hasta las dos. Vale la pena. Pueden ir niños; ancianos, también. A todos les aguarda una amabilidad cálida que los funcionarios del Parlamento derrochan con quienes lo visitan; al menos, así fue durante la jornada de ayer.Tra...

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Todavía está a tiempo. Aún puede visitar uno de los edificios de Madrid más cargados de actualidad, y de historia: el Congreso de los Diputados, en la Carrera de San Jerónimo. La semana de puertas abiertas iniciada en el Palacio de las Cortes ayer, bajo la lluvia, abarca la jornada de hoy, desde las nueve de la mañana hasta las siete de la tarde, más la mañana del domingo hasta las dos. Vale la pena. Pueden ir niños; ancianos, también. A todos les aguarda una amabilidad cálida que los funcionarios del Parlamento derrochan con quienes lo visitan; al menos, así fue durante la jornada de ayer.Tras exhibir el carné de identidad, el visitante que accede por la calle de Zorrilla es recibido con una frase: "Está usted en su casa", y se le adentra bajo una carpa blanca como las de esas películas de torneos medievales. La carpa muestra a la derecha mostradores, y a la izquierda, tras policías de paisano bien trajeados, 19 banderas. Todos saben que las comunidades autónomas son 17, pero, pronto, una voz afable explica que se han añadido las enseñas de las dos ciudades autónomas, Melilla y Ceuta. Inmediatamente, personal de la cafetería Arturo -que, vestido de media etiqueta, atiende el Congreso- ofrece al recién llegado un café: ¡ojo, hierve!, pero en la mañana lluviosa entona. Dos jóvenes ofrecen luego caramelitos de miel envueltos en dibujos con la silueta del Congreso. Una gran pantalla de televisión retransmite allí un programa de Radio Nacional en directo desde el interior del edificio que el visitante se apresta a recorrer tras echar un vistazo a la pantalla. Los tertulianos, milagrosamente, se dejan hablar los unos a los otros. Saboreado el café, el huésped debe salir a la calle y ceñirse a la pared almohadillada del palacio. Una rampa con moqueta color vino tinto conduce al gran pórtico columnado. Fue ideado por Narciso Pascual i Colomer e inaugurado en 1850. Costó 14.800.000 reales de vellón: tiene empaque y buen porte. Los leones, los famosos leones de las Cortes, hacen guardia cada uno con una bola del mundo sujeta por sus zarpas. "Éste va a ser el macho", dice una señora de Andújar: tras el rabo recogido del primer león asoman dos testículos de bronce, negros. La melena parece recién peinada, con raya en medio a lo largo del dorso: ambos gruñen.

Las puertas del palacio, de madera noble forrada de metal labrado, se hallan de par en par. "Sólo se abren cuando el Rey visita las Cortes o en días como hoy", se ufana un ordenanza, mientras hace un ademán para reunir a su lado a los visitantes; poco a poco, se van aproximando.

En la calle se escuchan voces infantiles. Son 43 niñas del colegio de Santa María, en el Parque del Conde de Orgaz. "Ya llegarán", sonríe un jubilado extremeño de pelo blanco, camisa de cuadros y dentadura perfecta. "Por aquí, Honorio", dice su esposa.La sigue. Los adultos entran a la primera estancia, donde un bronce de Juan Carlos I, obra de Pablo Serrano, recuerda el 7º aniversario de la Constitución de 1978. Dos diputados, uno de Ceuta y otro de Canarias, saludan a los visitantes: "Somos sus representantes aquí, sus delegados", dicen,"pregunten cuanto quieran". Todo está mullidamente alfombrado, iluminado y destellante. Parece un teatro confortable. Y lujoso. Quizá por ello, no hay preguntas. El grupo adulto pasa a una sala donde se venera un reloj astronómico, de 2,50 metros de altura, en madera de palorrosa, obra del zuriqués Alberto Billeter: "Costó 6.000 duros de plata en 1857", explica una guía. Los visitantes cruzan relucientes salas. Al fondo, el hemiciclo. Refulge. Las niñas, de 2º de EGB, del Santa María entran un poco asustadas, con sus trencitas y lazos de colores rojos y rosas. "Qué grande", dice una que se llama Paula. "¿Cuántos asientos tiene?". "Unos 350", dice María Jesús Sainz, diputada gallega del PP, que pastorea la expedición. Un diputado del PSOE pellizca los mofletes a una pequeña. Las colegialas suben a los despachos. Un lienzo de Gisbert muestra la ejecución del comunero Padilla. "Éste está muerto, ¿quién le mató?", dice otra niña. "Ya os lo explicaremos", responde una profesora. El pasillo muestra retratos de próceres parlamentarios con mostachos. "¡Son todos señores!", observa Mónica. "Si estudiáis, habrá muchas más diputadas", responde Sainz, que, con una sonrisa, las conduce hasta la puerta.

Máxima atención al hemiciclo

El visitante puede comprobar que la fachada del edificio del Congreso, cuya construcción fue iniciada en 1843 en la Carrera de San Jerónimo, se despliega a lo largo de un declive de seis metros entre un extremo y otro. Este hecho forzó su arquitectura, que Narciso Pascual i Colomer trazó dignamente; no bien la brillantez de su pórtico, en cuesta, que quedó mitigada por tal condicionamiento. De planta cuadrangular, el edificio cuenta con dos pisos, ático y un frontón con bajorrelieve esculpido por Ponciano Ponzano, asimismo autor de los leones de la entrada. El frontón muestra un grupo escultórico con una alegoría de España abrazada a la Constitución. La pieza interior más llamativa es el hemiciclo y peraltado, con 30 metros de diámetro. En su testero, la presidencia, con un baldaquino rojo galonado en oro. En su anfiteatro, dispuesto en perímetro, los escaños. Con 13,5 metros de altura hasta la cruz de la bóveda, que ocupa un lucernario en forma de abanico soportado por cuatro cariátides, la sala de sesiones parlamentarias atrae la máxima atención del visitante: sobre su techo, al igual que sobre sus palcos y paramentos, ricamente ornamentados, se conservan hasta 33 impactos de bala disparados con sus armas automáticas por los golpistas que lo ocuparon el 23 de febrero de 1981, al mando del ex teniente coronel Antonio Tejero. Todo el palacio desprende una solemnidad luminosa, aromada por las maderas nobles de sus muebles y la pintura de los óleos, de grandes dimensiones y trasunto cargado de historicidad, que cuelgan de sus entelados muros. Un edificio contiguo al histórico alberga los servicios parlamentarios.

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