El independentismo tranquilo FRANCESC DE CARRERAS
El clásico principio de las nacionalidades, propio del siglo XIX, establecía que toda nación -entendida como comunidad identitaria- tiene derecho a un Estado propio. En el siglo XX, este principio se ha formulado como el derecho colectivo a la autodeterminación. Últimamente, ha adoptado un término más ambiguo, el de soberanismo, que sustancialmente significa lo mismo, aunque adecuado a nuevas circunstancias.El soberanismo fue ideado por los nacionalistas quebequeses a finales de los años sesenta. Tenía ciertas ventajas respecto al concepto de independentismo: aparecía como menos rupturi...
El clásico principio de las nacionalidades, propio del siglo XIX, establecía que toda nación -entendida como comunidad identitaria- tiene derecho a un Estado propio. En el siglo XX, este principio se ha formulado como el derecho colectivo a la autodeterminación. Últimamente, ha adoptado un término más ambiguo, el de soberanismo, que sustancialmente significa lo mismo, aunque adecuado a nuevas circunstancias.El soberanismo fue ideado por los nacionalistas quebequeses a finales de los años sesenta. Tenía ciertas ventajas respecto al concepto de independentismo: aparecía como menos rupturista, legitimaba el aumento gradual de competencias sin fijar su límite último y permitía disponer siempre del derecho de autodeterminación sin necesidad de ejercerlo.
Políticamente, además, facilitaba la agrupación de independentistas clásicos y de autonomistas partidarios de una confederación o de un federalismo asimétrico que rebasara los límites constitucionales. El soberanismo se ha convertido, así, en la nueva estrategia del nacionalismo clásico.
Este concepto fue recogido a principios de los años noventa por sectores del nacionalismo catalán que veían, por una parte, como el Estatuto de Cataluña ya había agotado todas las posibilidades de dar más poder a la Generalitat y, por otro, el independentismo carecía de tradición política en nuestro país, de apoyo electoral suficiente, y no era presentable en Europa.
Al ser derrotado el sector moderado de Convergència, la estrategia soberanista fue imponiéndose: el reforzamiento de los factores identitarios -desde la tendencia al monolingüismo hasta el adhesivo del CAT en las matrículas, pasando por las selecciones deportivas catalanas y la Declaración de Barcelona, impulsada por Pere Esteve- debía conducir a justificar el aumento de competencias sin ningún límite constitucional ni estatutario. El actual congreso de Convergència debe decidir si este ambiguo soberanismo, entendido como vía tranquila a la independencia en el seno de la Unión Europea, es su nueva estrategia oficial.
Francesc de Carreras es catedrático de Derecho Constitucional.