Tribuna:LA OFENSIVA TERRORISTA

Divide et impera

Los planteamientos estratégicos y los movimientos tácticos de los partidos que pretenden continuar al frente del Gobierno vasco (el PNV ) o convertirse en alternativa de poder (el PP) tras las próximas elecciones autonómicas están perjudicando el proceso de unidad de los demócratas frente a ETA. Para prorrogar un mandato que dura ya 20 años, el PNV cuenta en principio con la ayuda de Eusko Alkartasuna (EA), la escisión nacionalista surgida en 1986 por razones más personalistas que programáticas; ese apoyo, sin embargo, sería insuficiente para retener el poder: los comicios de 1998 situaron a l...

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Los planteamientos estratégicos y los movimientos tácticos de los partidos que pretenden continuar al frente del Gobierno vasco (el PNV ) o convertirse en alternativa de poder (el PP) tras las próximas elecciones autonómicas están perjudicando el proceso de unidad de los demócratas frente a ETA. Para prorrogar un mandato que dura ya 20 años, el PNV cuenta en principio con la ayuda de Eusko Alkartasuna (EA), la escisión nacionalista surgida en 1986 por razones más personalistas que programáticas; ese apoyo, sin embargo, sería insuficiente para retener el poder: los comicios de 1998 situaron a la alianza entre ambas formaciones (27 escaños sobre un total de 75) muy lejos de la mayoría absoluta.Hace varios meses, la coalición radical Euskal Herritarrok (EH), cuyos 14 diputados votaron a comienzos de 1999 la investidura de Ibarretxe como lehendakari, tomó la decisión de abandonar el Parlamento de Vitoria, dando a entender que se trataba de una medida definitiva y extensible a la siguiente legislatura. Pero la heteronomía del brazo político de ETA y su obediente presteza en cambiar de rumbo cuando se lo ordenan sus jefes han modificado esa perspectiva abandonista. Si EH aclaró primero que su boicoteo al funcionamiento de la Cámara no implicaba la renuncia a presentarse a los próximos comicios, su portavoz, Arnaldo Otegi, anuncia ahora que la coalición acudiría al futuro Parlamento para "sostener un Gobierno soberanista y abertzale". De forma paralela, unas recientes declaraciones del presidente del PNV permiten concluir que el nacionalismo moderado se dispone a jugar la partida de poder en la próxima legislatura con una carta en la bocamanga: los votos de los nacionalistas radicales -anuncia aprobadoramente Arzalluz - podrían cerrar el paso a la formación de un Gobierno constitucionalista con mayoría relativa o contribuir a derribarlo a través de una moción de censura.

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La reciente y casi clandestina reforma de la ley electoral vasca, aprobada a iniciativa de los nacionalistas, rebaja hasta el 3% el mínimo de votos precisos para asegurar la presencia parlamentaria de IU (ahora con dos escaños) y de UA (también con dos escaños) durante la próxima legislatura: la desaparición de ambos grupos beneficiaría al PP y al PSOE a la hora de repartir los restos electorales. Abstracción hecha del futuro parlamentario de ambas minorías, los sondeos apuntan hacia el significativo aumento futuro de los escaños del PP y del PSOE en relación con su actual presencia (16 y 14, respectivamente) en la Cámara autonómica.

Un viejo dicho recomienda a los poderosos sembrar la cizaña para vencer a los adversarios y reinar sobre los súbditos. Un excelente libro del profesor holandés Henri L. Wesseling recientemente traducido al castellano (Divide y vencerás, Ediciones Península, 1999) explica las marrullerías, engaños y trapacerías de las naciones europeas para repartirse África entre 1880 y 1914 e imponer su dominio. Ese tipo de procedimientos tramposos y fraudulentos está siendo utilizado ahora en el País Vasco, bien para imposibilitar la difícil -aunque deseable-alianza entre los demócratas vascos (sean o no nacionalistas), bien para esparcir los recelos entre el PP y el PSOE. Los socialistas vascos son las principales víctimas de esas estrategias divisionistas: mientras el PNV les asigna de forma condescendiente el papel de socios subalternos bajo la condición de que renieguen de sus lealtades constitucionalistas y acepten el trágala soberanista del ámbito vasco de decisión, los populares les conminan de malos modos a firmar un pacto preelectoral que deje cómo única vía de salida practicable un Gobierno vasco de coalición entre el PP y el PSOE presidido por el primero.

La centralidad política ocupada por los socialistas en el País Vasco es la causa de la feroz ofensiva intimidatoria lanzada contra el PSOE por una jauría mediática de orientación gubernamental, dispuesta también a arrojar a las tinieblas exteriores de la Anti-España y de los enemigos del Estado de derecho a quienes rechacen sus concepciones esencialistas de la nación española, alimentadas por las fantasmagorías de la historiografía tradicional, y defiendan un entendimiento federalista del sistema autonómico, dentro del marco de la Constitución de 1978. Aunque la tarea resulte difícil y el desenlace inseguro, la renuncia a conseguir el regreso del PNV a la lealtad estatutaria sería desastrosa: tan peligrosos son los separatistas como los separadores.

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