Tribuna:RAÍCESLITERATURA POPULAR

El pico de oro, las alas de cristal

Distinguíamos la semana pasada dos clases de juegos de pelota infantiles, femeninos por más señas, y acompañados de retahílas cantadas o semicantadas. Unos llevan la pelota contra el suelo y otros contra la pared. Algo vimos de los primeros. Les toca hoy turno a los segundos, más complicados, y más largos. También más inquietantes. Las habilidades que la niña ha de intercalar, mientras la pelota va y viene a sus manos, se irán haciendo cada vez más difíciles, con intervención de distintas partes de su cuerpo agilísimo: palmadas, caracoleos, sostenerse sobre un pie, sobre el otro...En medio de ...

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Distinguíamos la semana pasada dos clases de juegos de pelota infantiles, femeninos por más señas, y acompañados de retahílas cantadas o semicantadas. Unos llevan la pelota contra el suelo y otros contra la pared. Algo vimos de los primeros. Les toca hoy turno a los segundos, más complicados, y más largos. También más inquietantes. Las habilidades que la niña ha de intercalar, mientras la pelota va y viene a sus manos, se irán haciendo cada vez más difíciles, con intervención de distintas partes de su cuerpo agilísimo: palmadas, caracoleos, sostenerse sobre un pie, sobre el otro...En medio de ese frondoso malabarismo vuelan versos de una contundente plasticidad, como éstos de Galaroza (Huelva): "A la una, la aceituna, / a las dos, el tambor. / A las tres, el almirez. / A las cuatro, mi zapato. / A las cinco, mi abanico. / A las seis, jota, caballo y rey". En el siguiente empiezan las complicaciones, con dos palmadas al final de cada verso: "Al té, / al café, / al arroz con leche / sardina en escabeche (vuelta completa). Con un pie (a pie cojito), me lo ha pillado el tren, / lo llevo chorreando / de sangre y miel (...)".

A continuación cambiará el pie, luego tirará la pelota con una sola mano, después con la otra. ¿Llegará al final sin equivocarse? Pendientes están sus amigas del más mínimo error, o de que caiga la pelota al suelo. Atentas también a que no ría, o a que no hable, según manda a veces el canon sutil de estas retahílas, que se antojan llenas de oscuras reminiscencias de cuando a las niñas, ya en trance de mujer, se las retenía en la casa, como si su incipiente mocedad fuera contagiosa, prisioneras tal vez de una dolencia incomunicable.

De la campiña occidental viene éste otro semicanto, aún más complejo, y con una verdadera perla literaria al final: "Mi una, la luna /, el sol y el caracol (remolino de manos). Sin mover, / no vale mover / la que se mueva / se traga una muela. / Sin reír, / las palomas de Madrid / cuando salen a volar / llevan el pico de oro / y las alas de cristal". ¿Habrá algún poeta, alguna vez, inventado algo más bello?

Lo maravilloso y lo grotesco, el disparate y la esencia lírica, sin solución de continuidad. Así es esta estética, donde todo vale, desde la imagen más atroz a la más sublime, desde el absurdo a la más cotidiana nadería: "Pa'trá y pa'lante, / me viá comprá unos guantes / de cabretiya / pa í a Seviya". (A cada verso se da una palmada por delante y otra por detrás, con rapidez extrema). La semana pasada una de estas tonadas monocordes nos llevaba a la capital del Nervión. A Bilbao, a Sevilla, a Madrid... a todas partes, que es como decir a cualquiera y a ninguna, en esta deliciosa geografía del folclore, ensoñación pura, luz del Paraíso.

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