Una inspectora afirma que las carencias del geriátrico de Reus son frecuentes

Ángeles García Milá, inspectora de la Dirección General de Asuntos Sociales de la Generalitat, aseguró ayer en la vista oral que se sigue contra los propietarios, una empleada y el médico de la residencia Catalunya Llar, de Reus, por la muerte de varios residentes, que las irregularidades por deficiencias higiénicas, malos olores e incumplimientos en las fichas sociosanitarias son extensivas a otras residencias catalanas que no han sido clausuradas. García Milá explicó que en su primera visita advirtió que la residencia operaba sin permisos, faltaban datos en las fichas sociosanitarias y había...

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Ángeles García Milá, inspectora de la Dirección General de Asuntos Sociales de la Generalitat, aseguró ayer en la vista oral que se sigue contra los propietarios, una empleada y el médico de la residencia Catalunya Llar, de Reus, por la muerte de varios residentes, que las irregularidades por deficiencias higiénicas, malos olores e incumplimientos en las fichas sociosanitarias son extensivas a otras residencias catalanas que no han sido clausuradas. García Milá explicó que en su primera visita advirtió que la residencia operaba sin permisos, faltaban datos en las fichas sociosanitarias y había irregularidades en cuestiones relativas a la seguridad de los ancianos, como barandillas y pasamanos, así como falta de ventilación. Todo ello nada alejado de la normalidad. No es inusual, dijo, que las residencias abran sus puertas sin disponer de los permisos necesarios.

Su segunda visita, el 18 de enero de 1995, un día después del registro judicial del centro, fue diferente: los ancianos estaban asustados y las condiciones higiénicas dejaban mucho que desear: eran "humillantes". Pero a preguntas de la defensa la inspectora tuvo que reconocer que la situación de la residencia clausurada no era diferente a la que se da en otros centros para ancianos. "¿Y por qué se cerró ésta y no las otras?". García Milá no tuvo respuesta.

Francisca Esteban, hija de Andrés Esteban, que falleció a la semana de ingresar en la residencia, un día después de que su hija decidiera llevárselo a casa, explicó que cuando llegó al centro se encontró a su padre en el pasillo, solo "y con las manos llenas de excrementos". Su padre se quejó del trato y de que la comida era mala y se la servían fría.

Esteban vivía en Lérida, pero durante la semana en que su padre estuvo en Reus, lo visitó casi diariamente. Ejerce de enfermera y se dio cuenta de que "se estaba volviendo lento y se ponía triste". Observó malos olores, falta de limpieza y que los antibióticos se distribuían en envases para enemas. Cuando se llevó a su padre con bronquitis crónica a Lérida, atribuyó su estado a un "exceso de sedantes". Al llegar a Lleida, el hombre se encontraba ya en estado agónico.

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