Tribuna:LA SITUACIÓN EN EL PAÍS VASCO

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No es nuevo que el Vaticano se proponga, desde tan alto, para una mediación pacificadora en el País Vasco, pero sí es la primera vez que el camino parece totalmente despejado de obstáculos.Los recelos de los Gobiernos españoles por la actitud del pontificado en el conflicto vasco vienen de lejos. Ni siquiera el Papa Juan XXIII se salvó: en 1954, cuando todavía era cardenal de Venecia, Roncalli vino a España en un viaje de quince días y, aunque el ministro de Asuntos Exteriores de Franco en aquel momento, Alberto Martín Artajo, no puso inconvenientes al peregrinaje, sí hizo algún comentario neg...

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No es nuevo que el Vaticano se proponga, desde tan alto, para una mediación pacificadora en el País Vasco, pero sí es la primera vez que el camino parece totalmente despejado de obstáculos.Los recelos de los Gobiernos españoles por la actitud del pontificado en el conflicto vasco vienen de lejos. Ni siquiera el Papa Juan XXIII se salvó: en 1954, cuando todavía era cardenal de Venecia, Roncalli vino a España en un viaje de quince días y, aunque el ministro de Asuntos Exteriores de Franco en aquel momento, Alberto Martín Artajo, no puso inconvenientes al peregrinaje, sí hizo algún comentario negativo por la supuesta simpatía del futuro Papa hacia el nacionalismo. "Cuando era nuncio en París pasaba [a España] en la valija diplomática cosas de José Antonio Aguirre [presidente del Gobierno vasco en el exilio]", encaró el ministro al guía del cardenal, el teólogo José Ignacio Tellechea, que lo cuenta en el libro Estuvo entre nosotros. Mis recuerdos de Juan XXIII en España.

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Pero los recelos son historia. Roma favoreció la jubilación anticipada de José María Setién como obispo de San Sebastián, el pasado 13 de enero, y su sustitución por Juan María Uriarte, el intermediario entre el Gobierno y ETA en las conversaciones del 19 de mayo de 1999 en Zúrich (Suiza), pero, sobre todo, ha venido lanzando mensajes inequívocos de repulsa contra la implicación de la religión en las violencias nacionalistas, uno de los asuntos por los que el Papa pidió disculpas en la jornada del perdón de la primavera pasada.

El creciente aislamiento de ETA en la sociedad vasca tiene que ver, también, desde hace años, con esa nueva actitud de la Iglesia católica. En 1970, en vísperas del proceso de Burgos, la Conferencia Episcopal Española, reunida en asamblea plenaria el día 1 de diciembre, pidió "la máxima clemencia para los justiciandos que en fechas muy próximas van a ser juzgados por un tribunal militar" y, semanas antes, había hecho lo propio el mismísimo Papa Pablo Vl. Por aquellas fechas había en las cárceles decenas de sacerdotes acusados de relacionarse con ETA.

Todo era excepcional entonces, sobremanera el comportamiento del Gobierno ante los derechos humanos y cívicos de uno de los territorios del Estado. Pero la mejora de relaciones se plasma, también, en una colaboración. Al regocijo con que el Ejecutivo recibió la dimisión forzada del obispo Setién y el nombramiento del sustituto, Juan María Uriarte -nada sospechoso de no ser vasco e, incluso, simpatizante nacionalista, pero amigo del ministro Mayor Oreja-, se une la actitud enormemente crítica de la jerarquía eclesiástica hacia todo lo que tenga que ver con ETA. El último tono lo da esta oferta de Roma. Nadie en la Conferencia Episcopal Española quiso decir ayer si tras la iniciativa están los obispos españoles, que encabeza el cardenal Antonio María Rouco. Pero sí que todos van a apoyarla, aunque con esta precisión, hecha en alta voz por Uriarte ya en marzo pasado: "La Iglesia no es una oficina técnica para diseñar una estrategia de paz, sino que aporta el espíritu".

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