Reportaje:

Profesores, con las ganas de siempre

Los profesores son esos profesionales a los que se envidia por sus largas y frecuentes vacaciones y su excepcional horario laboral. Sin embargo, tampoco en este caso, es lo que parece. No sólo enseñan, sino que también educan. Soportan a sus alumnos y también a padres que se niegan a reconocer las debilidades de sus hijos. Tampoco les resulta sencillo comprender todas las directrices del centro. Sin embargo, los años de enseñanza no les impide enfrentarse al reto de nuevo curso con la misma ilusión que tenían cuando por vez primera pisaron un aula; aunque en muchos casos el tiempo transcurrido...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Atender a los padres

Más información

Los profesores son esos profesionales a los que se envidia por sus largas y frecuentes vacaciones y su excepcional horario laboral. Sin embargo, tampoco en este caso, es lo que parece. No sólo enseñan, sino que también educan. Soportan a sus alumnos y también a padres que se niegan a reconocer las debilidades de sus hijos. Tampoco les resulta sencillo comprender todas las directrices del centro. Sin embargo, los años de enseñanza no les impide enfrentarse al reto de nuevo curso con la misma ilusión que tenían cuando por vez primera pisaron un aula; aunque en muchos casos el tiempo transcurrido sea de varias décadas, como el caso de Enrique Urrutia. Este docente, de 48 años, es profesor desde hace más de 20. Durante este curso imparte matemáticas e informática a alumnos de entre 14 y 16 años en el 2º ciclo de enseñanza secundaria [bachillerato] en el Instituto Miguel de Unamuno, en Bilbao. Tantos años de docencia no le impiden decir que el nuevo curso se presenta atractivo. "Es una especie de reto. Los profesores tenemos unos objetivos claros, como son realizar mejor nuestro trabajo y dar una respuesta a las necesidades del alumnado; es importante ver cómo se van acoplando a cada una de las etapas. En la mía, es un momento decisivo porque algunos estudiantes saben que después irán a la universidad y otros que no lo harán y hay que conseguir satisfacer todos los intereses", explica Urrutia. Al profesor avezado le gusta trabajar en la enseñanza pública y a pesar de las dificultades reconoce humilde: "lo hago lo mejor que puedo, aunque a veces tengo una sensación de impotencia".Ander Arana tiene 41 años e imparte clases de primaria a niños de 10 a 11 en la ikastola pública Intxixu de Bilbao. Este profesor quiere destacar la gran participación de los padres en todas las decisiones que afectan a los alumnos y al centro. "Están totalmente involucrados y eso es bueno, aunque a veces haya habido tensiones. Hemos ido limando los problemas y avanzando", recalca Arana.

También este profesor habla de su ilusión por el nuevo curso, aunque reconoce que, con el tiempo, es consciente de hasta dónde puede llegar. Defiende la escuela pública y la enseñanza en euskera. "La mayoría de los alumnos de la ikastola proviene de familias castellanohablantes y yo quiero transmitir la cara amable de la lengua; que el euskera no es una obligación, sino que sirve para jugar, para divertirse, que podemos vivir en euskera".

Álvaro Villacorta tiene 36 años e imparte clase desde hace más de una década en el colegio religioso concertado Santa María Marianistas de Vitoria; en el mismo en el que realizó sus estudios. Este año enseña inglés a grupos de unos 20 alumnos que siguen el modelo B "y que creen que la asignatura de inglés no necesita estudiarse".

El profesor Villacorta dice que siempre empieza motivado y con ganas el curso. Este año, se encarga de la tutoría, lo que constituye un nuevo aliciente. "Tendré que contactar más con los padres; mantenerles informados y recibirles; y eso puede ser muy agradable pero también tiene sus dificultades". Villacorta destaca que en un colegio religioso, padres y profesores comparten el ideario del centro "o al menos deben respetarlo" y recalca que, aunque es cierto que hay una mayor disciplina"seguimiento y control" de los alumnos que en los centro públicos, también en muchos de éstos se "controla" adecuadamente a los estudiantes.El liceo Santo Tomás de San Sebastián es una de las ikastolas más prestigiosas del País Vasco y la primera que impartió íntegramente en euskera el ciclo completo educativo. El centro es privado concertado y este curso tiene una matrícula de 1.800 alumnos, el máximo número que puede atender. El profesor Santos Sarasola es el director y actualmente, por vez primera vez en los últimos 29 años, no imparte clase. "Todos los años comenzamos con expectativas nuevas, con inquietud, con una terrible ilusión y también con nerviosismo. En e liceo, el personal docente es estable y eso supone que los hábitos están más afincados", explica Sarasola. El profesor y director destaca la participación y colaboración de padres, profesores y alumnos de la ikastola en su organización y funcionamiento. Además, defiende que "el centro tiene la obligación de contribuir socialmente" con la euskaldunización.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Josune Inoriza, de 40 años, ejerce la enseñanza desde el año 1983 y, actualmente, lo hace en el colegio público de Balmaseda, donde imparte el último curso de primaria. Defensora de la enseñanza pública "creo y lucho por ella", asegura que su trabajo no es sólo didáctico, sino que hay un trabajo personal con los alumnos. "Hay que dirigirse uno a uno. La relación debe ser personal y eso es un trabajo duro", explica con la ilusión sin desgastar del primer año de docencia.

Inoriza, que tiene a su cargo alumnos del modelo B, dice que la enseñanza agota psíquicamente, que no se desconecta nunca. "Terminas las clases y te preguntas cómo harías para que un niño respete más a sus compañeros o cómo actuar cuando, de repente, hay una semana en la que todos están alterados y no sabes porqué". Resalta que los profesores no sólo trabajan los libros de texto sino los valores personales. "Es muy satisfactorio pero también muy cansino", concluye.

Archivado En