LA BASURA, UN TRISTE RECUERDO DEL PASADO

Con la magia del reciclado y la alquimia moderna, vamos hacia un mundo sin desperdicios. Eso es lo que defiende Iván Amato, autor del libro 'Cosas: los materiales de los que está hecho el mundo'

Cerca 265 millones de estadounidenses le dieron un adiós colectivo en 1997 a 195.000 millones de kilos de basura. Cada hombre, mujer y niño se deshizo de una media de unos 725 kilos de desperdicios. Un peso equivalente de agua llenaría 68.000 piscinas olímpicas.Y esto no es más que el residuo urbano sólido, relativamente inocuo. Todos los años las industrias estadounidenses arrojan, bombean y vierten al aire, al agua y a la tierra más de 1.100 millones de kilos de cosas realmente desagradables, como compuestos del plomo, cromo, amoniaco y disolventes. Esto viene a ser como unas 400 piscinas ol...

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Cerca 265 millones de estadounidenses le dieron un adiós colectivo en 1997 a 195.000 millones de kilos de basura. Cada hombre, mujer y niño se deshizo de una media de unos 725 kilos de desperdicios. Un peso equivalente de agua llenaría 68.000 piscinas olímpicas.Y esto no es más que el residuo urbano sólido, relativamente inocuo. Todos los años las industrias estadounidenses arrojan, bombean y vierten al aire, al agua y a la tierra más de 1.100 millones de kilos de cosas realmente desagradables, como compuestos del plomo, cromo, amoniaco y disolventes. Esto viene a ser como unas 400 piscinas olímpicas de residuos tóxicos. Y esto es sólo en Estados Unidos.

"O nos controlamos nosotros mismos o la naturaleza lo hará", dice Gary Liss, un veterano de los programas de reciclado de residuos sólidos. Tal y como lo ve él, la basura tiene que convertirse en un triste recuerdo del pasado.

Esto puede parecer imposible, pero tiene precedentes. En la naturaleza, señala Liss, no existe el desperdicio. Lo que es descartado por una parte del ecosistema alimenta a otra parte. Liss dice que la humanidad puede emular los sistemas de eliminación de basuras de la naturaleza, pero eso requerirá innovaciones tecnológicas y un gran cambio de actitud.

Podemos echar una ojeada a un futuro menos derrochador en Kalundborg, Dinamarca. Allí, un insólito lugar llamado parque ecoindustrial nos demuestra cuánto se puede ganar reciclando y compartiendo los recursos. Dentro del parque, una empresa de energía, una firma farmacéutica, un fabricante de tableros prensados y una refinería comparten la producción y el uso de vapor, gas y agua para refrigerar. El exceso de calor se utiliza en las casas cercanas y los invernaderos. El residuo de una compañía se convierte en el recurso de otra. Docenas de parques ecoindustriales como éste están apareciendo por todo el mundo.

La biotecnología nos ofrece herramientas adicionales para hacer frente al desperdicio y ponerlo de nuestro lado. Ahora tenemos microbios que pueden tomar las sustancias tóxicas del suelo o del lodo contaminado y convertirlos en subproductos inocuos.

En los mercados de consumo, el reciclado ya ha generado un ejército de alquimistas. Las tapas de los cuadernos se hacen con botellas de plástico desechadas; las maletas, con neumáticos desgastados, y los cinturones, con chapas de cerveza.

El reciclado irá cobrando más impulso según vayamos produciendo materiales que sean más fáciles de utilizar de nuevo. Por ejemplo, Jesse Ausebel, director del Programa para el Entorno Humano en la Rockefeller University, predice que los arquitectos cada vez confiarán más en los nuevos tipos de vidrio celular, que pueden ser tremendamente resistentes y, al mismo tiempo, ligeros de peso. El vidrio es un material muy reciclable que se obtiene de la arena y se puede triturar hasta convertirlo otra vez en arena. Podríamos llegar a ver cómo el vidrio celular reemplaza al cemento de los edificios de hoy.

Lógicamente, el número de vidas que se le puede dar a un montón de escombros es limitado. A la larga tendremos que reducir la cantidad de material que se utiliza en primer lugar. Se están haciendo algunos progresos -las latas de aluminio y las botellas de plástico de los refrescos se han ido haciendo más finas con los años, por ejemplo-, pero para hacer reducciones más drásticas hará falta un nuevo proceso de fabricación.

Aquí, dice Lifset, es donde la nanotecnología desempeña un gran papel. En este nuevo campo, que emplea prácticamente todo tipo de disciplina científica y de ingeniería, los investigadores quieren crear productos a partir de cero, átomo por átomo, molécula por molécula. Esta forma de hacer las cosas de abajo arriba difiere del sistema tradicional de taladrar, aserrar, grabar, moler y otros métodos que crean tanto desperdicio por el camino.

Los investigadores han hecho progresos hacia la obtención de transistores y cables del tamaño de moléculas, e incluso pilas miles de veces más pequeñas que el punto que cierra esta frase. Según Lifset: "Muchos de los bienes de consumo y del equipamiento industrial podrían llegar a ser mucho más pequeños cuando la nanotecnología esté a punto. Esto, unido a una recuperación más eficiente de los bienes desechados, nos llevará a una enorme disminución de la cantidad de desperdicios".

Pero la tecnología no es suficiente. Igual de importante es el cambio de mentalidad y estilo de vida. Brad Allenby, vicepresidente de medio ambiente, seguridad y salud de AT&T, cree que nuestro cambio de la era industrial a la era de la información podría ayudar enormemente. Según las últimas cifras, dice, el 29% de la plantilla directiva de AT&T trabajaba desde su casa, lo que significa menor dependencia del coche. Esto, especula Allenby, puede ser el principio de algo mucho mayor, otra manera de ver qué es lo que mejora nuestra calidad de vida. Puede que pongamos menos aprecio en las cosas que necesitan un montón de materiales -como tres coches delante de la casa-, y más en cosas que no devoran recursos naturales, como utilizar el ordenador para comunicarse y moverse por Internet. Puede que descargar música de la red reduzca la demanda de cajas de CD. Y, aunque la visión de una oficina sin papeles haya sido un fracaso por el momento, todavía tenemos la oportunidad de usar los ordenadores para reducir el consumo de papel.

Alleby piensa que ésta es una tendencia de "desmaterialización" y que cuanto más profundamente cale esta tendencia en la sociedad, habrá menos cosas de las que deshacerse. Más aún, cuanto más rica en información se haga la sociedad, se hará también más sencillo encontrar usos para el montón de materiales que se descarten. Quizá con la ayuda de los servicios de ventas de Internet se pueda generalizar el principio que rige los mercadillos de segunda mano: la basura de una persona es un tesoro para otra. Cuando este punto de vista se generalice, los seres humanos podrán recordar las antiguas formas de producir basura como un error perdonable de su juventud como especie.

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