COMUNICACIÓN

John Young, un indiscreto en la Red

John Young se enorgullece de su irresponsabilidad. Es más, la reivindica. El pasado 22 de julio este arquitecto de Nueva York difundió en su página de la Red, Cryptome (http://jva.com/crypto.htm), un documento secreto de la CIA destinado a una delegación de los servicios de inteligencia japoneses. En él no sólo aparecían todos los nombres de los responsables nipones, sino también los números de teléfono satélite y el correo electrónico del subdirector de la agencia norteamericana, Charles Allen.Desde su modesto púlpito cibernético, Young predica el acceso libre y absoluto a cualquier tipo de i...

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John Young se enorgullece de su irresponsabilidad. Es más, la reivindica. El pasado 22 de julio este arquitecto de Nueva York difundió en su página de la Red, Cryptome (http://jva.com/crypto.htm), un documento secreto de la CIA destinado a una delegación de los servicios de inteligencia japoneses. En él no sólo aparecían todos los nombres de los responsables nipones, sino también los números de teléfono satélite y el correo electrónico del subdirector de la agencia norteamericana, Charles Allen.Desde su modesto púlpito cibernético, Young predica el acceso libre y absoluto a cualquier tipo de información, cuanto más confidencial mejor. No es el único. Internet está lleno de estos buscadores de secretos que utilizan la Red en su cruzada contra sus Gobiernos.

"La gente me manda mensajes con material controvertido, que a lo mejor no puede difundir en su país", explica Young, quien no quiso ser entrevistado ni en su oficina ni en su domicilio, para conservar algo de anonimato. "No importa que los documentos sean falsos. Yo no decido ni juzgo. Los pongo en mi página y el público decide si vale o no la pena. Soy un editor irrresponsable. No emito opiniones ni limito contenidos", afirma.

Hace dos semanas uno de esos documentos despertó serias preocupaciones entre los responsables de la inteligencia norteamericana. Un informe de la CIA, fechado en junio de 1998, y destinado a una delegación japonesa, detallaba a grandes rasgos la estructura de la organización, sus recortes de personal (20.000 empleados menos en siete años), algunos detalles de su presupuesto y sus principales objetivos de infiltración (Irán, China, Corea del Norte, Cuba y Rusia). La fuente de la información resultó ser un ex agente nipón, Hinorari Noda, que saldaba así viejas cuentas con sus antiguos jefes.

Young sigue publicando nuevas revelaciones, a medio camino entre lo espectacular y lo inocuo. El último secreto aparecido en su página es el plan federal de seguridad de la Convención Republicana que acaba de clausurarse en Filadelfia. El arquitecto asegura recibir una media de 100 mensajes al mes. "El gobierno nos oculta cosas. Ellos invocan excusas de seguridad nacional para guardar sus secretos pero la verdad es que nos toman el pelo (...) Intentan joder nuestro cerebros (...) Yo quiero tratar de romper este tipo de abusos".

Y como él, cientos. Unos más serios que otros. La Federación de Científicos Americanos, una organización no gubernamental creada en 1945 y que incluye entre sus miembros a 51 premios Nobel, divulga a través de su página material confidencial, en su campaña para forzar a Washington a que practique una política más abierta sobre la divulgación de cierto tipo de información, sobre todo, científica.

Otras páginas, como The James Madison Project o The Black Vault (www.blackvault.com) publican todo tipo de secretos, desde los programas de vacuna contra el ántrax hasta los últimos misterios sobre naves espaciales.

Esta puede convertirse en una afición peligrosa. Young no ha recibido amenazas, tan sólo algún correo con insultos. "Supongo que la gente no me teme con el aspecto que tengo", dice. El arquitecto es un hombre afable de aspecto completamente anodino. El FBI le llamó por primera vez después de que la prensa norteamericana se hiciera eco del documento de la CIA. "Fueron muy amables. Se limitaron a comunicarme las protestas del Gobierno de Tokio y pedirme que retirara los nombres, lo que no hice".

El arquitecto Young sin embargo toma sus precauciones. Es consciente de que su peculiar afición, que practica desde hace ya cuatro años, puede perjudicar su vida profesional y guarda sobre sus actividades una discreción que roza la paranoia. No quiere dar detalles sobre sus proyectos, que se limita a calificar de "atípicos". Suelta con reticencia sus escasos datos personales: 68 años, cuatro hijos, diplomado por la Universidad de Tejas.

El arquitecto no teme que le utilicen. "¿Manipularme? Por supuesto. Así lo espero. En eso consiste el juego y de eso deberíamos hablar ¿Cree que no se manipulan los medios de comunicación? (...) No busco especialmente la publicidad, pero es buena para mi página. Así, más gente me envía cosas. Seguro que en España hay trapos sucios que la gente no puede sacar y que podría mandarme".

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