Reportaje:SALUD

Ejercitar la memoria previene el Alzheimer

5.000 científicos en EE UU intercambian investigaciones sobre las causas de la demencia senil

Cuando no se ejercita la memoria no sólo se pierde sino que se triplica el riesgo de desarrollar el mal de Alzheimer -una forma degenerativa de demencia-, según varias investigaciones presentadas en el Congreso Internacional sobre Alzheimer que acaba de clausurarse en Estados Unidos. Los científicos han descubierto que el declive de la memoria no es irreversible ni inevitable con el paso del tiempo, sino que está asociado a la falta de actividad mental y al exceso de ocupaciones pasivas, como ver televisión. La clave para no caer en el olvido está en no dejar nunca de aprender, en desafiar al ...

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Cuando no se ejercita la memoria no sólo se pierde sino que se triplica el riesgo de desarrollar el mal de Alzheimer -una forma degenerativa de demencia-, según varias investigaciones presentadas en el Congreso Internacional sobre Alzheimer que acaba de clausurarse en Estados Unidos. Los científicos han descubierto que el declive de la memoria no es irreversible ni inevitable con el paso del tiempo, sino que está asociado a la falta de actividad mental y al exceso de ocupaciones pasivas, como ver televisión. La clave para no caer en el olvido está en no dejar nunca de aprender, en desafiar al intelecto con tareas que requieran concentración, como leer, estudiar, hacer crucigramas, tocar un instrumento, practicar juegos y hobbies o simplemente retener la ubicación y detalles de sitios, en vez de pasar de largo por ellos. Son algunas fórmulas recomendadas por Amir Soas, de la Universidad de Case Western, en el Estado de Cleveland (EE UU), jefe del equipo que ha realizado uno de los principales estudios. "Estimular la mente es un factor de protección contra el mal de Alzheimer. Hay que leer más y ver menos televisión, porque cuando nos sentamos frente a la televisión la mente se pone en punto muerto", puntualizó Soas, que a raíz de los indicios sobre el papel que juega la televisión va a hacer otro estudio para averiguar específicamente la correlación entre el número de horas frente a la pantalla y la aparición de la enfermedad. Entre las 550 personas analizadas en Case Western, la incidencia de Alzheimer resultó ser tres veces inferior entre las que habían activado regularmente la compleja maquinaria del recuerdo, desde sus años adultos en adelante.Leer y estudiar

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Otra innovadora teoría presentada por David Bennett, de la Universidad Rush de Chicago, destaca la "reserva cognitiva" que se almacena al ejercitar la memoria entre los 6 y 18 años y que puede servir de protección años después contra la degeneración de la mente. Un factor adicional de protección parece ser el grado de educación. Los universitarios tienen un riesgo menor, mientras que el de los analfabetos es muy superior, de acuerdo a los hallazgos de Mary Haan de la Universidad de Michigan. Y en otros estudio similar llevado a cabo en la Universidad de California, en Los Angeles, de 249 casos de demencia analizados, 216 tenían un nivel educativo bajo; y de 151 casos diagnosticados con Alzheimer, 141 también tenían un grado mínimo de formación.

Un ejemplo revelador fue el de las parejas de mellizos en las que los hermanos aficionados a la lectura llegaron mentalmente saludables a la tercera edad mientras que los que habían leído poco desarrollaron demencia. La educación sin embargo no es un factor determinante en todos los casos. Personas de escasa alfabetización que habían cultivado la memoria con tareas sencillas también se salvaron de padecer Alzheimer. Uno de los ejemplos que ilustró la conferencia fue el del cerebro de los taxistas de Londres, que tienen un mayor desarrollo de la parte de materia gris que ejercitan acordándose del complicado mapa de la ciudad, mientras que otras áreas cerebrales que no utilizan experimentan una reducción de tamaño.

Aunque el entrenamiento de la memoria es importante para la población en general, es crucial para las personas que tengan historial de la enfermedad en su familia, advirtió el profesor Soas, subrayando que "deberían empezar a memorizar a partir de los 20 o 30 años". La herencia genética tiene también un papel importante. Las personas portadoras del gen ApoE-e 4 (una proteína clave en el trasporte y la eliminación del colesterol) que llevan una dieta alta en grasa son siete veces más propensas a padecer Alzheimer, según otro estudio de la Universidad Case Western. Cuanto más joven se empieza a consumir grasa mayor es la predisposición a desarrollar el mal.

El hallazgo parece guardar relación con la teoría de que los mecanismos que influyen negativamente en el desarrollo de Alzheimer se producen en la primera etapa de la vida, como leer durante la niñez y juventud. Además de comer bien, uno de los hábitos que ayudan a la mente a mantenerse en forma es hacer ejercicio, ya que según otras investigaciones presentadas en el congreso sobre Alzheimers, la mala memoria está relacionada con las enfermedades coronarias y la diabetes.

Las investigaciones presentadas en el congreso mundial -al que han asistido 5.000 especialistas de todo el mundo-, confirman además otro hallazgo de hace dos años en la Universidad de Princeton, Estado de Nueva Jersey, sobre la continua regeneración de las neuronas a lo largo de la vida, en contra del dogma en el que siempre se había apoyado la ciencia que justificaba la demencia senil como la consecuencia inevitable de la muerte de las neuronas con el paso del tiempo.

Siete síntomas

Una de cada 10 personas de más de 65 años de edad y casi la mitad de las mayores de 85 padecen el mal de Alzheimer, y un pequeño porcentaje de adultos entre 30 años y 40 años también la desarrollan.Actualmente hay doce millones de personas con Alzheimer en el mundo, pero para el año 2025 la cifra subirá a 22 millones.

Las personas que lo padecen viven un promedio de ocho años y en algunos casos hasta veinte desde el momento en que aparecen los primeros síntomas, que según la Asociación Nacional de Alzheimer de Estados Unidos son los siguientes:

- Pérdidas frecuentes de memoria sobre cosas que nunca vuelven a recordar.

- Dificultad en realizar labores rutinarias, como preparar una comida y olvidarse completamente.

- Olvidar palabras del lenguaje diario, hasta el punto que las frases puedan resultar incomprensibles.

- Desorientación, tal como perderse en una ruta habitual, no saber cómo han llegado, cómo volver ni a dónde dirigirse.

- Pérdida de juicio hasta el punto de no saber vestirse.

- Cambiar las cosas de sitio, como poner una plancha en el frigorífico,

- Cambios súbitos de estado de ánimo, de la risa al llanto.

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