Final de la voladura de Yugoslavia

La estrategia es conocida. Slobodan Milosevic, el arquitecto de la voladura de la antigua Yugoslavia, ya la empleó en Eslovenia y Croacia, en 1991; en Bosnia, en 1992 y en Kosovo, en 1999. En las tres perdió, pero conservó el poder.La tensión creciente entre Serbia y Montenegro, la otra república que forma lo que queda de Yugoslavia, recuerda a los meses que precedieron al estallido de la guerra en Croacia: ruptura del consenso constitucional en aras de lograr o mantener el poder federal e incremento de las acusaciones de terrorismo, conspiraciones internacionales e informaciones que hablan de...

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La estrategia es conocida. Slobodan Milosevic, el arquitecto de la voladura de la antigua Yugoslavia, ya la empleó en Eslovenia y Croacia, en 1991; en Bosnia, en 1992 y en Kosovo, en 1999. En las tres perdió, pero conservó el poder.La tensión creciente entre Serbia y Montenegro, la otra república que forma lo que queda de Yugoslavia, recuerda a los meses que precedieron al estallido de la guerra en Croacia: ruptura del consenso constitucional en aras de lograr o mantener el poder federal e incremento de las acusaciones de terrorismo, conspiraciones internacionales e informaciones que hablan del riesgo físico para los serbios que viven en la zona afectada.

Montenegro no es Croacia. Se trata de un complejo crisol de etnias, donde el equilibrio pro y anti Milosevic es casi paritario. En este caso, como en el de Croacia y Kosovo, no sería necesario enviar carros de combate para sofocar una declaración de independencia, pues los carros ya están dentro. El presidente montenegrino, Milo Djukanovic, sólo cuenta con el apoyo de su policía y de la comunidad internacional.

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Cualquier aventura militar de Belgrado en Montenegro podría contar con la respuesta de las tropas occidentales en Kosovo o Bosnia, pero con un Estados Unidos en periodo electoral, la maquinaria sería lenta.

Ése es el escenario ideal para un tipo como Milosevic, un jugador de ajedrez con maneras de pócker que conoce el juego, a quien la comunidad internacional aún no ha sabido reconocer su indudable talento, un talento para la destrucción.

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