Editorial:

Ámbito de indecisión

Lo ocurrido ayer en el Parlamento vasco pone de manifiesto una vez más las dificultades del PNV para rectificar el rumbo sin reconocer el fracaso de su apuesta por Lizarra. Por una parte, apoyó la propuesta socialista de una nueva mesa de diálogo condicionada a la aceptación de las reglas de juego democráticas y la renuncia de la violencia; pero acto seguido se negó a admitir el principio de acatamiento de la legalidad vigente y planteó la condición alternativa de acatamiento del ámbito vasco de decisión. El resultado es que Ibarretxe acudirá el jueves a La Moncloa sin un mandato claro del Par...

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Lo ocurrido ayer en el Parlamento vasco pone de manifiesto una vez más las dificultades del PNV para rectificar el rumbo sin reconocer el fracaso de su apuesta por Lizarra. Por una parte, apoyó la propuesta socialista de una nueva mesa de diálogo condicionada a la aceptación de las reglas de juego democráticas y la renuncia de la violencia; pero acto seguido se negó a admitir el principio de acatamiento de la legalidad vigente y planteó la condición alternativa de acatamiento del ámbito vasco de decisión. El resultado es que Ibarretxe acudirá el jueves a La Moncloa sin un mandato claro del Parlamento de Vitoria.El planteamiento socialista se presentó como una vía abierta a cualquier desarrollo futuro, incluyendo la eventual reforma del marco actual. Pero con la condición de respetar las reglas democráticas, lo que incluye el acatamiento de la legalidad en cada momento, incluso para modificarla. Es un planteamiento coherente con las interpretaciones que vienen haciéndose de la famosa sentencia del Tribunal Superior de Canadá sobre Quebec. La independencia es una opción legítima, defendible en democracia, pero no un derecho que obligue a los demás.

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El propio Aznar se atuvo a esa idea en su respuesta a Anasagasti durante el debate de investidura. El PNV tenía la oportunidad de acogerse a ella para escenificar en el Parlamento su regreso al consenso. Pero cualquier rectificación cuenta con el obstáculo de la ponencia soberanista aprobada en enero por la asamblea del partido. Su portavoz, Egibar, que insistió en que el PNV mantiene ese modelo de pacificación, representa al sector más reticente a reconocer que Lizarra fue un error desde el principio.

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Lo fue porque significaba prescindir de la mitad no nacionalista de la población, cuyo papel se limitaría a avalar -bajo el chantaje del regreso de ETA- lo ya decidido por el frente nacionalista de Lizarra. Esa idea está todavía presente en la discusión sobre el ámbito vasco de decisión, que da por supuesto que todos los vascos identifican como marco natural y único para resolver sus problemas el de una ideal Euskal Herria, y no, por ejemplo, el de una España de la que se consideran parte. Lo que Egibar consideró ayer la prueba del algodón de la sinceridad de la propuesta socialista -la aceptación de su propia enmienda- sólo ha revelado la confusión que mantiene a su partido en la indecisión y le impide regresar al consenso democrático.

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