Reportaje:20 AÑOS DE PARLAMENTO VASCO

Un largo camino desde la nada

Un total de 230 leyes que afectan de un modo u otro a la vida de la ciudadanía dan fe de los 20 años de existencia que el Parlamento vasco celebra mañana. Cinco legislaturas y la sexta en marcha otorgan mayoría de edad a una institución que echó a andar sin disponer siquiera de sede propia y en la que todo el mundo -políticos, letrados, personal administrativo e informadores-, hubo de aprenderlo y construirlo todo partiendo de cero. Hace 20 años el Legislativo vasco era sólo letra impresa en el Estatuto.Entre aquel comienzo y la actualidad median grandes diferencias, lo mismo que entre los con...

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Un total de 230 leyes que afectan de un modo u otro a la vida de la ciudadanía dan fe de los 20 años de existencia que el Parlamento vasco celebra mañana. Cinco legislaturas y la sexta en marcha otorgan mayoría de edad a una institución que echó a andar sin disponer siquiera de sede propia y en la que todo el mundo -políticos, letrados, personal administrativo e informadores-, hubo de aprenderlo y construirlo todo partiendo de cero. Hace 20 años el Legislativo vasco era sólo letra impresa en el Estatuto.Entre aquel comienzo y la actualidad median grandes diferencias, lo mismo que entre los contenidos y el balance político de cada una de las legislaturas y los estilos de los cuatro presidentes habidos: tres nacionalistas (Juan José Pujana, Joseba Leizaola y el actual, Juan María Atutxa) y un socialista (Jesús Eguiguren), a quien se atribuye la mayor labor renovadora. Otra diferencia es la mejoría económica del país, que inició su construcción autonómica en medio de una crisis galopante y de destrucción masiva de su gran industria.

Pero también existen similitudes, y son negativas, como la pervivencia del terrorismo, que casi nadie habría augurado que seguiría vigente a 20 años vista de aquel comienzo. Entre las esperanzas albergadas entonces y defraudadas por la realidad, la mayor es, sin duda, que la voluntad soberana de los ciudadanos expresada en el Parlamento no haya logrado disuadir a ETA del empleo de la violencia. La ampliación de la sede de la Cámara -está a punto de inaugurarse el nuevo edificio para oficinas y otros servicios- y los planes de modernización en la gestión que prepara Atutxa simbolizan la entrada en el siglo XXI de una institución que pasó sus dos primeros años de prestado, con sus señorías acarreando papeles del palacio de la Diputación de Vizcaya al de la de Álava, y viceversa.

Ninguna legislatura ha superado en producción a aquella primera, que fue también la del Gobierno de más brillo en su composición: las 61 leyes aprobadas entre 1980 y 1984 fueron sólo 24 en el segundo mandato -acortado por la anticipación de las elecciones tras la crisis del PNV y el cambio de lehendakari-. En la tercera legislatura se aprobaron 45, 39 en la cuarta y 57 en la quinta. El periodo abierto con las elecciones de octubre de 1998 arroja el balance más pobre.

Urgencia

Aquel naciente Parlamento de 1980 vivió condicionado por la urgencia de convertir en real lo que todavía no era más que papel en el Estatuto de Gernika. También por el ejercicio de la mayoría absoluta que, gracias a la ausencia de HB, disfrutaba de hecho el PNV (22% del censo) pese a contar con sólo 25 parlamentarios de los 60 que compusieron inicialmente la Cámara. El sólo apoyo peneuvista sacó adelante la ley del Himno, con la crítica de la oposición por elevar a esa categoría una melodía que pertenecía al acervo exclusivo del partido nacionalista. Era el rodillo del Gobierno monocolor del PNV, facilitado por la ausencia de HB.

El vasco es el único Parlamento donde sus señorías no juran el ordenamiento vigente para tomar posesión de sus escaños, y tiene otra singularidad que puede interpretarse como un déficit democrático, pero es asunto intocable pues está en el Estatuto: los votos de los ciudadanos no valen lo mismo a causa de la representación paritaria de los territorios, que otorga los mismos escaños a Álava que a Vizcaya, aunque ntenga casi cuatro veces más habitantes.

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La ley que fijó las sedes de las instituciones y dio la capitalidad a Vitoria fue la primera en aprobarse, el 23 de mayo de 1980. La Ley de Gobierno, la de normalización del euskera, las de creación de EITB, Osakidetza, la SPRI, el HABE, el EVE, la del himno de la comunidad y las normas electorales para las Juntas Generales, la de relaciones entre las instituciones comunes y los órganos forales de los territorios históricos (la polémica LTH), datan de aquel frenético y brillante período. Las tres legislaturas entre 1987 y 1998, las de los acuerdos a dos y a tres entre nacionalistas y socialistas, convirtieron la Cámara en un foro sin apenas oposición. La Ley de la Escuela Pública vasca y la de Ordenación Sanitaria son banderas de ese amplio período de cogobernación PNV-PSE. En el tintero se quedaron proyectos en los que los socios de Gobierno fueron incapaces de alcanzar un acuerdo, como la ley Municipal, o la siempre pendiente reforma del Reglamento de la Cámara.

Viaje de ida y vuelta en el debate sobre la violencia

Los inicios de la autonomía, con dos ETA actuantes hasta la disolución de la rama político-militar, coincidieron con los años más sangrientos. El acoso a las fuerzas de seguridad se saldó los dos primeros años con dos o tres atentados por semana y una nula reacción popular en contra.El debate parlamentario sobre el terrorismo parece haber recorrido un camino de ida y vuelta, desde aquellos primeros años hasta la más reciente actuaclidad. En aquella época, la división entre fuerzas nacionalistas y no nacionalistas cuajaba en torno a la prescripción de las recetas para acabar con el fenómeno ETA: las medidas policiales preconizadas por los unos, frente a la insuficiencia de éstas y la necesidad de su acompañamiento por decisiones políticas -el desarrollo rápido y amplio del Estatuto- sostenida por los otros hicieron imposible en los primeros tiempos un diagnóstico y una terapia compartidas para responder a la violencia.

Además de esas dificultades, el Parlamento ha visto siempre hurtado un papel preponderante en la materia e incluso cuando se dio con unas mínimas bases de consenso, éste se produjo fuera de sus muros. Fue el Pacto de Ajuria Enea el que inauguró un amplio espacio de entendimiento, hasta que se quebró a principios de 1998.

En la actualidad, el Parlamento es escenario casi semanal de la confrontación verbal de los grupos, divididos de nuevo, como al principio de su andadura; esta vez por una línea trazada desde el Acuerdo de Lizarra entre nacionalistas y no nacionalistas. Y de nuevo se busca un foro de encuentro ajeno a la Cámara.

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