Reportaje:

La otra cara de Moncloa

Enrique Martorell, un pastor de la Iglesia evangélica de Cristo de Tetuán, está acostumbrado a recibir en su culto de la calle de Teruel a numerosas personas sin recursos. Pero el caso de Carmen Ontera y su familia le ha impactado tanto que desde hace año y medio reclama al Instituto de la Vivienda de Madrid (Ivima) que realoje en un piso digno a esta anciana de 88 años que malvive con dos hijos -uno de 50 años, discapacitado; otro de 35, ex-toxicómano- y una nieta de seis años en una casa semiderruida de Sánchez Preciados, 32, en el distrito de Moncloa.El hogar de esta familia es una vieja ca...

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Enrique Martorell, un pastor de la Iglesia evangélica de Cristo de Tetuán, está acostumbrado a recibir en su culto de la calle de Teruel a numerosas personas sin recursos. Pero el caso de Carmen Ontera y su familia le ha impactado tanto que desde hace año y medio reclama al Instituto de la Vivienda de Madrid (Ivima) que realoje en un piso digno a esta anciana de 88 años que malvive con dos hijos -uno de 50 años, discapacitado; otro de 35, ex-toxicómano- y una nieta de seis años en una casa semiderruida de Sánchez Preciados, 32, en el distrito de Moncloa.El hogar de esta familia es una vieja casa de dos plantas sin agua, sin retrete ni ducha y con electricidad gracias a la ayuda de una vecina. Las paredes, con varias capas superpuestas de papeles pintados, están llenas de humedades y de la fosa séptica abierta en un patio cercano llega un olor pestilente.

La niña y su padre duermen en una habitación apuntalada desde la que se ve el cañizo del piso superior, y en otra estancia se recogen la anciana y su hijo epiléptico. La cocina hace las veces de sala de estar, y otro cuarto está lleno de barreños donde lavan la ropa.

La anciana okupó este edificio cuando llegó hace cuatro años de Barcelona con su hijo mayor. "Él cobra 24.000 pesetas por su enfermedad, y yo otras tantas; con ese dinero no podíamos ni podemos alquilar un piso", explica Ontera, aquejada del corazón y de artritis. "Una de mis hijas vive en un piso social del Ivima aquí en Sánchez Preciados, y por eso nos vinimos a la zona; pero su casa es muy pequeña y no cabemos", asegura esta paya que tuvo 11 hijos con un gitano catalán.

Su hijo menor, Jesús, trabajó de peón y barrendero y vivió de alquiler con su esposa y su pequeña. Pero la mujer murió dejándole otro niño recién nacido, y él llevaba varios años enganchado a la heroína. "Ahora estoy en un programa de metadona y busco chatarra, pero eso supone que un día ganas 2.000 y al otro nada", explica. De su niño pequeño se encarga una hermana.

Martorell ha mantenido varias reuniones con el Ivima para buscar una solución para esta familia. "Dicen que no tienen suficientes puntos, y yo me pregunto cómo hay que vivir para ser adjudicatario de un piso social...", añade.

Este pastor evangélico ha encontrado el apoyo de otra Iglesia, la católica. "El párroco de Nuestra Señora de Aránzazu también escribió una carta que llevé yo mismo al Ivima, intercediendo por esta familia", añade. Hace dos años, un inspector de sanidad de la Junta de Moncloa calificó el estado de la casa de "pésimo".

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Antonio Sánchez, dueño de un taller próximo a la casa de los Ontera, dice: "Hay gente del barrio que anda diciendo que venden droga, pero yo sólo sé que el hijo viene muchos días a mi taller en busca de chatarra y que hay una anciana y una niña viviendo en condiciones infrahumanas".

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