Tribuna:Elecciones 2000ESCENAS DE CAMPAÑA

La ineficacia en un trabajo

La sociedad se articula en una multitud de oficios. La división del trabajo, que descubrió la humanidad en la noche de los tiempos, adscribió a algunos de sus miembros la labor de cazadores, a otros la de rudimentarios ingenieros agrónomos y a otros (ah, las cosas del espíritu) la de chamanes de la tribu. Hoy sabemos con certidumbre que los panaderos no fallan en su cotidiana actividad, que las constructoras levantan edificios, que los cirujanos operan y que los periodistas expiden puntualmente su diaria ración de comentarios y noticias. Son cosas explicables, previsibles y ordenadas.Desde un ...

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La sociedad se articula en una multitud de oficios. La división del trabajo, que descubrió la humanidad en la noche de los tiempos, adscribió a algunos de sus miembros la labor de cazadores, a otros la de rudimentarios ingenieros agrónomos y a otros (ah, las cosas del espíritu) la de chamanes de la tribu. Hoy sabemos con certidumbre que los panaderos no fallan en su cotidiana actividad, que las constructoras levantan edificios, que los cirujanos operan y que los periodistas expiden puntualmente su diaria ración de comentarios y noticias. Son cosas explicables, previsibles y ordenadas.Desde un punto de vista gremial, sólo la política despierta ciertas dudas. Bien es cierto que la tarea de los políticos es una de las más ambiciosas y complicadas (administrar la cosa pública, organizar todo un sistema jurídico y político), pero aún así la pregunta puede formularse, aquí y ahora, con fundamento de causa: ¿ha conseguido nuestra clase política articular esta sociedad? La respuesta, en el País Vasco, tras un cuarto de siglo de democracia, es necesariamente negativa.

Cuando Julio Iglesias Zamora recobró la libertad, tras un ignominioso secuestro, formuló una reflexión incontestable. Sentenció que los políticos debían resolver los problemas de este país, y que si para ello tenían que reunirse en el Parlamento hasta los domingos (los domingos por la noche, creo que llegó a decir), que lo hicieran de una santa vez. Era la suya una argumentación naïf, propia de un esforzado empresario, acostumbrado a solventar problemas mediante esfuerzos, insomnios y trabajos. Pero era también una argumentación abrumadoramente válida. La clase política (desde el PP hasta EH) se divide en opciones, pero la clase política, también (y quizás sobre todo) representa un oficio. Los fines de ese oficio son resolver ciertos problemas, y esos fines, en Euskadi, no se cumplen.

Durante 25 años los electricistas han seguido realizando instalaciones, los mensajeros repartiendo correspondencia, los escritores escribiendo novelas y los notarios dando fe en las escrituras públicas. Sería deseable que la clase política, con tantos liberados a jornada completa, pudiera mostrar el mismo ratio de eficacia que muestra cada tarde de domingo una tienda de chucherías emplazada junto a un cine.

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