Editorial:

Atrocidades rusas

Las pavorosas imágenes de chechenos muertos en fosas comunes y en parte mutilados son una triste confirmación de lo que muchos temían que estaba sucediendo en Chechenia. Lo que comenzó como una supuesta operación antiterrorista en respuesta a unos atentados de aún no determinada autoría es en realidad una guerra brutal en la que el Ejército ruso está utilizando métodos incivilizados y criminales. Ya el bombardeo indiscriminado de ciudades como la capital, Grozni, desmentía las afirmaciones del Kremlin sobre el carácter de la operación.Las imágenes difundidas ratifican que las autoridades rusas...

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Las pavorosas imágenes de chechenos muertos en fosas comunes y en parte mutilados son una triste confirmación de lo que muchos temían que estaba sucediendo en Chechenia. Lo que comenzó como una supuesta operación antiterrorista en respuesta a unos atentados de aún no determinada autoría es en realidad una guerra brutal en la que el Ejército ruso está utilizando métodos incivilizados y criminales. Ya el bombardeo indiscriminado de ciudades como la capital, Grozni, desmentía las afirmaciones del Kremlin sobre el carácter de la operación.Las imágenes difundidas ratifican que las autoridades rusas están cometiendo en Chechenia unos actos que la comunidad internacional creía desterrados de Rusia después de la caída del comunismo. Un régimen que comete semejantes actos contra sus propios ciudadanos -pues los chechenos lo son, aunque no lo sean de Rusia por voluntad propia- no es ni una democracia ni un Estado de derecho, por mucho que Moscú tenga derecho a defender su integridad territorial. Los objetivos perseguidos pueden resultar discutibles. Pero los métodos utilizados merecen una condenación absoluta.

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Ayer, el ministro de Asuntos Exteriores, Ígor Ivanov, anunció una investigación para esclarecer los hechos. Un periodista ruso acudió en su ayuda al declarar que él había grabado el vídeo y que los cadáveres son de rebeldes chechenos muertos en combate, no de ejecutados y torturados. Aseguró que lo vendió al periodista alemán que después lo ha difundido en Occidente. Pero Moscú tendrá que hacer muchos esfuerzos para convencer al mundo de que las mutilaciones claramente visibles -las orejas cortadas, por ejemplo- son consecuencia de una acción de combate. Lo mínimo que pueden hacer los rusos es permitir la entrada de observadores internacionales, reclamados tardíamente por diversos países e instituciones en Europa. El señor Pesc, Javier Solana, ha pedido una investigación urgente sobre lo ocurrido. En Polonia, las protestas populares contra Rusia han obligado a Ivanov a suspender una visita prevista. La crítica contra las atrocidades rusas crece.

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La democratización de Rusia ha sido una de las grandes esperanzas de este cambio de siglo. Lamentablemente, el talante mostrado por el Kremlin desde que comenzó la campaña en Chechenia no induce al optimismo. Tanto el anterior presidente, Borís Yeltsin, como su sucesor, Vladímir Putin, han despreciado las muy tibias críticas de la comunidad internacional.

Urge, especialmente de los europeos y sus instituciones, una respuesta enérgica y contundente ante la evidencia de los horrores y las flagrantes violaciones de los derechos humanos que se están produciendo en Chechenia. Sin ella perderán credibilidad la Unión Europea y sus Estados miembros, el Consejo de Europa y otras instituciones que dicen poner por delante la defensa de los valores humanos y democráticos. De quedarse los europeos con los brazos cruzados, la vergüenza de lo que está ocurriendo en Chechenia puede acabar siendo también la vergüenza de una Europa que prefiere mirar hacia otra parte.

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