Editorial:

El Ulster, en suspenso

Entre abortar el proceso de paz del Ulster o dejarlo en suspenso, el Gobierno británico ha elegido el mal menor, pues al menos se mantiene la tregua. ¿Una crisis más de las múltiples que ha vivido este proceso de paz? El ministro para Irlanda del Norte, Peter Mandelson, no ha suspendido aún formalmente la autonomía del Ulster, pero se da por muy probable que lo hará la semana entrante -es decir, que Londres volverá a gobernar directamente el Ulster tras dos meses de autonomía- si las partes, católicos y protestantes, no desbloquean la situación; muy en particular si el IRA no deja explícitamen...

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Entre abortar el proceso de paz del Ulster o dejarlo en suspenso, el Gobierno británico ha elegido el mal menor, pues al menos se mantiene la tregua. ¿Una crisis más de las múltiples que ha vivido este proceso de paz? El ministro para Irlanda del Norte, Peter Mandelson, no ha suspendido aún formalmente la autonomía del Ulster, pero se da por muy probable que lo hará la semana entrante -es decir, que Londres volverá a gobernar directamente el Ulster tras dos meses de autonomía- si las partes, católicos y protestantes, no desbloquean la situación; muy en particular si el IRA no deja explícitamente claro que está listo para comenzar su desarme. El Sinn Fein, brazo político de la guerrilla católica, echó ayer un jarro de agua fría a las pocas esperanzas de enderezar el proceso al afirmar sus muy serias dudas sobre el hecho de que el IRA empiece a entregar su arsenal en los próximos días. Gerry Adams, su presidente, acusó al ministro Mandelson de mala fe, por entender que ha boicoteado sus esfuerzos negociadores.El ultimátum refleja la gravedad de una situación en la que cualquier vacío político alimentará a los más extremistas de ambos bandos. Londres prefiere suspender el logro capital del proceso de paz antes de arriesgarse a que se desplome por el abandono del primer ministro David Trimble, jefe de los unionistas, de la coalición gobernante de protestantes, católicos nacionalistas y paramilitares. Los probritánicos de Trimble pusieron como condición a su participación en el Ejecutivo que el IRA comenzase este mes a entregar sus armas. Su jefe firmó en blanco en diciembre su dimisión si esto no sucedía. Pero el informe de la Comisión Internacional de Desarme presidida por el general canadiense John de Chastelain, aunque no se ha hecho público, parece dejar claro que, hoy por hoy, el IRA no está en condiciones de cumplir con la palabra dada. Se ha roto el equilibrio entre dos posiciones débiles: la necesidad de Trimble de demostrar, pese a que el acuerdo de 1998 no lo exigiera con rotundidad, una entrega anticipada de armas por el IRA y la falta de voluntad del grupo armado para hacerlo.

El IRA se ha mostrado incapaz hasta ahora de iniciar una apertura, siquiera simbólica, en esta cuestión clave; probablemente porque teme una escisión o una rebelión de sus seguidores. Ni siquiera ha hecho una declaración explícita de su compromiso inequívoco con los métodos pacíficos. Así, paradójicamente, el conservar su arsenal permite a la guerrilla católica seguir controlando la situación y mantener la tregua. Se trata de un argumento inservible. Las armas pueden no ser utilizadas, como afortunadamente sucede, pero su mera posesión, la posibilidad de su uso, condiciona poderosa e inadmisiblemente el proceso político. La posición del IRA, además, debilita sobremanera el liderazgo de Trimble entre los protestantes. Con toda probabilidad, su abandono dejaría a los unionistas en manos más radicales e intransigentes.

El que Londres se disponga de nuevo a gobernar directamente la provincia es el reconocimiento de un fracaso. No es, sin embargo, una vuelta del contador a cero, pues algo se ha logrado. De momento, la tregua se mantiene, y romperla resultaría muy costoso para todos. Si en algo hay un sentir abrumadoramente mayoritario entre la población del Ulster es en no querer regresar a la violencia ciega de su pasado reciente. El proceso de paz está en suspenso;la violencia, también. Pero ésa no es una situación estable. Menos aún si, como parece inevitable, dejan de cumplir su función principal, la de obligar a todas las partes a trabajar juntas, las instituciones autónomas y en particular el Ejecutivo. En cualquier caso, no será fácil retomar el camino donde parece que va a quedar interrumpido. Probablemente habrá que reinventarlo.

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