Reportaje:

"Noki" sólo olfateó muerte

Veinte segundos de temblor bastaron para derribar más de 100 edificios y sepultar bajo sus entrañas a cientos de personas. El seísmo de 7,2 grados en la escala Richter que azotó Turquía el pasado viernes se cobró al menos 400 muertos y 3.000 heridos. Durante 48 horas, un equipo valenciano integrado por 16 bomberos y un guardia civil rastreó las ruinas de Düzce, donde se localizó el epicentro del terremoto, en busca de supervivientes. Pero Noki, el pastor alemán adiestrado del guardia civil, y los tres perros restantes de la expedición sólo olfatearon el rastro de cadáveres."Vuelves a casa con ...

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Veinte segundos de temblor bastaron para derribar más de 100 edificios y sepultar bajo sus entrañas a cientos de personas. El seísmo de 7,2 grados en la escala Richter que azotó Turquía el pasado viernes se cobró al menos 400 muertos y 3.000 heridos. Durante 48 horas, un equipo valenciano integrado por 16 bomberos y un guardia civil rastreó las ruinas de Düzce, donde se localizó el epicentro del terremoto, en busca de supervivientes. Pero Noki, el pastor alemán adiestrado del guardia civil, y los tres perros restantes de la expedición sólo olfatearon el rastro de cadáveres."Vuelves a casa con mal sabor de boca por no haber rescatado a nadie con vida", confesaba ayer el guardia civil José Manuel Navarro, de 26 años, mientras acariciaba a Noki en la Comandancia de Valencia. Ni él ni su perro habían estado jamás en una catástrofe humanitaria, pero llevaban más de un año preparándose para un momento como éste. Junto a sus compañeros de la Asociación Valenciana de Perros de Rescate, este guardia destinado en Sueca, José Manuel jugaba a esconderse en una escombrera y a lograr que su perro le rescatara. Cuando Noki apenas tenía dos meses, este guardia se lo compró a un criador de Náquera. Pensó que cuando creciera sería un excelente perro de rescate, porque "no se asustaba de nada".

En cuanto supo del desastre turco le faltó tiempo para pedir permiso a sus mandos y marchar allá con el equipo de Bomberos Sin Fronteras. Los 16 bomberos y el guardia llegaron 36 horas después de la catástrofe. "Para ser efectivos hay que empezar en menos de 24 horas", admite Navarro, "a partir de ahí, las posiblilidades de hallar a alguien vivo se reducen a la mitad". Se toparon con un paisaje desolador. Centenares de tiendas de campaña, ruinas humeantes y colas interminables para el reparto de comida.

Navarro se encargaba de recoger información sobre las fincas en las que pudiera haber víctimas atrapadas. Pero en un gesto desesperado, muchos se negaban a dar por muertos a sus familiares y recurrían a la picaresca para que los equipos de rescate rastrearan unos escombros que ya habían sido revisados sin éxito en dos o tres ocasiones. Recuerda que les despertaban de madrugada diciéndoles que habían escuchado algo. Les llevaban al lugar dando un rodeo para que no se percataran de que volvían a las mismas ruinas de la tarde anterior.

Durante el rastreo, Noki sólo debía ladrar si olfateaba a algún superviviente bajo las ruinas. Sin embargo, estaba tan "excitado" en su debú que se le escaparon varios ladridos cuando descubrió el primer cadáver. La comprobación efectuada con otros perros evitó que malgastaran el tiempo excavando en esa mortaja de hormigón.

A la población la vieron "resignada" después de padecer siete terremotos en menos de tres meses. El equipo valenciano llegó a habituarse durante su estancia a los constantes temblores, uno de ellos de seis grados. "La gente está convencida de que se producirá otro terremoto muy fuerte que, afectará a Estambul. Cuando se marcharon empezaba a diluviar y el olor que desprendían los cadáveres lo impregnaba todo.

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