Rusia amenaza con un nuevo rearme nuclear si EE UU viola el tratado de antimisiles balísticos

Puede que juegue de farol, pero Rusia amenaza estos días con el rearme nuclear si Estados Unidos sigue adelante con sus planes de revisar el tratado ABM (antimisiles balísticos) suscrito en 1972 por las dos superpotencias. A las declaraciones de políticos y militares rusos que abundaban en que el ABM es innegociable se suma ahora la del viceministro de Defensa, Nikolái Mijaílov. Éste promete que, si el antiguo enemigo estratégico sigue en sus trece, se desplegarán más cabezas atómicas en los cohetes intercontinentales. El subsecretario de Estado norteamericano, Strobbe Talbott, tratará hoy en ...

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Puede que juegue de farol, pero Rusia amenaza estos días con el rearme nuclear si Estados Unidos sigue adelante con sus planes de revisar el tratado ABM (antimisiles balísticos) suscrito en 1972 por las dos superpotencias. A las declaraciones de políticos y militares rusos que abundaban en que el ABM es innegociable se suma ahora la del viceministro de Defensa, Nikolái Mijaílov. Éste promete que, si el antiguo enemigo estratégico sigue en sus trece, se desplegarán más cabezas atómicas en los cohetes intercontinentales. El subsecretario de Estado norteamericano, Strobbe Talbott, tratará hoy en Moscú del asunto.

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De momento, ayer, la secretaria de Estado norteamericana, Madeleine Albright, se declaró "desconcertada" por las informaciones provenientes de Rusia y calificó de "reacción excesiva" la actitud de Moscú. Talbott también discutirá en la capital rusa sobre el proceso de desarme en general con el viceministro de Exteriores ruso, Grigori Berdennikov, pero no lo tendrá fácil. La semana pasada terminó sin avance alguno otra ronda negociadora. EEUU intentará llegar a un compromiso negociado, aunque el secretario de Defensa, William Cohen, ha dado a entender en alguna ocasión que el rechazo ruso o chino, o ambos a la vez, no supondría el abandono de la idea de desplegar el escudo antimisiles.El presidente estadounidense, Bill Clinton, afirma que decidirá el próximo verano si pone o no en marcha el proyecto de un sistema de defensa contra eventuales ataques con cohetes procedentes no ya de Rusia, sino de Estados potencialmente terroristas como Irán, Irak o Corea del Norte. Esta nueva versión de la guerra de las galaxias con la que soñó Ronald Reagan en los años ochenta prevé el despliegue en Alaska, para el año 2005, de un complejo sistema de radar y de 100 interceptadores de misiles. El plan se completaría cinco años más tarde con otra instalación similar en Dakota del Norte.

Despliegue imposible

Este despliegue será imposible si se respeta el tratado ABM, con el que Richard Nixon y Leónidas Breznev limitaron la capacidad de defensa ante ataques con misiles con una lógica tan aterradora como aplastante: que esos escudos sólo servirían para aumentar la sensación de invulnerabilidad y ceder a la tentación de atacar "con seguridad" al enemigo. La guerra de las galaxias rompía con la doctrina aceptada entonces: MAD, siglas inglesas de Destruccción Mutua Asegurada.

La guerra fría queda muy lejos, pero EEUU y Rusia no han dejado de considerar, siquiera en teo ría, la posibilidad de un enfrentamiento nuclear. El proceso de desarme, que tiene como eje conductor los tratados sobre limitación del arsenales estratégicos, ha avanzado sobre esa base. "Sin el ABM", declaraba la semana pasada a ELPAÍS el ministro de Exteriores ruso, Ígor Ivanov, "pierden todo su sentido los tratados START I, II y III". El I se aplica ya. El II, que reduciría el número de cabezas nucleares a no más de 3.500 por cada bando, está pendiente de ratificación por la Duma (Cámara baja rusa). El III, que dejaría en la mitad los límites del II, es objeto de conversaciones de tanteo.

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El ministro ruso de Exteriores ha hecho llegar a la diplomacia española la preocupación de su Gobierno por lo que considera una escalada armentista norteamericana, que cuenta con el apoyo de un Congreso de mayoría republicana pero también con aliados en la Admisnistración, informa José Miguel Larraya. En Formentor, donde asistió el pasado fin de semana a un seminario sobre el Mediterráneo, Ivanov indicó que el Senado norteamericano está fijando una línea estratégica que puede tener serias repercusiones, y que gravitará sobre el próximo presidente.

"No hay compromiso", señala el general Valeri Manílov, vicejefe del Estado Mayor Ruso. "Sería como intentar mantener una casa en pie después de despojarla de sus cimientos". "Gracias al ABM", sostiene por su parte Ivanov, "se han evitado desde 1972 catástrofes nucleares".

Mijaílov va más allá al recordar en The Wahington Post que el arsenal atómico ruso tiene la capacidad técnica necesaria para superar cualquier defensa antimisiles que pueda crearse. "Esta tecnología se utilizará si Estados Unidos nos obliga a ello", remata. Rusia, al parecer, no piensa en desplegar otro sistema antimisiles, sino en una alternativa más barata: aumentar el número de cabezas nucleares operativas y listas para ser utilizadas en misiles intercontinentales, y hacer vulnerable al sistema defensivo contrario.

Algunos de estos cohetes de largo alcance se están desmantelando. Otros, como el Topol-M, que se produce en cantidades limitadas, tienen una sola ojiva, pero no sería complicado adaptarlos para llevar más. En caso de una guerra total, la estrategia contra el escudo norteamericano sería un ataque masivo que superase, por acumulación, las defensas enemigas.

Otra cosa es que Rusia, hundida en la crisis y convertida en pedigüeña internacional, sea capaz de afrontar el desafío de ese rearme. No lo es. Lo admite incluso Ilia Klebánov, viceprimer ministro encargado de la industria militar. Los problemas financieros han obligado a extender la vida de los misiles SS-19, desplegados en 1975, hasta el 2005, 10 años más de lo previsto. Si Estados Unidos decide seguir adelante con el plan (y todo apunta a que así será), utilizará a fondo su capacidad de convicción y de presión. Y no sólo política, sino también económica.

Mal momento para ceder

Por ahora, no la ejerce a tope. No es buen momento. A menos de dos meses de las elecciones legislativas y a poco más de siete de las presidenciales, el liderazgo ruso no puede permitirse el lujo de ceder ante el viejo enemigo. Podría ser utilizado, en clave nacionalista, por los grandes rivales de Borís Yeltsin y su entorno, empezando por los comunistas y siguiendo por el alcalde de Moscú, Yuri Luzhkov, y el ex primer ministro Yevgueni Primakov, que han unido sus fuerzas para tratar de controlar el Parlamento y el Kremlin. La situación será más propicia en verano, cuando se haya producido el relevo en el Kremlin y justo antes de que Clinton tome la decisión sobre el polémico escudo antimisiles.

Todo el complicado engranaje de acuerdos está en el alero. Yeltsin y sus Gobiernos llevan años intentando que la Duma, dominada por los comunistas y sus aliados, ratifiquen el START II. La última oportunidad se frustró con Kosovo, que provocó un clima de guerra fría que aún no se ha superado por completo.

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