Predestinado para ser campeón de motos

Crivillé, apasionado desde chaval por este deporte, ha sido tan rebelde en la pista como buena persona fuera de ella

La siguiente escena aconteció en el Gran Premio de Catalunya de esta temporada. Una mujer lloraba en uno de los aparcamientos interiores del circuito después de enterarse de que Àlex Crivillé había logrado la victoria en la prueba de 500. Alguien le preguntó la razón. "Es mi hermano", contestó. Era Elisabeth Crivillé, que no había querido seguir la carrera desde ningún lugar privilegiado.Los Crivillé Tapias son así. Gente sencilla, noble y agradable. Àlex, el benjamín de la familia, nació hace 29 años. Todos dicen que estaba predestinado para ser campeón de motociclismo. Cuentan que le pusiero...

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La siguiente escena aconteció en el Gran Premio de Catalunya de esta temporada. Una mujer lloraba en uno de los aparcamientos interiores del circuito después de enterarse de que Àlex Crivillé había logrado la victoria en la prueba de 500. Alguien le preguntó la razón. "Es mi hermano", contestó. Era Elisabeth Crivillé, que no había querido seguir la carrera desde ningún lugar privilegiado.Los Crivillé Tapias son así. Gente sencilla, noble y agradable. Àlex, el benjamín de la familia, nació hace 29 años. Todos dicen que estaba predestinado para ser campeón de motociclismo. Cuentan que le pusieron su nombre en honor del piloto de fórmula uno Àlex Soler Roig. Recuerdan que a los cinco años le ganó una apuesta a su hermano Josep, arrancó una moto y se dio una vuelta en ella. Y él mismo explica que al cumplir los diez ya iba al colegio en moto.

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Ayer cumplió el sueño de toda una vida, algo por lo que ha trabajado intensamente durante diez años y por lo que ha soportado lo indecible, incluidas las lesiones que han afectado sobre todo a su mano izquierda. Desde que dejó los estudios en segundo de Formación Profesional, no se ha dedicado a otra cosa. Las motos son su obsesión.Al principio sus padres no querían que corriera. "Ves despacio", le decían cada vez que marchaba de viaje a una carrera, al poco de debutar en el Mundial, con 17 años. "Y si no corro, cómo voy a ganar", cuentan que respondía el niño mimado de la familia. Ni el señor Papitu ni la señora Isabel querían ver los grandes premios por la tele. Preferían que más tarde les explicaran cómo había ido para poder sentarse frente al vídeo.

Después, con el paso del tiempo, su madre se ha convertido en la fan número uno de Àlex. "Ya que vas a correr, hazlo deprisa y gana", le dice ahora. Incluso se atrevió a ir un día a las carreras en Montmeló. Claro que eso fue hace poco. Qué le pregunten a la matriarca del clan Crivillé lo que pensó cuando se enteró que sus dos hijos mayores habían falsificado la firma del padre para que el nen pudiera empezar a competir.

Fue por aquél entonces cuando a Àlex se le colgó la etiqueta de rebelde. Se la debió sobre todo a sus primeros años en Derbi porque ignoraba sistemáticamente las órdenes de equipo que primaban al número uno del equipo, que era Jorge Martínez Aspar. De la marca catalana pasó a una escudería artesanal, JJCobas, con la que sorprendentemente conquistó el título mundial de 125 en 1989. Tenía 19 años.

Después tuvo un paso fugaz y sin resultados por 250, antes de asaltar la categoría reina, en la que ha ido rompiendo barreras y subiendo peldaños. Fue el primer español en ganar un gran premio de 500, después el primer candidato al título y finalmente, desde ayer, el primero en ganar el campeonato del mundo. Lo hizo a la misma edad que Mick Doohan logró su primer título y lo bien que ha llevado su carrera deportiva es el ejemplo más claro de que hablamos de un muchacho muy inteligente.

En las 13 temporadas que han pasado desde que debutó en el Mundial ha provocado numerosas petardadas de su tío Blai, que lanza los cohetes en su pueblo para celebrar los éxitos del noi de Seva. Por ahora, en sus 161 grandes premios disputados, suma ya dos títulos, 19 victorias y 62 visitas al podio.

En su pueblo se vivió ayer una fiesta tremenda. Àlex no sólo es el ídolo local, aquél al que le llegan cartas dirigidas a: Àlex Crivillé, Vic. Toda la familia es muy apreciada en la población. En Seva han trabajado desde hace años en la construcción. Y todos, empezando por el padre, que falleció el año pasado víctima de un cáncer, se han caracterizado siempre por ser buena gente.

Seguramente ninguno de ellos es tan introvertido con el más pequeño de la casa. Hay quien busca explicación a su carácter cerrado en los tres años que estudió interno en el seminario de Vic. "Recuerdo que lloraba cada noche", dice Àlex, uno de los pocos pilotos que se santigua antes de empezar cada carrera y que invierte tiempo y dinero en diversas obras generosas.

El noi de Seva, ahora residente en Montecarlo, comparte su vida con Ana Nogué, su novia desde hace más de diez años. Ella es quien le cuida y quien mejor le conoce. "La verdad de Àlex es que no se parece mucho a la imagen que hay de él", cuenta. O sea que tímido pero menos y callado no tanto, aunque no se conoce a nadie que no diga que el nuevo campeón del mundo de 500 es, ante todo, un buen tipo y con un gran corazón.

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