Tribuna:

Un mapa de Europa

La Comisión Europea ya ha presentado un mapa, su mapa, de Europa; entiéndase de la UE. Hasta ahora, la construcción europea que se lanzó desde las ideas de Monnet y otros había sido un modelo geográficamente abierto. Al proponer abrir negociaciones de adhesión con seis candidatos más que los actuales, 12 en total, e incluir a Turquía como candidata en espera, la Comisión Prodi da un paso decisivo y deja claramente dicho quién se queda fuera: Rusia, Ucrania, Bielorrusia y los países del Cáucaso, y el Magreb, con los que, sin embargo, propone esquemas de asociación. Ahí queda el limes. Todos los...

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La Comisión Europea ya ha presentado un mapa, su mapa, de Europa; entiéndase de la UE. Hasta ahora, la construcción europea que se lanzó desde las ideas de Monnet y otros había sido un modelo geográficamente abierto. Al proponer abrir negociaciones de adhesión con seis candidatos más que los actuales, 12 en total, e incluir a Turquía como candidata en espera, la Comisión Prodi da un paso decisivo y deja claramente dicho quién se queda fuera: Rusia, Ucrania, Bielorrusia y los países del Cáucaso, y el Magreb, con los que, sin embargo, propone esquemas de asociación. Ahí queda el limes. Todos los demás, dentro. En cuanto a los países de la antigua Yugoslavia y Albania, les ofrece la perspectiva de entrar, siempre que reúnan las condiciones políticas, reconozcan mutuamente sus fronteras, y, antes de ingresar, demuestren que han sido capaces al menos de una integración económica regional. Noruega y Suiza no cuentan pues, al menos de momento, se han autoexcluido.La propuesta de la Comisión -sobre la que ha de decidir el Consejo Europeo de diciembre en Helsinki- tiene la ventaja de no limitar la ampliación de la UE únicamente a los países que más interesan a Alemania (y cuyas economías controla ésta cada vez más). Pero, sobre todo, tiene un mérito importante: impulsar a todos los elegidos a acelerar las reformas políticas, económicas y otras necesarias para, un día, ingresar en la UE. Pues, efectivamente, hoy por hoy, como queda patente en los tirones de orejas a diestro y siniestro por los deberes no cumplidos que reparte la Comisión, aunque con cierta manga ancha, ninguno de estos países cumplirían los criterios para entrar, por no hablar de un estado de ánimo poco a favor en la UE. Ésta, a su vez, tiene una opinión pública poco entusiasta con la ampliación. Y ahí están los más contrarios: los derechistas de Haider en Austria.

Aunque ha echado marcha atrás respecto a la definición de un calendario, la Comisión Prodi ha presentado una estrategia a largo plazo, pero estrategia al fin y al cabo. Un problema central lo constituye Turquía, pues se le lanza el guiño de incluirla entre los candidatos, pero Ankara no participará en la regata de las negociaciones hasta que haya solventado sus indudables carencias en materia democrática y de derechos humanos. E incluso así, está por ver. Pues hay países que se resisten a aceptar el principio de abrir la puerta a una Turquía que tanto deja que desear en su sistema político y cuyo papel, a la larga, esté quizá más con Europa, que, políticamente hablando, en Europa. Más allá de los guiños, el qué hacer con Turquía y con Ucrania -a la que no basta dejar simplemente fuera- son dos enormes problemas para Europa. Rusia es otra cuestión, pues es un mundo en sí misma. Así, para los próximos años habrá cuatro categorías de Estados en esta UE y su vecindad: los miembros, los candidatos en negociación, los candidatos a la espera y los asociados externos.

Si se propone una estrategia hacia fuera, aún falta otra hacia dentro. Pues casi tan difícil resultará la negociación con los candidatos como los arreglos internos que tiene que hacer la UE para prepararse a la ampliación. De momento, sólo se habla de adaptaciones que tienen su importancia política, pero que son bastante cosméticas: nuevo sistema de reparto de votos y decisión en el Consejo de Ministros, reducción en el número de comisarios. Poco más. Pero si realmente se avanza hacia una UE de 28 miembros (o más si se incluyen los Balcanes), habrá que ir hacia una transformación radical del funcionamiento de la Unión, hacia lo que Jacques Delors ha llamado una "refundación" y otros un big bang. De otro modo, la ampliación geográfica puede llevar al estancamiento funcional. Si la UE llega a confundirse con la Europa geográfica, habrá que inventar otra Comunidad dentro de la anterior, un núcleo verdaderamente integrado que haga de la Unión Europea algo más que un espacio, aunque construir espacio para superar la guerra fría tenga una dimensión histórica y moral. El informe al respecto encargado por Prodi a tres sabios (Dehaene, Simon y Weizsäcker) debe difundirse hoy. El gran debate que ya no se puede demorar.

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