Reportaje:EXCURSIONES

Soledad a chorros

Este salto de 12 metros ruge junto al remoto villorrio de Peñalba, perdido en los confines de la sierra de Ayllón

No puede decirse que Peñalba de la Sierra esté lejos. Lejos es un adverbio demasiado breve para sugerir lo lejos que está Peñalba. ¿Qué decir, pues? ¿Que está donde se da la vuelta el aire, donde Cristo dio las tres voces, donde Buda perdió el mechero...? Tampoco. Definitivamente, nos hace falta una nueva expresión: Peñalba está a-dos-horas-bache-curva-cuidado-con-esa-vaca-qué-mareo. Mucho mejor.El montañero Manuel Rincón, que ha gastado varios juegos de neumáticos rodando por estas asperezas, escribía recientemente en su guía Andar por el macizo de Ayllón: "Del aislamiento geográfico que pade...

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No puede decirse que Peñalba de la Sierra esté lejos. Lejos es un adverbio demasiado breve para sugerir lo lejos que está Peñalba. ¿Qué decir, pues? ¿Que está donde se da la vuelta el aire, donde Cristo dio las tres voces, donde Buda perdió el mechero...? Tampoco. Definitivamente, nos hace falta una nueva expresión: Peñalba está a-dos-horas-bache-curva-cuidado-con-esa-vaca-qué-mareo. Mucho mejor.El montañero Manuel Rincón, que ha gastado varios juegos de neumáticos rodando por estas asperezas, escribía recientemente en su guía Andar por el macizo de Ayllón: "Del aislamiento geográfico que padece esta aldea da idea el hecho de que sólo reciben el pan una vez cada 15 días, teniendo que desplazarse entretanto a la vecina Cabida para reponer la despensa... Y es que en la actualidad cuenta tan sólo con cuatro vecinos, los cuatro varones, los cuatro independientes y que se llevan bien entre ellos". Pues menos mal.

Peñalba está dejada de la mano de Dios, y de los hombres, en un vallejo lateral del Jaramilla, en las estribaciones surorientales del pico del Lobo, a 1.278 metros de altitud y a 117 kilómetros de Madrid. La hallaréis al final de una carreterilla con mil curvas, y agujereada cual queso de Gruyère, que viene de El Cardoso, adonde habréis llegado culebreando por Buitrago, Gandullas, Prádena y Montejo. Porque, paradójicamente, esta aldehuela guadalajareña se halla mejor comunicada con Madrid que con Guadalajara: para ir en coche al vecino pueblo de Majaelrayo, que sería la salida natural hacia la capital alcarreña, sólo hay una pista de tierra. Y así se verifica lo que hemos dicho tantas veces, que las carreteras han aislado ciertos lugares de montaña más de lo que estaban. Habiendo autopistas que permiten ir en-tres-horas-como-un-duque de la Puerta del Sol al Guggenheim, ya nadie quiere ir, y menos vivir, en un villorrio que está a-dos-horas-bache-curva-cuidado-con-esa-vaca-qué-mareo.

Antiguamente, la gente iba de Peñalba a Majaelrayo cabalgando o paseando tan pancha por la orilla del arroyo de Cañamar, sin sufrir por los amortiguadores o por hallarse fuera de cobertura. Era el mismo camino que llevaba al molino de Peñalba, sito en la confluencia de aquél con el río Jaramilla. Y es el mismo camino que vamos a desempolvar hoy bajando hacia la izquierda por la prolongación de la calle principal -y casi única- de Peñalba, entre las cercas de las últimas casas, para cruzar en cinco minutos el arroyo de Cañamar y seguir descendiendo a su vera lo que resta de jornada.

El camino, apto inicialmente para vehículos, discurre por una amplia ribera empradizada a la sombra de esbeltos robles, chopos y nogales. Muy pronto, las rodadas que seguimos cruzan a la otra orilla y se adentran en el vallado de una vaqueriza, pero nosotros nos mantendremos fieles a la margen izquierda, tomando un sendero que continúa río abajo por terreno cada vez más despejado de arbolado -sólo jaras - hasta llegar, a media hora del inicio, a la gran quebrada pizarrosa donde se despeña el Cañamar.

Hasta hace poco, uno debía conformarse con tirarle una foto a la cascada a 100 metros de distancia: tan espesa era la maraña de zarzas, jaras y brezos que poblaba el ribazo. Pero algún paisano laborioso acaba de abrir una trocha (no más rebasar la quebrada, a manderecha) que permite bajar al pie de la cascada y disfrutar a placer de este salto de 12 metros que, incluso en pleno estío, se precipita fragoroso sobre una negra poza, muy a propósito para el baño. El lugar es de una soledad rigurosa: en un hondón rodeado de paredes peladas y selva impenetrable, cerca de un camino que ya no lleva a Majaelrayo ni a ninguna parte -la senda, poco después de cruzar el Jaramilla, se extingue en el jaral- y de un pueblo semiabandonado que está a-dos-horas-bache-curva-cuidado-con-esa-vaca-qué-mareo... En tiempos de hormiguero, la cascada de Cañamar es un resquicio por el que entra la soledad a chorros.

Un paseo de niños

Dónde. Peñalba de la Sierra (Guadalajara) dista 117 kilómetros de Madrid, y tiene su mejor acceso yendo por la carretera de Burgos (A-1) hasta Buitrago de Lozoya, para seguir a partir de aquí las señales hacia Gandullas, Prádena del Rincón, Montejo de la Sierra y El Cardoso de la Sierra. Los últimos 10 kilómetros de la carretera, entre E1 Cardoso y Peñalba, se hallan en un estado calamitoso.Cuándo. Paseo facilísimo, de una hora de duración -cuatro kilómetros, ida y vuelta-, con un desnivel acumulado ínfimo -unos 80 metros-, que ofrece la posibilidad de refrescarse en la cascada y de almorzar en las sombreadas praderas junto al arroyo, a los pies del pueblo. Marcha ideal para hacer con niños.

Quién. Manuel Rincón es el autor de Andar por el macizo de Ayllón (editorial La Tienda Verde), guía en la que se propone una variante más larga de este recorrido -cinco horas y media-, ascendiendo al vértice geodésico del Águila y visitando luego la dehesa de Peñalba.

Y qué más. Cartografía: hoja 20-18 (Tamajón) del Servicio Geográfico del Ejército, o la equivalente (459) del Instituto Geográfico Nacional; mapa Sierras de Ayllón y Ocejón, a escala 1:50.000, editado por La Tienda Verde (Maudes, 23 y 38).

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