Milosevic se enfrenta a un 'otoño caliente'

El presidente yugoslavo se aprovecha de las divisiones enla oposición para sobrevivir al descontento de la población

ENVIADO ESPECIALEl régimen del presidente de Yugoslavia, Slobodan Milosevic, presenta casi todos los síntomas de estar acabado y haber entrado en una fase preagónica en la que sus estertores y coletazos pueden tener terribles consecuencias para Serbia. Flota sobre el ambiente el fantasma de la guerra civil. El descontento se palpa por doquier en Serbia, sobre todo fuera de Belgrado.

No obstante, la debilidad de una oposición -una auténtica sopa de letras atomizada en grupúsculos y enzarzada en querellas internas-, junto con diversos factores estructurales de la sociedad serbia, dan a Mi...

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ENVIADO ESPECIALEl régimen del presidente de Yugoslavia, Slobodan Milosevic, presenta casi todos los síntomas de estar acabado y haber entrado en una fase preagónica en la que sus estertores y coletazos pueden tener terribles consecuencias para Serbia. Flota sobre el ambiente el fantasma de la guerra civil. El descontento se palpa por doquier en Serbia, sobre todo fuera de Belgrado.

No obstante, la debilidad de una oposición -una auténtica sopa de letras atomizada en grupúsculos y enzarzada en querellas internas-, junto con diversos factores estructurales de la sociedad serbia, dan a Milosevic un respiro que le permite ganar tiempo. Casi todos los análisis coinciden en pronosticar para Serbia un otoño caliente, con los radiadores fríos por la falta de calefacción en las casas.

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Un equipo de la primera cadena de la televisión pública alemana (ARD) acudió al puente de Beska sobre el Danubio, en la autopista que une Belgrado con Hungría, la víspera de su reapertura, el pasado martes. El puente, de más de dos kilómetros de longitud, quedó destruido por las bombas de la OTAN. El 14 de junio, Milosevic prometió su reconstrucción en 40 días. Lo logró, incluso cinco jornadas antes de lo previsto. Los medios de comunicación oficiales presentaron la inauguración como un triunfo de la capacidad y la voluntad del régimen para reconstruir el país. No piensan lo mismo los trabajadores, que, a toda máquina, daban los últimos retoques al puente en la víspera de la reapertura al tráfico.

Los obreros del puente confundieron al equipo de la ARD alemana con la televisión oficial serbia. Ante las cámaras, dieron rienda suelta a su indignación a gritos: "¡Sois unos mentirosos!", "sólo informáis de lo que os da la gana", "no mostráis las cosas importantes, engañáis al pueblo", "¿por qué no decís que los que trabajamos aquí hace siete meses que no cobramos?", "lleváis 10 años en el poder y tenemos que echaros a todos. No habéis conseguido nada. Perdisteis la Krajina [en Croacia], la República Serbia en Bosnia, Kosovo y habéis destruido las relaciones con Montenegro. ¿Qué más falta?"

Los trabajadores en Serbia cobran, y siempre con retraso, salarios de hambre. El Producto Interior Bruto (PIB) per cápita en la antigua Yugoslavia unitaria era de 2.800 dólares al año. Antes de las bombas de la OTAN, el PIB cayó hasta los 1.500 dólares per cápita. Ahora, según el equipo de economistas Grupo 17, tras la guerra, esta cifra ha descendido hasta los 900 dólares (unas 150.000 pesetas). Algunas estimaciones cifran el salario medio mensual, hoy día en Serbia, en 60 marcos alemanes (algo más de 5.000 pesetas).

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Los jubilados cobran con meses de retraso. Un coronel retirado tiene asignada una pensión de 2.600 dinares (37.000 pesetas al cambio oficial), pero sólo recibe la mitad, y no todos los meses; acaba de ingresar la mitad de lo que le correspondía en mayo. Una funcionaria del Estado gana en una oficina 1.400 dinares (unas 20.000 pesetas), pero sólo cobra la mitad del sueldo. Los parados, como consecuencia del bombardeo de la fábrica de automóviles Zastava en Kragujevac, reciben 230 dinares al mes del llamado sueldo de solidaridad, una especie de ayuda social (3.250 pesetas al cambio oficial), financiada con una tasa extraordinaria que se deduce de todos los salarios de Serbia. Esos 230 dinares dan para comprar 100 barras de pan o dos paquetes de detergente.

Los reservistas que acudieron a la convocatoria para la guerra de Kosovo no han cobrado la paga; ahora les han prometido un pago a plazos en los próximos seis meses. Se manifiestan los reservistas un día tras otro por las plazas y carreteras del sur de Serbia, bastión tradicional del partido socialista (SPS) de Milosevic, y amenazan con una marcha sobre Belgrado. Los agricultores de Voivodina, el granero y base de la alimentación de Serbia, anuncian también manifestaciones para protestar por los bajos precios de compra fijados por el Estado a sus productos.

Ante semejante panorama, cualquier analista llegaría a la conclusión de que un país en semejantes condiciones vive una situación prerrevolucionaria. No obstante, el régimen resiste y, al menos en apariencia, Serbia no padece penalidades. Belgrado vive, como si nada hubiese ocurrido, un verano de terrazas repletas y baños de sol en el Danubio.

No se advierten señales de los 78 días de bombardeos, de no ser por una docena de edificios destruidos. La recogida de firmas para pedir la dimisión de Milosevic, en el mismo centro de la ciudad, se realiza en medio de la indiferencia general, y ya apenas unos pocos se paran a estampar su nombre en las listas. Ni siquiera la policía parece tomarlo ya en serio, tras una primera reacción represiva el primer día.

La famosa austeridad serbia forma parte de la cultura de un país que parece resignarse con lo que recibe. No obstante, existen otros factores económicos que contribuyen a estabilizar la situación y favorecen de forma indirecta al régimen. El historiador Dusan Batakovic explica que Serbia es un país agrario "donde no hay hambre, como en la Rumania de Ceaucescu. Casi todas las familias tienen parientes en el campo que les abastecen con productos básicos".

Además, la Yugoslavia de Tito no fue un país cerrado al exterior, como los otros del llamado socialismo real. Millones de yugoslavos salieron a trabajar como emigrantes en el extranjero. Los serbios de la diáspora envían cada año hasta 1.000 millones de marcos (85.000 millones de pesetas), que, convertidos en dinares, contribuyen a sostener las economías familiares.

Otro factor de estabilidad es la economía sumergida, que el profesor Ljubomir Madzar estima en un tercio del PIB. Muchos serbios se ven obligados a un pluriempleo para sobrevivir. Profesores universitarios ponen una tienda o se colocan como intérpretes. Dos o tres trabajos es algo frecuente en Belgrado. Esta lucha por la supervivencia resta energía y tiempo para la actividad política y contribuye en gran medida a la estabilidad social y política, de lo que se beneficia el régimen.

Circula estos días por Belgrado un chiste revelador de la situación. Se pregunta cómo le habla un serbio listo a uno tonto. La respuesta es: "Por teléfono, desde el extranjero". Los sectores con más iniciativa y emprendedores de Serbia han emigrado y triunfan o luchan por la vida en el extranjero. El régimen se aprovecha de esto por partida doble. Las remesas en divisas de los emigrantes contribuyen a estabilizar la penosa situación económica y a paliar la miseria de los de dentro.

Al mismo tiempo, gracias a la válvula de escape de la emigración, el régimen se ha desembarazado de los más decididos y emprendedores, de ese sujeto revolucionario que podría exigir con urgencia los cambios en Serbia.

En Belgrado se palpan ciertos signos de final de régimen. Profesores universitarios registran un cambio de actitud en sus jefes, aquellos que ocupan cargos por su carné de partido y se distinguían por ejercer la arrogancia del poder.

Algunos han depuesto sus actitudes de prepotencia e intentan mostrar un nuevo talante para demostrar su disposición a adaptarse a una nueva situación que se vislumbra en el horizonte político de Serbia. Un diplomático occidental resumía este cambio de actitud: "Es increíble cuántos políticos, incluso de JUL [Izquierda Unida], se acercan y nos lanzan ahora mensajes del tipo nosotros estamos con el cambio. Parece como si las ratas empezasen a abandonar el barco".

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