Reportaje:

LO QUE HAY QUE VER

Además de algunas de las obras ya citadas, el Museo de San Telmo acoge otros rincones imprescindibles, como la sala dedicada a Zuloaga, que muestra una decena de cuadros del pintor guipuzcoano, todos dignos de interés, como lo son los que están a su lado de Ortiz de Echagüe, que unen a su calidad artística un componente etnográfico más interesante, ya que el pintor centroamericano se dedicó a retratar a los habitantes, mujeres principalmente, de los países que recorrió en su vida. Los lienzos de Sert tuvieron una elaboración detallada. Así lo demuestran los bocetos que realizó el pintor, div...

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Además de algunas de las obras ya citadas, el Museo de San Telmo acoge otros rincones imprescindibles, como la sala dedicada a Zuloaga, que muestra una decena de cuadros del pintor guipuzcoano, todos dignos de interés, como lo son los que están a su lado de Ortiz de Echagüe, que unen a su calidad artística un componente etnográfico más interesante, ya que el pintor centroamericano se dedicó a retratar a los habitantes, mujeres principalmente, de los países que recorrió en su vida. Los lienzos de Sert tuvieron una elaboración detallada. Así lo demuestran los bocetos que realizó el pintor, divididos en cuadrículas, y que se exhiben en la parte posterior del templo, en el extremo opuesto al que están colgados estas telas, que tienen a un mar nunca en calma como protagonista. Pero, sin duda, uno de los atractivos principales del museo es su sala de exposiciones temporales. En la actualidad se puede disfrutar de una cuidada muestra titulada Edición gráfica en España. Panorama. Compuesta por 52 obras gráficas de otros tantos artistas, ha sido seleccionada por el director del taller litográfico de Arteleku, Don Herbert. Hay trabajos de verdaderos especialistas, como Genovés, Tápies, Barceló, Saura, Canogar, Nagel o Albacete, sin olvidar los de dos maestros: Picasso y Joan Miró. Y no se puede perder de vista, después de tanto contenido, el continente. El antiguo convento dominico, construido entre 1544 y 1562 bajo el patrocinio de Alonso de Idiáquez, secretario de Carlos V, tiene un claustro que es uno de los atractivos del museo. El templo contaba con magníficos altares y tumbas, según relatan quienes los vieron antes de que fuera destruido por las tropas angloportuguesas del general Wellington cuando recuperaron la ciudad a los franceses en 1813. El templo sólo fue saqueado, pero no cayó víctima del incendio que asólo la ciudad en aquel año y se ha convertido así en una de las joyas de San Sebastián.

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