Un buque encallado para la música y los congresos

El juego de paralelismos entre los viejos astilleros de la ría de Bilbao y el flamante Palacio Euskalduna ha sido explotado hasta el agotamiento. El buque de acero oxidado encallado en el fango de la ría que imaginaron los arquitectos Federico Soriano y Dolores Palacios fue inaugurado ayer oficialmente en una ceremonia en la que los discursos hablaron de barcos, del esplendor y la ruina de los astilleros, se realizó una botadura con la tradicional botella de cava contra el casco que protege el auditorio, y se deseó una feliz singladura. La Diputación de Vizcaya, la institución que ha pagado ...

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El juego de paralelismos entre los viejos astilleros de la ría de Bilbao y el flamante Palacio Euskalduna ha sido explotado hasta el agotamiento. El buque de acero oxidado encallado en el fango de la ría que imaginaron los arquitectos Federico Soriano y Dolores Palacios fue inaugurado ayer oficialmente en una ceremonia en la que los discursos hablaron de barcos, del esplendor y la ruina de los astilleros, se realizó una botadura con la tradicional botella de cava contra el casco que protege el auditorio, y se deseó una feliz singladura. La Diputación de Vizcaya, la institución que ha pagado más de 10.000 millones de pesetas de los 12.600 millones que ha costado la construcción del Palacio Euskalduna y sufragará las pérdidas que genere, quería una "inauguración simbólica" en la que se conjugara el pasado y el futuro de una infraestructura "capaz de generar actividad económica y social", según explicó el diputado general, Josu Bergara. El símbolo del pasado fue representado por un jubilado de los astilleros Euskalduna, Sebastián Pérez del Palomar, alavés de 74 años. Pérez del Palomar entró a trabajar como carpintero en la empresa en 1974 y allí estuvo hasta el cierre en 1984, ocupando el puesto de jefe del equipo de metrología y precisión de bombas de inyección. Ante el lehendakari, Juan José Ibarretxe, Bergara y el diputado de Cultura, Tomás Uribeetxebarria, y más de mil invitados del mundo de la política, la empresa y la cultura, el jubilado tomó la botella de cava y, desde una de las pasarelas que comunican las distintas dependencias, la arrojó contra la pared que simula el casco de un barco. Falló. La botella no se rompió ni a la primera, ni a la segunda, ni a la tercera. Finalmente, estalló al ser lanzada desde apenas un par de metros de distancia del casco. Los imprevistos de la botadura dejaron en segundo plano a la niña que debía representar el futuro. Era Ane Orue, de 11 años, natural de Mungia, estudiante de piano y componente del Coro del Conservatorio de la Coral de Bilbao. Por la mañana, la visita a las instalaciones incluyó la asistencia a parte del ensayo de la Orquesta Sinfónica de Bilbao. La gran solemnidad llegó por la tarde con el primer concierto en el auditorio, dirigido a 2.000 invitados de la Diputación, entre ellos los alcaldes de la provincia y los representantes en las Juntas Generales. "El buque fantasma" Lesionados el bailarín Igor Yebra y su sustituto, Andoni Aresti, el programa se quedó reducido a su parte musical, con un concierto de obras de Arriaga y Wagner por parte de la Orquesta Sinfónica de Bilbao, que estrenaba así su nueva casa, y la Sociedad Coral. Otro guiño a la naturaleza naval del edificio: se interpretó la obertura de El buque fantasma. Aunque ya se han celebrado varias reuniones y congresos en las instalaciones, el palacio está por rodar. Ayer los invitados pudieron comprobar la amplitud del auditorio y la comodidad de sus butacas cubiertas de cuero (bastante parecidas, incluso en el color, a las del auditorio del Guggenheim). "Puede que hagan demasiado ruido si el ocupante de la butaca se mueve durante una ópera", apuntaron los más atentos a los detalles. Lo que era evidente era la capa de polvo sobre el suelo y los muebles. Buena parte se fue a los trajes de los invitados, que también sufrieron las manchas blanquecinas que deja el roce con las columnas de los vestíbulos. No era fácil solucionar los problemas de la ropa en los lavabos. Los vigilantes advertían que "están en las puertas pintadas de azul", pero ningún indicativo facilitaba su búsqueda. Tampoco está marcado en el exterior si el servicio es de señoras o caballeros. MÁS INFORMACIÓN EN LA PÁGINA 28

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