Editorial:

Universidad cerrada

LA ENDOGAMIA en la incorporación de profesores a la Universidad española es un problema antiguo. Aunque no todos los concursos que se resuelven a favor de un candidato local sean criticables, no puede negarse que con demasiada frecuencia se hace pasar a candidatos de la casa por delante de otros con más méritos que vienen de fuera. Cuando eso ocurre, el daño que se hace a la Universidad es considerable; afecta a su exigible nivel científico y veda la incorporación de personas con experiencia en el extranjero, o que vienen de otras universidades o centros de investigación. Se trata de un...

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LA ENDOGAMIA en la incorporación de profesores a la Universidad española es un problema antiguo. Aunque no todos los concursos que se resuelven a favor de un candidato local sean criticables, no puede negarse que con demasiada frecuencia se hace pasar a candidatos de la casa por delante de otros con más méritos que vienen de fuera. Cuando eso ocurre, el daño que se hace a la Universidad es considerable; afecta a su exigible nivel científico y veda la incorporación de personas con experiencia en el extranjero, o que vienen de otras universidades o centros de investigación. Se trata de una práctica que no puede desligarse del fenómeno más amplio de la inmovilidad social y geográfica. Todos quieren tener su universidad y muy pocos se plantean la elección por su calidad en lugar de por su ubicación.Los fenómenos de endogamia deben combatirse con la máxima decisión. La propuesta de rebajar a uno los dos miembros propuestos por la propia universidad en los tribunales de los concursos de profesorado puede ayudar en muchos casos, pero no resuelve un problema complejo. Por sí mismo, el cambio en la composición de los tribunales no basta para modificar hábitos mentales arraigados. Si en la comunidad académica sigue imperando el espíritu de capilla, el resultado de los concursos puede ser igual de negativo.

La propuesta para que, en sentido contrario, cada universidad sea responsable de la selección de su profesorado, confiando en que el mercado académico sancionará las malas prácticas, sería practicable en un marco transparente y libre. Pero hoy es imposible que los estudiantes elijan universidad atendiendo a la calidad de sus profesores. Sólo cambios profundos en estos aspectos y en la cultura dominante en nuestros claustros resolverá el problema. Pero también pueden ayudar cambios en los tribunales, evaluaciones externas de las universidades y medidas correctoras a las que no apliquen criterios de mérito y calidad en la selección de sus profesores.

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