El palacio de los Lili

Zestoa, a las orillas del río Urola, puede presumir hoy de contar con el único balneario de Guipúzcoa: lugar de veraneo decimonónico que se ha ido recuperando en los últimos años, pasada la fiebre por la farmacopea y vuelta a poner de moda la afición por las terapias naturales. Pero este municipio atravesado en su término irremediablemente por la autopista A-8 es también una pieza clave en la recomposición del rompecabezas histórico de Guipúzcoa. No en vano, en Zestoa se halla el solar de los Lili, que ha aportado desde aquel obispo de Pamplona en el año 589 llamado Liliola hasta don Vicente d...

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Zestoa, a las orillas del río Urola, puede presumir hoy de contar con el único balneario de Guipúzcoa: lugar de veraneo decimonónico que se ha ido recuperando en los últimos años, pasada la fiebre por la farmacopea y vuelta a poner de moda la afición por las terapias naturales. Pero este municipio atravesado en su término irremediablemente por la autopista A-8 es también una pieza clave en la recomposición del rompecabezas histórico de Guipúzcoa. No en vano, en Zestoa se halla el solar de los Lili, que ha aportado desde aquel obispo de Pamplona en el año 589 llamado Liliola hasta don Vicente de Lili-Idiáquez, casado con doña Josefa de Moyua, fundador de la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País. Como ocurre con muchas de estas casas solares, en la actualidad es más el brillo de los edificios que el que puedan dar las biografías de sus últimos descendientes. El conjunto monumental de Lili es, sin duda, una de las citas obligadas en un viaje por el curso del Urola: Legazpi, Zumarraga, Urretxu, Azkoitia, Azpeitia o Zumaia ofrecen al viajero lugares inolvidables, llenos de sabor e historia, pero este palacio conserva todavía el sabor añejo de casa fuerte medieval, aunque esté construido entre los siglos XV y XVI. Y la cercana presencia de sus antiguos molinos y ferrerías completa el panorama sobre buena parte del pasado de esta villa de Zestoa. Es probable que Pío Baroja se diera más de una vuelta alrededor de este palacio, mientras pensaba cómo abandonar su vida de médico (estuvo durante un año, el de 1893, ejerciendo en la villa de Zestoa) y dedicarse de lleno al oficio de escribir. Para quien no conozca el palacio de Lili lo mejor es acudir a la preciosista descripción del padre López del Vahado en un castellano no ya inusual, sino desconocido. La recogía Fausto Arocena en un número de Euskalerriaren alde: El observador disfrutó con los "torreoncillos voladizos de los ángulos de la fachada, terminados en pináculos, y flanqueados con doseletes trilobulados; con su puerta volteada de largas dovelas; con sus nueve ventanas gemelas, divididas por un parte-luz, y todas, como la puerta, ligeramente apuntadas; con sus gárgolas y canecillos, que aloja la ancha escocia que une los minaretes coronando la fachada..." Al profano en la terminología arquitectónica, la erudita descripción del padre López del Vahado quizás le deje un tanto frío, pero sí le dará una idea de los numerosos y variados componentes de las fachadas del palacio de Lili, una de las 14 casas de la provincia de Guipúzcoa, según consta en una real executoria del año 1618. Ubicado, en la subida al Izarraitz, el palacio se llamó en su origen Torre Liliola¸ de donde tomó el nombre el obispo pamplonica antes citado. Las crónicas periodísticas más antiguas recogen la presencia de numerosas armas antiguas en su interior: petos, espadas, cotas y demás aparejos que utilizaban los de Lili en sus incursiones guerreras. Entre estos, hay que citar a don Enrique de Lili y Hurtado de Mendoza, general de las armadas de tierra, gobernador de las sicilianas Siracusa y Valdenoto; a don Nicolás de Lili-Idiáquez, capitán de Granaderos, que actuó en las guerras de España e Italia; a don Miguel de Lili-Idiáquez Moyúa, conde de Alacha, quien actuó en la Guerra de la Independencia. Fachada elegante Pero como buena familia batalladora, en los Lili-Idiáquez también hubo espacio para la cruz: es el caso de fray Francisco de Lili e Idiáquez, nacido en 1498 y que llegó a ser guardián de Aranzazu y elegido por Felipe II obispo de la ciudad italiana de Idria. Pero para alabar al Palacio de Lili-Idiáquez nada mejor que acudir al comentario de José María de Eguren, tal y como recoge Manterola en 1890 en Euskalerria, otra de esas revistas que surgieron a finales del siglo pasado y principios de éste con el fin de reivindicar, al estilo de lo que se venía haciendo en Europa, las distintas muestras culturales e históricas de esa nación que estaba naciendo. Dice Eguren que "el palacio de Lili tiene, sin duda, una de las más elegantes fachadas que se pueden ver no sólo en España, pero aún en Alemania y en las naciones de la Europa occidental, rica en monumentos de la Edad Media. El Magasin pittoresque [sic] de París y otras publicaciones periódicas, dadas a luz en los últimos cuarenta años, dan a conocer todos los castillos y palacios antiguos que aún existen, y es bien seguro que no hay un solo château que exceda al palacio de Lili en la elegancia y riqueza del primoroso coronamiento..." Adosada al palacio, se encuentra la casa solar, conocida con el nombre de Lilibea que, según la tradición se construyó antes que aquél. Cerca de ella se encuentra el molino, que fue una de sus antiguas ferrerías, vinculación que viene de antaño, como señala el primer gentilicio del lugar, el de aquel obispo de Pamplona del siglo VI. En este molino se puede ver el escudo del solar de Lili, fondo de plata con tres flores de lis en azur. Con la decadencia de las ferrerías, el solar de Lili entró también en declive. La guerra de la Convención y la de la Independencia hicieron mella en el palacio, que afortunadamente ha llegado a este fin de siglo XX bastante íntegro. Poco queda de aquellos Lili guerreros que ya en el XVIII se habían convertido en eruditos e impulsores de la cultura, como la que realizaron desde la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País. Fue desde esta institución desde donde los condes de Lili (en cuyos terrenos, por cierto, estaba ubicado el manantial), impulsaron la creación del balneario de Zestoa, a la vista de los posibles beneficios crematísticos que producirían los baños. Fausto Arocena terminaba su crónica en Euskalerriaren alde de esta manera: "Seguramente que estas reflexiones harán que pase inadvertido para el viajero el molesto vaivén que le proporcionan los no bien asentados muelles del automóvil democrático... No, al viajero no le puede quedar tiempo para fijarse en las molestias del viaje, cuando ha de repartir su atención entre el encanto del panorama y las evocaciones medioevales que sugiere la contemplación de la esbelta casa-torre de Lili-Idiáquez". Hoy, han mejorado las condiciones tanto de los automóviles como de las carreteras, pero el palacio de Lili bien sigue provocando ensoñaciones nostálgicas.

Datos prácticos

Cómo llegar: La localidad guipuzcoana de Zestoa se encuentra geográficamente entre Zumaia, en la costa, y Azpeitia, en el interior del territorio. Para llegar hasta ella desde Bilbao o desde San Sebastián hay que tomar la A-8 o la N-634 hasta la salida de Zumaia, desde donde se accede a la GI-631 para llegar a Zestoa. Desde Vitoria, se puede elegir por cualquiera de las posibilidades para llegar hasta Azpeitia (desde Bergara, Beasain o Tolosa) y desde esta localidad, por la GI-631 hasta Zestoa. Alojamiento: Además del inevitable balneario, quizás el mejor reclamo hostelero de Zestoa (tel. 943 147140), también se puede acudir al hotel Arocena (943 147040), al Arteche (943 147145), al hostal Romana (943 147194) o al Hostal Rural Eate (943 147693). En cuanto a agroturismo, hay tres casas: Zelaikoa (943 147492), Agiña (943 147909) y Tolare-Berri (943 147747). Comer: Como en toda Guipúzcoa, en Zestoa hay una excelente oferta de restaurantes. Además de en la mayor parte de los establecimientos hoteleros ya citados, se puede acudir al restaurante Iraeta (943 147639), al asador Katzaola (943 147684), al Landa (943 147197), al Portu (943 147945) o al Geltoki (943 147758).

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