Reportaje:

Obreros, caballos, policías y arte

En 1911, un incendio destruyó la fábrica de tejidos de algodón que Casimir Casarramona i Puigcercós (Vic, 1838-Barcelona, 1913) tenía en pleno barrio del Raval de Barcelona. No era la única fábrica propiedad de este industrial especializado en la confección de mantas y toallas, pero el siniestro le impulsó a concentrar la producción en un solo edificio. Encargó la construcción de la nueva fábrica al arquitecto Josep Puig i Cadafalch, quien diseñó la fábrica sobre un solar situado en la calle de Mèxic, cerca de la futura plaza de España. En aquella fecha -año en que abrieron El Molino y el ci...

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En 1911, un incendio destruyó la fábrica de tejidos de algodón que Casimir Casarramona i Puigcercós (Vic, 1838-Barcelona, 1913) tenía en pleno barrio del Raval de Barcelona. No era la única fábrica propiedad de este industrial especializado en la confección de mantas y toallas, pero el siniestro le impulsó a concentrar la producción en un solo edificio. Encargó la construcción de la nueva fábrica al arquitecto Josep Puig i Cadafalch, quien diseñó la fábrica sobre un solar situado en la calle de Mèxic, cerca de la futura plaza de España. En aquella fecha -año en que abrieron El Molino y el cine Ideal, nació la Vuelta Ciclista a Cataluña, se celebró el primer congreso del sindicato anarquista CNT, se constituyó la Mancomunitat y falleció el poeta Joan Maragall-, Cataluña vivía un momento de expansión industrial del sector textil y las fábricas no eran precisamente un ejemplo de confort laboral. En la Fábrica Casarramona trabajaron unos 300 obreros y constaba de una nave de hilados, otra de tejidos y una tercera central dedicada a almacén y venta al por menor. Faltaban todavía más de tres lustros para la celebración de la Exposición Universal de 1929, que urbanizó Montjuïc, y en aquel momento la fábrica estaba situada prácticamente en un descampado y la entrada, ahora casi invisible, estaba situada en la misma calle de Mèxic. El nuevo edificio de Puig i Cadafalch recibió inmediatamente, en 1912, el premio de arquitectura que el Ayuntamiento de Barcelona concedía para distinguir "a los que mejor contribuyeran al ornato de la ciudad". Además de ornar la ciudad, la fábrica tuvo el acierto de incorporar mejoras sustanciales en la salubridad, iluminación y condiciones de trabajo para los obreros. Tradicionalmente se ha considerado como una de las obras principales de Puig i Cadafalch, en cuya trayectoria, al parecer, marcó un punto de inflexión. Como fábrica no tuvo mucho futuro ya que en 1913 falleció Casimir Casarramona, y su hijo August, al parecer, no siguió con excesivo empeño la tradición familiar. Antes de 1920 la fábrica ya había cerrado, si bien resulta complicado encontrar referencias de esta etapa y de los años posteriores al abandono de la actividad industrial. Su uso fue totalmente diferente en el futuro. Después de la guerra civil, en 1940, fue ocupada por la Policía Nacional, que hasta hace relativamente pocos años la utilizó como cuadra para sus caballos y garaje del parque móvil. Como establo y sometida a un lento proceso de degradación, la fábrica empezó a hundirse en el complicado entramado del barrio que la acoge. La policía abrió incluso una apertura en una de las naves laterales para permitir la salida de los caballos. Es la misma apertura que provisionalmente se utilizará como puerta de la exposición conmemorativa del centenario del Barça que inaugurará las instalaciones. La rehabilitación permitirá también reordenar en parte las calles del barrio ya que hasta ahora la presencia del edificio en el mismo era casi testimonial y mucha gente pasaba por la avenida de Comillas, inexistente cuando se construyó la fábrica, sin apercibirse de la belleza de sus torres, en su época funcionales depósitos de agua, ni de sus ornamentos en la fachada. Con todo, en 1976 fue declarada Monumento Histórico Artístico de Interés Nacional, la máxima categoría para un monumento, similar a la que tiene, por ejemplo, la Giralda de Sevilla. Muchos arquitectos catalanes reivindicaban su reforma y adecuación a otros usos, pero era una demanda sin mucho futuro. La Caixa de Pensions per a la Vellesa i d"Estalvis había adquirido la propiedad en estos años, pero tampoco pudo hacer nada hasta que la Policía Nacional abandonó las instalaciones. Oriol Bohigas, cuando era concejal de Cultura, lanzó la idea de convertir el edificio en Museo de Artes Decorativas Folch i Torres y la directora del Museo de Arte Moderno de Barcelona, Cristina Mendoza, también acariciaba en secreto la posibilidad de que este museo, que alberga la maqueta del edificio, se trasladara algún día a este espacio. Aunque en 1992 el arquitecto Josep Emili Hernández-Cros llegó a realizar un proyecto por encargo del Ayuntamiento de Barcelona para averiguar si la fábrica podía albergar el anunciado museo de artes decorativas, ninguno de estos proyectos prosperó. La idea de este centro hace tiempo que yace en el olvido y el Museo de Arte Moderno, es sabido, se trasladará cuando haya presupuesto y voluntad política de su actual sede en el parque de la Ciutadella al Palau Nacional, sede del Museo Nacional de Arte de Cataluña. Finalmente, la Fundación La Caixa anunció que instalaría y concentraría sus actividades culturales en la Fábrica Casarramona. Anunció, en principio, que el presupuesto para la reforma sería de unos 2.000 millones de pesetas, pero el proyecto no se ha concretado hasta ahora ya que, al ser un edificio protegido, las negociaciones con las instituciones han sido delicadas. La Fábrica Casarramona acogerá todos los servicios, ampliados, que ofrece actualmente la entidad en el Palau Macaya, en el paseo de Sant Joan. El cambio es de edificio, pero el arquitecto, Puig i Cadafalch, es el mismo.

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